Roma recuerda la ignominia nazi perpetrada hace 70 años en su gueto

  • Hace exactamente 70 años, Roma fue testigo de la primera deportación de judíos del país, una trágica efeméride que permanece en la memoria colectiva de la ciudad pues fueron solo 16 los supervivientes de los 1.024 que fueron arrestados y llevados a los campos de exterminio nazi de Europa.

Gonzalo Sánchez

Roma, 16 oct.- Hace exactamente 70 años, Roma fue testigo de la primera deportación de judíos del país, una trágica efeméride que permanece en la memoria colectiva de la ciudad pues fueron solo 16 los supervivientes de los 1.024 que fueron arrestados y llevados a los campos de exterminio nazi de Europa.

A pesar de que el gueto judío, en el corazón de la capital italiana, se ha convertido en un barrio moderno plagado de cafeterías y restaurantes, aún permanece el recuerdo de la ignominia que, según aseguró hoy a Efe el historiador Marcello Pezzetti, "constituye la mayor afrenta llevada a cabo a los judíos romanos".

Entre los geométricos y grises adoquines que cubren el milenario suelo del gueto, decenas de ellos destacan por un insólito color dorado en el que está inscrito el nombre y la fecha del deportado en aquella trágica madrugada.

"Aquí fue capturada Emma Vivanti, nacida en 1882 y deportada a Auschwitz el 16 de octubre de 1943", reza uno de estos adoquines metálicos presentes en el barrio judío de Roma.

Y es que en esa fecha, el 16 de octubre de 1943, Roma se despertó con los gritos de cientos de familias judías que se vieron arrestadas por las fuerzas policiales nazis presentes en la capital italiana.

En los días previos al 16 de octubre, el jefe de la policía alemana presente en Roma, Herbert Kappler, recibió un esclarecedor telegrama de las oficinas del propio Heinrich Himmler, el todopoderoso jefe de las tropas SS, en Berlín.

"A tenor del interés de la actual situación política y, en concreto, de la situación de Italia, los judíos del país deben ser inmediatamente eliminados. Posponer la operación supondría permitir a los judíos, que están al corriente de nuestras operaciones, esconderse en la casa de los italianos", especificaba la misiva.

Fue a raíz de este hecho cuando la maquinaria nazi comenzó a funcionar con el objetivo de cumplir con las directrices marcadas por la capital del Reich alemán.

Kappler representaba al brazo policial, los ejecutores que, a su vez, seguían la batuta de un mando militar representado por el comandante Beiner Stahel y del diplomático Friedrich Moellhausen, cónsul general alemán en Italia y cuyos rostros se exponen en la exposición que el céntrico Altar de la Patria de Roma acogerá desde hoy hasta el próximo 30 de noviembre bajo el título "La caza de los judíos de Roma".

Los 365 policías alemanes presentes en la capital italiana siguieron las órdenes de Berlín y procedieron con el arresto, que concluyó en una deportación masiva, la primera en el país.

Las órdenes de Berlín estipulaban que de los 14.000 judíos que vivían por entonces en la ciudad -no solo en el gueto-, 8.000 debían ser "inmediatamente" deportados, una cifra alejada del millar que lograron apresar a causa, según el joven Kappler, "de la pasiva colaboración de los romanos".

70 años después, la tragedia ha protagonizado la agenda política y social de las instituciones italianas, que, en los últimos días, han llevado a cabo actos en los que se ha recordado esta fecha marcada en rojo en el calendario de la capital.

El martes el Senado italiano daba luz verde casi por unanimidad a la inclusión en el artículo 414 del código penal del "delito de negacionismo", que condenará a quien haga apología del nazismo y niegue el Holocausto con penas de prisión de 1 a 5 años.

La comunidad judía de Roma ha celebrado hoy, además, un acto solemne en su monumental sinagoga enclavada en pleno barrio judío, a orillas del Tíber.

Durante este acto en memoria de los afectados por esta tragedia hace 70 años, el presidente de la República de Italia, Giorgio Napolitano, fue recibido por los aplausos de los asistentes, que escucharon como el alcalde de la ciudad, Ignazio Marino, reconocía que Roma "debe arrodillarse" ante ellos.

También se leyó una carta del papa Francisco en la que instó a las nuevas generaciones a no dejarse llevar por la ideología y a "no bajar la guardia contra antisemitismo o cualquier acto racista".

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