Rita Levi Montalcini, una vida dedicada a la ciencia y a la investigación

  • Una vida dedicada a la ciencia y a la investigación definen la larga trayectoria de la neuróloga y premio nobel de Medicina en 1986 Rita Levi-Montalcini, fallecida hoy en su residencia de Roma a los 103 años de edad.

Roma, 30 dic.- Una vida dedicada a la ciencia y a la investigación definen la larga trayectoria de la neuróloga y premio nobel de Medicina en 1986 Rita Levi-Montalcini, fallecida hoy en su residencia de Roma a los 103 años de edad.

Nacida en Turín el 22 de abril de 1909 en el seno de una familia judía, sostenía que la vida tiene valor si se concentra la atención sobre el mundo que nos rodea y no solo sobre uno mismo.

"Creo que más allá de haber obtenido importantes contribuciones en el sector científico, he satisfecho mi gran deseo juvenil: el de dedicarme a las personas que necesitan de ayuda", explicó a Efe la científica hace tres años con motivo de la celebración de su centenario.

Mujer excepcional, no dudó en romper con los esquemas de la sociedad al optar por dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo y no formar una familia como dictaba la tradición de la época.

"La ausencia de complejos psicológicos, la tenacidad de seguir el camino considerado justo y la costumbre de infravalorar los obstáculos es lo que me han ayudado a afrontar las dificultades de la vida", dijo en una ocasión a la revista Science.

Modesta aseguraba al ser preguntada por su inteligencia, que esta era "más que mediocre", creía que sus únicos méritos eran "el compromiso y el optimismo" y consideraba que "un inicio pesimista equivalía a un inicio con una derrota".

Gran defensora de la emancipación femenina y de la importancia del rol de la mujer en la sociedad moderna, aportó su grano de arena a esta causa con la Fundación Rita Levi Montalcini Onlus, que concede ayudas para el estudio a las jóvenes africanas.

Montalcini fue además muy activa en la lucha por asegurar un futuro a los jóvenes investigadores en Italia.

Un objetivo por el que se batió hasta sus últimos días, como demuestra el llamamiento que hizo al Gobierno tecnócrata de Mario Monti para introducir modificaciones en el decreto ley para el Desarrollo, al asegurar que ponía en peligro la transparencia en la asignación de fondos públicos a los proyectos de investigación.

Su vida estuvo marcada por los éxitos y por los reconocimientos, pero también por momentos difíciles, como su marcha a Bélgica en 1938 ante la corriente antisemitista que azotaba Italia bajo el régimen de Benito Mussolini, o la nostalgia de su país durante sus años de investigación y enseñanza en Estados Unidos, donde residió entre 1947 y 1977.

Su éxito más importante a nivel científico llegó a principios de la década de los cincuenta, con el descubrimiento del factor de crecimiento del sistema nervioso, que casi tres décadas después le valdría el premio Nobel junto a su colaborador, el bioquímico estadounidense Stanley Cohen.

Un descubrimiento que, según ella misma explicó, "tuvo lugar por casualidad" en su laboratorio y que sirvió "para afrontar patologías neuronales degenerativas que, al comienzo del tercer milenio, afectan a una parte imponente de la población mundial".

En agosto de 2001 recibió otro de los grandes reconocimientos de su vida por sus logros sociales y científicos al ser nombrada en Italia senadora vitalicia.

Un papel que desempeñó con la misma tenacidad que había manifestado en su trayectoria científica y que le valió, en más de una ocasión, diferentes ataques en el Parlamento.

Preguntada sobre el secreto de su vitalidad confesó, ya superados los cien años, que este se basaba en "comer como un pajarito" y "mantener intacto su interés por las noticias políticas y de la vida del país".

"El cuerpo que haga lo que quiera, yo no soy el cuerpo: yo soy la mente", aseguraba.

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