Ha vuelto a ocurrir. La otra cara de la curva de fallecidos, la que dibujan los estudios sobre el exceso de mortalidad, está otra vez muy por encima de las cifras oficiales. Tanto el recuento del Instituto Nacional de Estadística (INE), como el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), hablan de un exceso de defunciones de más de 20.000 fallecidos frente a las estimaciones del año anterior, desde el 20 de julio hasta la primera quincena de noviembre. Las dos fuentes aportan cifras similares que, tal y como pasó en primavera, se alejan de las 12.829 muertes por Covid que el Ministerio de Sanidad incorporó en el mismo periodo.
Las muertes observadas durante el segundo envite del virus que sobrepasan a las previsiones con referencia en el año anterior, se suman a las que el MoMo ya exhibió la pasada primavera. Así, este sistema de monitoreo evidencia dos periodos muy marcados donde la letalidad se disparó en nuestro país. Del 10 de marzo al 9 de mayo, España acumuló, 111.253 decesos por cualquier causa, 44.593 fallecidos más de lo esperado. Después, entre el 20 de julio y el 15 de noviembre, el país incorporó 138.451 decesos en total, lo que deja 20.096 defunciones fuera de las estimaciones.
El MoMo no atiende a las causas detrás de los fallecimientos, pero hay una coincidencia evidente entre los periodos de repunte de la curva Covid y los momentos en que el radar del monitor detecta una fuerte desviación. El INE apunta a diferencias similares. A fecha del 2 de noviembre -lo que abarca las 45 primeras semanas del año-, el instituto elevó el acumulado de fallecidos en España a 423.790 personas. Esto supone 66.852 decesos por encima de las cifras que el organismo registró en el mismo periodo del año pasado. Si de esta diferencia se extraen las muertes que el ministerio atribuía a la pandemia hasta ese mismo 2 de noviembre -36.257 decesos-, quedan más de 30.500 óbitos en el aire.
Si se estrecha el cerco sobre la segunda ola, la cartera de Salvador Illa pasó de reflejar 28.424 decesos en la columna del dato histórico a 20 de julio, a contar 41.253 el 15 de noviembre. La diferencia es notable cuando se mira semana por semana. Del 2 al 8 de noviembre, el INE recogió 10.207 muertes de cualquier causa: 2.546 por encima que hace un año y un 58% más 1.054 que los 1.054 fallecimientos por Covid que la cartera anotó en los siete días previos.
El embotellamiento de las estadísticas
Las tablas del departamento no llegan a los 13.000 decesos en este segundo tsunami, frente a los más de 20.000 óbitos de exceso que marcan tanto el INE -en un periodo muy similar-, como el MoMo. La primera ola generó hambre de datos en un país donde los equipos de Salud Pública, además de exiguos, acumulaban años de manifiesta falta de recursos. Con más urgencia por las estadísticas que manos suficientes para actualizarlas, el embotellamiento en las cifras no se hizo esperar.
Los retrasos -y la falta de un criterio único para cifrar la evolución de la pandemia en todo el territorio nacional generó desviaciones y duplicidades que el departamento de Illa trató de corregir a posteriori en varias ocasiones. La última llevó a incorporar, de golpe, más de 1.600 fallecidos nuevos el miércoles 4 de noviembre. Pese al vaivén de las estadísticas, las diferencias entre los números de las tablas oficiales con otros estudios que abordan el exceso de mortandad deben tomarse con precaución.
Especialistas de la rama sanitaria y epidemiológica consultados por este medio coinciden en que, bajo los decesos por contagio, el iceberg de la pandemia esconde un alud de muertes por enfermedades crónicas, retraso en el diagnóstico y suspensión de consultas y cirugías que, indirectamente, también forman parte de la onda expansiva del virus. Las conclusiones del MoMo también son válidas para respaldar esta puntualización, pues los mayores exceso de letalidad se han concentrado en los grupos de edad de mayores de 74 y entre los 65 y los 74 años. Edades de riesgo frente al virus, sí, como también aquellas donde más minuciosa es la asistencia y el seguimiento a las enfermedades crónicas.
De vuelta a las muertes fuera de lo previsto, el MoMo utiliza la información diaria de casi 4.000 registros civiles, informatizados y con datos de todas las provincias españolas. La muestra analizada atiende al 93% de la población española, lo que permite contrastar los resultados entre CCAA. Así, en esta segunda ola las regiones que han registrado un mayor exceso de mortalidad son Andalucía (24.7%), Aragón (56.2%), Asturias (41.9), Castilla y León (42.4%), Castilla La Mancha (34.9%), Cataluña (27.0%), Comunitat Valenciana (16.6%), Extremadura (42.9%), Galicia (18.0%), Comunidad de Madrid (29.8%), Murcia (42.1%), Navarra (48.9%), País Vasco (25.8%) y La Rioja (82.1%)*.
Las semanas en las que cada territorio sufrió más muertes de las previstas varían, así como los momentos en que las padecieron. Algunas CCAA solo han registrado excesos en un par de ocasiones, mientras que otras acumulan hasta cuatro semanas separadas en lo que va de pandemia. Entre otras cosas y nunca tomando este valor individualmente, un vistazo a las gráficas del MoMo permiten comprobar cómo ha controlado cada región el brote en cada momento. Mientras que regiones como Baleares, Canarias, Cantabria no han vuelto a reflejar esta desviación desde la primera ola, otras como Asturias han registrado mayores desviaciones en el segundo envite que en el anterior.
*Se han tomado los porcentajes de los últimos periodos en que cada CCAA registró excesos de mortalidad desde la nueva normalidad. No se ha tomado la misma semana para todas las regiones.
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