(reportaje) huracanes, ciclones y tifones


Su paso por el Caribe ya ha dejado tras de sí más de una veintena de muertos y graves daños materiales. Pero Sandy, el último huracán del que tenemos noticia, no es el primero, ni será el último, que ha sorprendido al mundo. Antes de él otros, como Katrina, Flora, Vilma, Gilberto o Mitch, también habían llenado las páginas de los periódicos por sus desastrosas consecuencias. En este reportaje, nos acercamos a estos fenómenos atmosféricos, que crean en el ser humano una sensación de incertidumbre. Quizás, conociéndolos mejor, dejemos de sentir esa desconcertante sensación de vulnerabilidad que nos provocan.
Lo primero que hay que aclarar es que según la Organización Meteorológica Mundial -el portavoz autorizado de las Naciones Unidas sobre el tiempo, el clima y el agua-, "huracán", "ciclón" y "tifón" son términos diferentes para un mismo fenómeno meteorológico, que se caracteriza por lluvias torrenciales y por una velocidad máxima de los vientos sostenidos, en la zona cercana al ojo de la tormenta, superior a los 119 kilómetros por hora.
Así, mientras en el Atlántico Norte occidental, la parte central y oriental del Pacífico Norte, el mar Caribe y el golfo de México, este fenómeno meteorológico se denomina “huracán”; en el Pacífico Norte occidental se denomina “tifón”; en la bahía de Bengala y el mar Arábigo, “ciclón”; en el Pacífico Sur occidental y el océano Índico suroriental, “ciclón tropical severo”, y en el océano Índico suroccidental, se denomina “ciclón tropical”.
Para intentar entender cómo se forman los huracanes hemos acudido a uno de los mayores expertos en este tema, José Antonio Maldonado, meteorólogo del Estado y director de la página eltiempo.es. Según nos explica, es necesario que se den varias condiciones.
La primera es que el agua del mar, donde se originan, esté muy caliente, con temperaturas superiores a los 26 grados. “Una borrasca alimentada por la cantidad de energía que provoca esta alta temperatura del mar da origen a estos ciclones”, explica.
LAS CATEGORÍAS
Según la velocidad de sus vientos, a los huracanes se les atribuye una determinada categoría en la escala Zafiro-Simpson, que mide su fuerza y va del 1 al 5.
Así, un huracán de categoría 1 es aquel con unos vientos sostenidos cuya velocidad máxima va de 119 a 153 kilómetros por hora, mientras que uno de categoría 5 tiene unos vientos sostenidos cuya velocidad máxima va de 178 a 209 kilómetros por hora.
Aunque es un factor importante, los efectos y daños previstos de un ciclón tropical no dependen solamente de la velocidad del viento. También inciden otros aspectos, como su velocidad de desplazamiento, la duración de los vientos fuertes, la precipitación acumulada durante la llegada a tierra y después de que esta se produzca, así como el cambio repentino de la dirección en la que se desplaza el ciclón y su intensidad, la estructura del ciclón tropical o la capacidad de reacción humana ante el mismo.
La temporada de ciclones varía dependiendo de la zona. En el hemisferio norte empieza aproximadamente en el mes de julio y termina en el otoño.
SUS NOMBRES
Mucha gente se pregunta por qué a esos fenómenos atmosféricos se les ponen nombres de hombres y mujeres. Aunque lo parezca, no se trata de los nombres de quienes los descubren, sino que tras esta denominación hay un sistema completamente organizado.
Teniendo en cuenta que los ciclones tropicales pueden durar una semana o más y que, por lo tanto, puede producirse más de uno al mismo tiempo, hay un acuerdo entre los meteorólogos que los pronostican para dar un nombre a cada ciclón tropical y evitar así confusiones.
Al principio, la forma de nombrarlos era igual en todo el mundo. Se asignaban cada año por orden alfabético y alternando nombres de hombres y mujeres. Eran los servicios meteorológicos e hidrológicos nacionales (SMHN) de los miembros de la Organización Meteorológica Mundial de una región específica del mundo los que proponían una lista que, después, era aprobada por los respectivos órganos regionales encargados de los ciclones tropicales en sus reuniones anuales o bianuales.
Este sistema se modificó en el año 2000, cuando los países del Pacífico Norte occidental empezaron a utilizar otro. A partir de entonces, en esa zona cada uno de los 14 países afectados por tifones presenta una lista de nombres. En este caso, no solo son nombres de personas, sino también de animales, flores o signos del zodiaco.
¿SE PUEDEN PREDECIR?
Teniendo en cuenta el elevado número de víctimas y los destrozos materiales que provocan, muchas veces surge la duda de por qué no se predicen con antelación este tipo de fenómenos atmosféricos.
José Antonio Maldonado nos responde y aclara que, de hecho, se predicen todos. “Se predicen con una antelación importante, de una semana, aproximadamente, pero no con un mes, eso es imposible”, indica.
El meteorólogo asegura que “los sistemas de predicción en las zonas afectadas por estos fenómenos son una maravilla, y las predicciones son muy buenas, trazándose en muchas ocasiones la posible trayectoria que va a tener”.
De hecho, los meteorólogos usan tecnologías punteras y desarrollan técnicas modernas, como, por ejemplo, los modelos de predicción numérica del tiempo, que les permiten predecir cómo evolucionará un ciclón tropical, incluidos su movimiento y variación de intensidad, y cuándo, dónde y a qué velocidad tocará tierra. Luego, los servicios meteorológicos nacionales de los países afectados se encargan de emitir avisos oficiales de los ciclones.
El problema es que con frecuencia los ciclones tropicales se debilitan o cambian su curso repentinamente, lo que complica su seguimiento, y eso es lo que a veces, desgraciadamente, puede provocar víctimas y daños materiales.
Otra duda que surge es si estos fenómenos atmosféricos son más virulentos ahora que en el pasado. Maldonado cree que no. “La temporada de ciclones ha existido siempre”, afirma, “lo que ocurre es que antes nadie se enteraba de que esto pasaba porque no tenía tanta repercusión”.
EL KATRINA, UNO DE LOS MÁS MORTÍFEROS
Y no podíamos terminar este reportaje sin hablar del que sin duda ha sido uno de los huracanes más virulentos y mortíferos de la historia. Hace ya siete años, el 28 de agosto de 2005, el Katrina alcanzaba la costa estadounidense de Luisiana, al este de Estados Unidos. Comenzaba así uno de los desastres naturales más trágicos de la historia de este país.
El Katrina tocó la tierra de Estados Unidos con categoría 4 y con vientos de más de 240 kilómetros por hora, lo que hizo que su paso por el territorio estadounidense, que recorrió de Este a Norte, dejara un reguero de muertes y destrozos que conmocionó al mundo.
Es difícil olvidar las imágenes de la ciudad de Nueva Orleans, una de las más afectadas por su azote. Se cubrió de agua en un 80 por ciento. El caos fue total: calles anegadas, centenares de desaparecidos, viviendas completamente destrozadas, miles de desplazados...
La capital del jazz no fue la única ciudad víctima del huracán. También sufrieron sus nefastas consecuencias otras localidades estadounidenses como Misisipi, Alabama, Tennessee o Kentucky.
En total, se calcula que el Katrina provocó la muerte de más de 1.800 personas, aunque es difícil dar una cifra exacta, porque los cadáveres de muchas de sus víctimas nunca fueron encontrados. Los daños materiales que ocasionó también fueron considerables, y se cifra su impacto económico global en unos 150 millones de dólares.

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