Reportajesin noticias de salka y de urría


Dos madres de acogida españolas buscan desesperadamente a dos niñas saharauis a quienes han estado cuidando durante años y los padres biológicos no dejan que regresen.
Los pensamientos de Marisa Urda y Ester Ruiz, dos madres de acogida, una de un pueblo de Ciudad Real y la otra de Barcelona, viajan cada mañana hermanados hasta el desierto del Sahara, hasta los campamentos de Tinduf, donde se encuentran sus hijas de acogidas, Salka y Urría, de las que no saben nada desde hace meses.
Sus historias de solidaridad, lucha, entrega y dolor son como dos gotas de agua. Ambas acogen a dos niñas saharauis durante años, dos niñas gravemente enfermas, que cuando estas madres coraje logran sacarlas adelante, los padres biológicos las reclaman y ya no les dejan volver a España. Marisa y Ester están destrozadas, nadie les dice cómo están sus niñas, como se encuentran y si, finalmente, podrán volver a verlas.
"Salka tenía ocho años cuando llegó a mi casa y pesaba 15 kilos. Era un bebé de ocho años, un bebé con síndrome de Down, celiaca, con graves problemas de salud, a quien le costaba hasta respirar porque tras realizarla unas pruebas médicas descubrimos que tenía un plástico en la nariz", explica a Servimedia Marisa Urda, una mujer que está dispuesta a llegar a donde sea necesario para volver a saber de su niña, a la que ha cuidado durante nueve años, junto a su marido Valentín Cabrera y sus dos hijas de 26 y 25 años.
Marisa, que recibió en 2011 el 'Premio Solidaridad' de la Diputación de Ciudad Real por su labor "desinteresada y generosa" con esta niña saharaui, ha recogida firmas para reclamar su vuelta, "he llamado a todas las puerta, he escrito al Rey, que me ha dicho que trasladara mi caso al Ministerio de Asuntos Exteriores", porque "Salka no puede perder en meses todo lo que ha conseguido durante años", afirma angustiada.
Ester también está desesperada porque no tiene noticias de Urría, que ya tiene 11 años y teme por su estado de salud porque padece una grave enfermedad del sistema linfático.
"En el año 2007 la Generalitat me ofreció poder acoger a una niña enferma que había evacuado. Tenía cinco años y presentaba tumores en la mano y en la barriga. Era una niña muy frágil. Le hicimos un montón de pruebas y lo que le pasaba es que su sistema linfático no se puso en marcha cuando nació y la grasa se acumulaba y formaba tumores. La operaron, empezó la lucha, afrontar el déficit vitamínico que padecía, ir a rehabilitación, una dieta sin grasa, usamos un aceite especial que me dieron en el hospital y en un año, la niña mejoró muchísimo. Empezó a ir al cole y al llevar la dieta controlada se le cortaron las diarreas".
Y entonces empezaron los problemas porque al enterarse la madre biológica de que su hija se había curado "me la reclamó. Se la tuve que enviar con todo mi dolor, pero en Semana Santa del 2008 la madre me llamó para decirme que la niña se moría y que era mejor que me la volviera a llevar. Viajamos mi marido, mi hija y yo hasta Tinduf para llevarle el aceite que tomaba y los tratamientos. Ese verano pudo volver a mi casa tras pasar un tribunal médico y ha estado con nosotros hasta diciembre de 2012. Su madre vino a Barcelona y se la llevó".
Los pensamientos de Marisa y Ester sobrevuelan cada mañana los campamentos de refugiados de Tinduf y se encuentran con los de Salka y Urría que ansían volver con sus otras madres, las madres españolas que las recuperaron.

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