En plena crisis del coronavirus

Silvia Sánchez, policía en prácticas: "He parado a un señor por pasear a su ganso"

Silvia, policía en prácticas
Silvia, policía en prácticas
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Silvia Sánchez Rodríguez siempre ha soñado con ser policía, "desde pequeña", y no porque en su familia hubiera ningún agente sino "porque siempre me ha gustado ayudar a los demás". En la Academia de Ávila estudió nueve meses y en ninguno de los cursos nadie le contó un escenario similar al que está dejando el estado de alarma decretado a mediados de marzo y en el que está acabando sus meses de prácticas con escenas como un hombre paseando a su ganso al que tuvieron que avisar.

También se le llenan los ojos de lágrimas cuando escucha los aplausos de las 20:00 horas desde el coche y los devuelve encendiendo la sirena. Los más veteranos le aseguran que ahora hay menos delincuencia, "aunque la hay", y en su caso todavía no ha tenido "ningún finado" como otros de sus compañeros con los que habla de sus intervenciones al acabar la jornada antes de regresar a casa donde le espera uno de los padres más orgullosos de Moratalaz "por cumplir mi sueño". 

Le quedan poco menos de siete semanas, "hasta el 11 de junio... con n", recalca para que no añadamos 30 días más,  para dejar de ser policía en prácticas. De su primer día después de graduarse recuerda los "nervios". Asegura que "sales de la academia y no te acuerdas de nada de lo que decían los libros", pero para eso están los compañeros, sus "veteranos" que al principio "nos miman un poco". Aquel día tuvo que enfrentarse a una situación en la que una persona que sufría esquizofrenia y no se había tomado la medicación estaba en la calle intentando agredir a las personas mayores. Tocó tranquilizarle mediante el diálogo.

Y precisamente lo mismo sucedió en pleno confinamiento cuando en el coche patrulla en el que iba junto a su 'veterano' Jesús entró una llamada de auxilio. Una persona que se encontraba inconsciente con signos de haber sufrido una parada cardiorespiratoria. Su esposa, a la que intentó calmar en todo momento esta madrileña de 36 años, les dijo que días antes había padecido síntomas compatibles con el coronavirus, pero eso no impidió que estos policías de Torrejón de Ardoz (Madrid) empezaran con la reanimación hasta que llegaron los agentes sanitarios.

Dos finales felices en dos intervenciones que, sin duda, sabe que no es la tónica general. En particular, sabe que todavía queda el peor escenario posible, refiriéndose a que no ha llegado a ningún escenario donde hubiera una persona fallecida. "Pero cuando llegue haré todo lo que pueda porque para eso nos han preparado", apunta. 

Tampoco ha llorado de servicio, aunque sabe que lo hará. Estuvo muy cerca en esa intervención en la que junto a Jesús y Sandra salvaron a la vida a un señor al que quieren pasarse a ver en el hospital, donde sigue luchando por su vida en la UCI. De esa situación no olvida "cómo a los familiares se les acaba el mundo y por muchas palabras y frases que les diga les suena todo a chino porque se les venía todo el mundo abajo".  Caso a caso, con menos delincuencia que en cualquier otro momento de la historia de España va restando días a ese momento en el que se acaben las prácticas y sepa la nota con la que cuenta para poder elegir destino. Sumarán su nota de la academia, la puntuación de la oposición y la que obtenga en las prácticas.

Es el último paso de una carrera que ha tenido sus altibajos y años difíciles en cuanto al número de plazas en la Policía Nacional. Su madre falleció este verano, pero "sabía que le hacía mucho ilusión verme empezar a trabajar y pudo. Ahora también lo hace desde donde esté", recuerda. Cuando llega a su casa sigue un estricto protocolo para desinfectarse y no le da un abrazo a su padre hasta que guarda la ropa que lleva para meterla en la lavadora, se quita los guantes, se desinfecta las manos y se ducha. "También me gusta fregar el suelo para desinfectar aún mejor". 

Silvia tiene claro que la policía "es mi sitio" y está "muy feliz de haberlo conseguido". Cree que los policías son "especiales" y por su afán de echar siempre una mano al que tenía enfrente ha acabado en un cuerpo donde su destino ideal sería seguridad ciudadana, "estar en la calle patrullando", que es precisamente en lo que está ahora después de pasar por otras áreas. Es consciente de que está viviendo un momento único  y en el que a los policías se les da las gracias todos los días y, "aunque es duro por todo lo que está ocasionado en virus, es muy bonito de vivir para una persona policía y mucho más en prácticas". No olvida por supuesto cada vez que acuden a felicitar el cumpleaños a los más pequeños antes de que pudieran salir desde hace unos días a la calle.

Por ahora, cada mañana seguirá subiéndose a su patrulla y lo primero que harán será "desinfectar el coche" y después ponerse guantes y mascarillas y empezar con su trabajo. "También llevamos una pantalla y una bata por si la situación requiere que nos protejamos más".

En la radio llega menos delincuencia, pero se incrementan las llamadas de personas con algún problema psicológico, intentos de suicidio, disputas domésticas... el encierro está haciendo que la gente pierda más rápido los nervios. Hasta hace poco el número de teléfono 091 había gestionado hasta 250.000 llamadas y muchas eran personas que solo querían hablar con alguien. "Al final estoy viviendo una forma de vida diferente donde nada es habitual. Vas con el coche patrulla y está todo cerrado, apena vemos gente por la calle..." cuenta una policía en prácticas que no olvidará a ese señor al que tuvieron que pararle y preguntar qué hacía paseando a "un ganso". Cosas del confinamiento que sin duda no tendrá que volver a resolver esta agente a la que su profesión le "ilusiona y emociona". 

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