(reportaje)el ebro pide a gritos espacio


Árboles ahogados, campos anegados, poblaciones en alerta. La última crecida del Ebro ha sido verdaderamente extraordinaria, pero es algo que ya había ocurrido antes, y seguirá ocurriendo en el futuro. ¿Por qué se producen las riadas? ¿Podemos evitarlas con dragados e infraestructuras hidráulicas? Técnicos y organizaciones conservacionistas lo dudan y advierten de que solo hay una solución posible: “Devolver al río su espacio”.
Febrero fue un mes muy lluvioso en todo el norte peninsular. Según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en la franja que se extiende desde Asturias hasta el norte de la provincia de Zaragoza se llegaron a superar hasta en un 200 por ciento los valores medios considerados 'normales' para ese mes. En algunos puntos de Navarra, por ejemplo, se recogieron algunos días entre 250 y 300 litros por metro cuadrado.
Estas precipitaciones de larga duración –y, a veces, intensas–, unidas a la fusión de la nieve y al deshielo, produjeron lo inevitable: un episodio de avenidas en el Ebro que puso contra las cuerdas durante más de un mes a cuatro comunidades autónomas (Aragón, Navarra, Castilla y León y La Rioja).
No es la primera vez que ocurre. Muchos maños se acordarán de la riada que se produjo en el Ebro a su paso por Zaragoza en diciembre de 1961. Fue la mayor del siglo pasado: en algunos puntos de la ciudad, el río llegó a alcanzar una altura de 6,5 metros y hasta 2,5 kilómetros de anchura, y la estación de Castejón (Navarra) llegó a registrar un caudal de 4.950 metros cúbicos por segundo.
En 2003 y 2007 hubo también importantes crecidas. Según Daniel Ballarín, del departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza, en la riada de hace 12 años se alcanzó un caudal máximo de 2.832 metros cúbicos por segundo a su paso por Zaragoza (para que nos hagamos una idea: el caudal medio para marzo es de 390 metros cúbicos por segundo). Este año se ha llegado en ese mismo punto a 2.610 metros cúbicos por segundo, pero la altura alcanzada ha sido mayor: 6,1 metros, medio más que en 2003.
“En 2015 se han registrado más daños, porque ha habido tres riadas en un periodo muy corto de tiempo, el 4 y el 20 de febrero y el 2 de marzo. Las capas freáticas del suelo estaban tan saturadas que el agua ha tenido que discurrir por la superficie”, lamenta el geógrafo. El primer episodio afectó más al tramo alto del río, mientras que los últimos causaron más daños en el tramo medio.
Con toda seguridad, el fenómeno volverá a repetirse. “Las crecidas son algo recurrente. Las hemos tenido y las tendremos siempre, por mucho que los humanos nos empeñemos en dominar la naturaleza”, asevera Ballarín. Pero, además de periódicas, las crecidas del Ebro son necesarias, según Alberto Fernández, del programa de Aguas de WWF: “Las avenidas fluviales son solo un problema cuando afectan a un uso económico; realmente, cumplen una función ecológica natural: limpiar y regenerar hábitats, movilizar sedimentos, reducir la salinización del delta… Por cada metro cúbico por segundo de agua que llega al Mediterráneo, por ejemplo, se producen unos 200 kilos de anchoa”, asegura este experto.
"DAR ESPACIO AL RÍO"
“En las últimas décadas hemos ocupado riberas, plantado cultivos y construido casas, y hemos ido comiendo poco a poco terreno al río. Y, con las crecidas, lo que hace éste es recuperarlo”. Daniel Ballarín lo tiene claro: somos nosotros quienes nos hemos expuesto a los efectos de las riadas.
Por eso, este experto apuesta por “devolverles su espacio”: “En zonas de huerta o campos que no estén habitados deberíamos recuperar las zonas de dominio público –compensando a los agricultores y ganaderos afectados– y permitir que, allí, el río se desborde. Así, evitaríamos afecciones en zonas con núcleos urbanos. Tenemos que intentar convivir con el río”. Ahora bien, desplazar poblaciones, en su opinión, no sería necesario.
Esta “filosofía” –la apuesta por “devolver” al río su espacio– está presente en la Directiva Europea de Inundaciones, aprobada en el año 2007 y traspuesta ya a la legislación española. “Nos anima a trabajar junto a los ríos, y no en su contra; a aprovechar su conocimiento, su capacidad para autorregularse y a crear zonas que se puedan inundar de forma controlada, y esto, precisamente, es algo que España se ha resistido siempre a hacer”, añade Alberto Fernández, del programa de Aguas de WWF.
En 2005 (tras las riadas de 2003), se elaboró un Plan medioambiental del Ebro “de 47 tomos, muy extenso, que ya planteaba dar ese margen al río”. Desafortunadamente, según Ballarín, “sigue metido en algún cajón”.
¿DRAGAR, O NO DRAGAR?
Además de provocar daños, la última crecida del Ebro ha reabierto también el debate en torno al dragado del río (sobre la necesidad de eliminar o no sedimentos de cauces y orillas, para que nos entendamos). El Ayuntamiento de Zaragoza es uno de los municipios que lo reclaman, pero, ¿es realmente necesario? ¿Reduciría el impacto de estos episodios? El geógrafo Daniel Ballarín y WWF lo dudan.
“Éste es un río que, de por sí, acumula bastantes sedimentos, y, gracias a ello, los suelos del valle del Ebro son tan fértiles. Y además, desde un punto de vista legal, no se puede permitir: la Directiva Marco del Agua nos lo impide”, advierte Ballarín.
Para Alberto Fernández, de WWF, el dragado sería poco eficaz y contraproducente: “Dragar un río es como quitarse una espinilla, un gesto que no tiene incidencia sobre el conjunto de la piel de una persona. El volumen de sedimentos que se puede eliminar con el dragado es mínimo, por lo que no sería eficaz y, al tiempo, sería perjudicial, porque esos sedimentos son precisamente los que reducen su capacidad destructiva. Estaríamos quitando al río su freno natural”.
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente no descarta la posibilidad de dragar el Ebro. El 3 de marzo lo puso de manifiesto en un comunicado: “En cuanto sea posible, comenzaremos un estudio de la nueva situación del Ebro para conocer los sitios en los que hay que actuar con limpiezas”. Y, hablando de dragados: el Tribunal Supremo ha dado la razón a WWF España en su recurso contra el Plan Hidrológico del Guadalquivir, aprobado por el Gobierno en 2013, por lo que el proyecto para dragar el Guadalquivir, promovido por la Autoridad Portuaria de Sevilla, queda anulado.
PAPEL DE LA CONFEDERACIÓN HIDROGRÁFICA DEL EBRO
La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), como el resto de confederaciones, está obligada a realizar un seguimiento de los caudales del río y, ante episodios de crecida, a hacer las comunicaciones pertinentes a Protección Civil. En este caso, según WWF, “ha hecho un buen trabajo”.
Ahora bien, según dijeron a Servimedia fuentes de la CHE, la Confederación del Ebro “dispone de una herramienta que no tienen las demás confederaciones”. Se refiere al Sistema de Ayuda a la Decisión, con el que “se intenta hacer previsiones lo antes posible”. Sus primeros avisos “se emiten cuando ni siquiera ha llovido, cuando simplemente hay una previsión de lluvias”, y sus alertas se actualizan “con lluvia caída y cuando se empiezan a mover los caudales de los afluentes”. “Es lo máximo que se puede hacer”, asegura la Confederación.
En la última crecida, el sistema ha permitido hacer “desembalses preventivos” en los embalses del Ebro, en Cantabria; en el de Ullíbarri, en el río Zadorra (uno de los principales afluentes del tramo alto) y en Yesa e Itoiz, en la cuenca del Aragón (el mayor afluente del río en su margen izquierda). “Desembalsamos cuando aún no había comenzado a llover para que, cuando subieran los caudales, los pudiéramos cerrar, o limitar al máximo sus aportaciones. Así, se evitó que confluyeran las puntas de crecida, porque el Ebro no es solo lo que lleva el Ebro, es también lo que le aportan sus afluentes”, añaden desde la CHE.
Es matemático: “Una avenida extraordinaria genera siempre daños extraordinarios y, estos, ayudas extraordinarias”. En este caso no se hicieron esperar: el 6 de marzo, el Consejo de ministros aprobó un decreto ley que incluye 11,5 millones de euros para las comunidades afectadas y otros 60 millones para la limpieza del cauce del río.

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