(reportaje) los animales de laboratorio, entre la ética y la ciencia


Se calcula que más de 115 millones de animales vertebrados, desde peces cebra hasta primates, son utilizados en laboratorios de todo el mundo para experimentos científicos. Se trata de una práctica que suscita fuertes controversias entre partidarios y detractores, que se debaten entre el avance del conocimiento médico y biológico por un lado, y las razones éticas y la defensa de métodos alternativos por el otro.
Galeno, un médico muy popular en la Roma del siglo II, está considerado como el padre de la vivisección, es decir, la división de un cuerpo sin vida con el fin de estudiar sus órganos. Y realizó estudios diseccionando animales como cerdos, monos y cabras, ya que la experimentación con cadáveres humanos estaba prohibida en la antigua Roma por ser poco ética.
Más adelante, Ibn Zuhr, un conocido médico andalusí del siglo XII, experimentó con animales para probar nuevos métodos quirúrgicos antes de aplicarlos en pacientes humanos. La investigación biomédica se sirvió de estas prácticas en los siglos sucesivos, con casos como el de Louis Pasteur, que demostró la teoría microbiana de la enfermedad induciendo ántrax en una oveja, en la década de 1880, o el de la insulina, que fue aislada por primera vez en 1922 con la utilización de perros, lo que revolucionó el tratamiento de la diabetes.
En el siglo XX, el uso de animales en laboratorios se justificaba para las pruebas toxicológicas, esto es, para poder patentar medicamentos que curasen de enfermedades y otras dolencias a las personas.
Sin embargo, estas prácticas suscitaron encendidas controversias ya en el siglo XVII, con algunos fisiólogos que ponían objeciones éticas, asegurando que el beneficio a los seres humanos no justificaba el daño a los animales.
Charles Darwin, considerado el padre de la teoría de la evolución de las especies, promovió una ley en Gran Bretaña con el fin de regular la experimentación con animales. Corría el año 1876 y, paralelamente, comenzaba a surgir una corriente contraria a estos experimentos en Estados Unidos.
COSMÉTICOS
La última conquista de los detractores de estas prácticas, que han institucionalizado el 24 de abril como Día Mundial del Animal de Laboratorio, llegó el pasado 11 de marzo, cuando se empezó a aplicar, tras una moratoria de diez años, una directiva de la UE que prohíbe la importación y venta de productos e ingredientes cosméticos probados en animales, lo que afecta a artículos de aseo y de belleza, desde el jabón hasta la pasta de dientes.
Esta directiva del Parlamento Europeo y del Consejo de la UE, entró en vigor el 11 de marzo de 2003 y dio diez años de plazo para la prohibición total de la experimentación animal en el área de los cosméticos.
La norma censura el testeo de cosméticos en animales en dos fases. La primera de ellas está vigente desde 2009 y la segunda lo hizo el pasado 11 de marzo, ya que hasta esta última fecha estaban permitidos tres tipos de experimentos con animales: toxicidad de dosis repetidas, toxicidad reproductiva y “toxicocinética”.
AnimaNaturalis, organización defensora de los derechos de los animales, explica en qué consisten estas tres últimas excepciones. La toxicidad de dosis repetidas consiste en que “conejos o ratas son forzados a ingerir o inhalar ingredientes cosméticos o se les aplica el ingrediente en su piel afeitada cada día, durante 28 o 90 días. Luego se les mata”.
La toxicidad reproductiva se aplica en hembras de conejo o ratas preñadas, que “son forzadas a ingerir sustancias y luego se les mata para evaluar la toxicidad en sus fetos”, en tanto que la “toxicocinética” afecta a conejos o ratas, obligados a “ingerir la sustancia, y luego se matan para examinar sus órganos y ver cómo esta se distribuye en sus cuerpos”.
Este cambio normativo ha sido posible después de una campaña iniciada en 1991 por la British Union for the Abolition of Vivisection, que estableció una coalición europea de organizaciones en pro de la protección animal, a la que se sumó dos años después The Body Shop, la primera compañía de belleza en tomar medidas en contra de la experimentación en animales con fines cosméticos. En 1996 presentaron cuatro millones de firmas a la Comisión Europea para pedir el fin definitivo de los ensayos de cosméticos en animales.
En España, la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA) ha pedido que la prohibición de vender en Europa cualquier nuevo cosmético experimentado en animales se lleve a cabo "sin trampas".
GRANDES SIMIOS
Pero antes, el Gobierno español había aprobado un real decreto en febrero de este año 2013 que “prohíbe expresamente” la experimentación con grandes simios —esto es, gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos— y establece las normas básicas aplicables a la protección de los animales utilizados para estos fines científicos, incluida la docencia.
Además, este real decreto fija normas “especialmente estrictas” para la utilización de animales como perros, gatos y ciertos primates. El Gobierno afirma que esta norma supone un “importante avance para asegurar la máxima protección de los animales”.
La nueva normativa se basa en el fomento de los métodos alternativos a la experimentación con animales mediante la promoción e implementación del denominado “principio de las tres erres”: reemplazo —es decir, utilización, siempre que sea posible, de alternativas a la experimentación con animales—, reducción de la cantidad de animales usados en estas prácticas, y refinamiento, para que los procedimientos con animales les causen el menor sufrimiento posible.
UN RATÓN MUERTO CADA MINUTO
El Partido Animalista (PACMA) afirma que las especies más utilizadas para la experimentación son los ratones, y que se calcula que muere uno por minuto, pero también conejos, ratas, cobayas, cerdos, ovejas, cabras, perros, gatos y primates, así como aves, anfibios y peces. No obstante, los roedores y los conejos son los más empleados, tanto por su facilidad de manejo y reproducción como por su bajo coste de mantenimiento.
Además, señala que solo un pequeño porcentaje de los millones de animales sacrificados en laboratorios cada año se destina a la investigación con fines médicos, y que el resto son utilizados en pruebas armamentísticas y militares, en las prácticas docentes, o para probar o desarrollar un sinfín de nuevos ingredientes y productos, como el bótox (un producto muy popular que se testea rutinariamente en ratas para chequear la fuerza de la toxina botulínica, empleada para reducir las arrugas).
Quienes repudian estas prácticas afirman que existe ya una gran cantidad de métodos alternativos a la experimentación con animales, como los cultivos in vitro de células, tejidos y órganos obtenidos de cadáveres para probar diversos productos farmacéuticos, como vacunas, antibióticos y proteínas terapéuticas.
Estos mismos detractores recuerdan que, actualmente, hay un proyecto de investigación en marcha que desarrollará microchips transparentes de silicona que contienen tejido vivo humano y bombas para replicar las funciones de los órganos.
Sin duda, la utilización de animales en los laboratorios no deja indiferente a muchas personas. Los defensores arguyen que los trasplantes, los medicamentos y la medicina moderna se han servido de ellos, y los detractores apuestan por métodos alternativos.
Buena prueba de la división de opiniones se refleja en un informe del Eurobarómetro publicado en 2010, según el cual, un 44 por ciento de los ciudadanos europeos apoya la experimentación científica con animales, porcentaje que aumenta si se trata de ratones y disminuye si se incluye a perros y simios. Los españoles son los más permisivos, con un 65 por ciento, mientras que los luxemburgueses muestran el mayor desacuerdo, con un 29 por ciento. Ahora bien, tres de cada cuatro europeos creen que solo deberían permitirse las pruebas relacionadas con enfermedades graves o mortales.

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