Ricardo Legorreta, el arquitecto que quiso hacer feliz a la gente

  • "Tenemos que hacer casas y edificios que hagan a la gente feliz, más que para que salgan en las revistas", manifestó en octubre pasado el arquitecto mexicano Ricardo Legorreta (1931-2011), fallecido hoy en Ciudad de México tras haber hecho de esa idea uno de los principales motores de su carrera.

Rubén Figueroa

México, 30 dic.- "Tenemos que hacer casas y edificios que hagan a la gente feliz, más que para que salgan en las revistas", manifestó en octubre pasado el arquitecto mexicano Ricardo Legorreta (1931-2011), fallecido hoy en Ciudad de México tras haber hecho de esa idea uno de los principales motores de su carrera.

Legorreta hizo gala de ese empeño hasta sus últimos días, y este pasado verano se le pudo escuchar animando a los habitantes de la capital de México a recuperar su esplendor y convertirla en una de las más habitables del mundo.

Esa "preocupación permanente" de Legorreta por la organización del "espacio público para la gente" y por "hacer comunidad en la ciudad" fueron los argumentos esgrimidos por el alcalde del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, para concederle la Medalla y Diploma de la Ciudad de México.

El mencionado es sólo uno de los muchos premios y reconocimientos que recibió el autor en sus 80 años de vida y sus más de 50 de carrera.

No en vano se trata del arquitecto mexicano más prestigioso a nivel internacional y el único en su país que ha recogido el prestigioso "Praemium Imperiale" que otorga la Asociación de Arte de Japón y que le fue entregado el pasado mes de octubre.

Entre otros, contaba también con el Premio Nacional de las Artes de México, que recibió en 1991; y con la Orden de Isabel la Católica que le otorgó el Gobierno Español en 2001.

Más recientemente, el 22 de septiembre recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En la víspera de este reconocimiento, Legorreta hizo una enconada defensa de las raíces de una civilización frente a la pérdida de valores fundamentales que lleva consigo la globalización actual.

"Hay movimientos que desprecian sus orígenes y consideran que todo lo que representa al pasado no tiene valor y, por tanto, tiene que ser destruido", expuso Legorreta, que criticó que estas tendencias sólo reconozcan la moda e identifiquen la tecnología como un fin, y no como herramienta.

"La globalización lastima esta disciplina, al generar posturas muy peligrosas como los 'arquitectos estrella', que pueden edificar en cualquier parte del orbe", añadió entonces.

En contraposición, la obra de Legorreta estuvo guiada por la idea de que la perfección no reside en "el edificio más caro o el edificio más alto", como llegó a afirmar en alguna ocasión, y trató siempre de ofrecer una visión contemporánea en convivencia con la arquitectura tradicional de su país.

Legorreta fue uno de los pioneros en acondicionar edificios históricos como recintos culturales o sociales y su estilo es mundialmente conocido por sus líneas audaces y sus construcciones llenas de color.

Llegó a asegurar que fue de niño cuando descubrió cómo la gente buscaba que la luz del sol iluminara su actividad dentro de las casas, y que ese elemento, junto al uso del agua y del color, "es lo más básico de la arquitectura, por encima del simple hecho de construir".

Ejemplos de ello son el edificio del Hotel Camino Real de la capital mexicana, el Museo del Niño y la remodelación del Zoológico de Chapultepec, en la misma ciudad, o el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey.

Además, destacan en Estados Unidos obras como The Tech Museum of Innovation en San José (California), el Complejo Solana en Dallas (Texas), en España el hotel Sheraton Bilbao y en Nicaragua la Catedral Metropolitana de Managua.

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