"Terremotati", nómadas en los Abruzos

  • Viven en tiendas provisionales, viajando de un campamento a otro o con la bolsa preparada por si la tierra vuelve a temblar. Más de 20.000 italianos siguen sin tener un techo después del seísmo de los Abruzos.

"Mi barrio está muerto, no hay nadie allí" nos cuenta Ivana, de 45 años, una de las 22.000 personas que hace seis meses vio como el terremoto que sacudió la región de los Abruzos arrasó con todo, destrozó familias, hogares, negocios, historia…A poco más de 500 metros del barrio de Ivana en el L'Aquila, se erige una ciudad muy distinta, una "tendopoli" llamada"campo de Collemaggio", sus edificios son tiendas de campaña de color azul; sus restaurantes, comedores comunes; sus vecinos, ciudadanos a los que un temblor truncó la vida. "Vivir en las tiendas resulta muy duro en estos momentos, aquí en el L'Aquila las temperaturas están por debajo de los cero grados", explica Lorenzo Andreoi, jefe de voluntarios de Cruz Roja del campamento de Collemaggio.En este campamento viven 190 personas de las más de 6.000 que se encuentran diseminadas en 60 "tendopoli" de la región. "El campo contaba con actividades recreativas, había incluso un cine", explica Lorenzo, "pero ahora se está desmantelando".De hecho, si todo hubiese ido como el Gobierno preveía, los campos deberían haberse cerrado antes del 30 de septiembre. Sin embargo, sólo a unos pocos afortunados les espera "su casa" al otro lado de estos campamentos, en la mayoría de las ocasiones la tienda de campaña se sustituye por un albergue, una roulotte, un vagón de tren o un cuartel."La situación es todavía muy difícil. En l'Aquila han dado unas 1.100 casas y fueron 22.000 personas las que la perdieron", explica el periodista italiano Gianluca Mancuso, a lainformacion.com.Un juego de letrasHace una semana que Marco Galluci abandonó el campo de Tempera, "las temperaturas no eran muy altas, el último día hizo menos tres grados". Ahora vive en una caravana delante de su casa, está esperando a que lleguen los técnicos para que evalúen cuánto dinero le corresponde por los desperfectos. "En cuanto el Ayuntamiento diga que sí a las ayudas, empezaré a arreglarla" relata Marco, "podrían pasar dos meses, como máximo seis".Los desperfectos en las casas los están clasificando un equipo de ingenieros con letras que van desdela "A" hastala "F".Ésta última corresponde a aquéllas viviendas que deberían tirarse y volverse a construir, mientras que conla Ase designa a las edificaciones a las que les corresponde una menor reestructuración."Paradójicamente los que mejor están son los que han perdido la casa porque el Estado les da una, sin embargo los que la tienen todavía en pie y que necesitan solamente una reestructuración, son los que están peor porque no pueden volver", relata Gianluca desde su redacción en Roma."Un destino guiado por una B""Voy a menudo a ver mi casa" explica Ivana Cantatore, "no están haciendo nada, como se quedó el 6 de abril, así continúa. Tienen que hacer muchos trabajos pero hay mucha burocracia por detrás".El piso de esta dependienta de 45 años está calificad0 con una "B", una letra que ha marcado el destino de sus últimos seis meses. Durante las primeras semanas vivió con su familia en una tienda de campaña, de ahí le enviaron a un hotel en la costa, en Martinsicuro, a más de100 kilómetrosdel L'Aquila, su ciudad.A mediados de septiembre volvieron a trasladar a Ivana y su familia (un marido desocupado, dos hijos y una madre poliomelítica)a una residencia a120 kilómetros de su trabajo. "Hay de todo, mi madre tiene hasta baño para ella. La única cosa es que con mi madre como está querría que estuviese más cerca, es impensable hacer esa distancia todas las mañanas".Precisamente, han sido esos 120 kilómetroslos que han generado una pequeña diáspora en el hogar de Ivana, "ya nunca estamos la familia junta, mis hijos se han tenido que ir a vivir con sus parejas para mantener el trabajo, y yo me he venido a casa de mi tía".Ivana se siente decepcionada, no ve el fin a su continuo periplo: "Dijeron que nos entregarían las casas antes del 25, ahora dicen que tiene que estudiar la documentación (…) es inútil que nos tomen el pelo, a final de año estoy segura de que seguiremos en la residencia. Estamos cansados, no encontramos la solución y las palabras se las lleva el viento."… Y el temblor continúa Evelina Cruciani ha pasado cinco meses viviendo en diversas tiendas de campaña, un mes en un vagón de tren y ahora, su último hogar, es una caravana enfrente de su casa. Añora volver al piso que habita desde que era una niña, está a punto de cumplir los 60 años y sin embargo algo se lo impide: la tierra de los Abruzos sigue temblando y sacudiendo la desconfianza de sus ciudadanos. "Tengo miedo de dormir en casa porque todavía hay réplicas", explica, "todo mi barrio está como yo, tenemos una roulotte o una tienda a la puerta. Nos dicen que han puesto el gas, que las casas ya son habitables y que aunque todavía quedan arreglos, ahí las tenemos".A Evelina le gustaría volver al compartimento de tren donde estuvo viviendo el último mes, afirma que allí se sentía segura, "el problema es que mi casa fue clasificada con una A, como dicen que puedo volver tendría que pagar 18 euros por cada noche que estuviese en el vagón".En el barrio de Evelina decenas de caravanas se amontonan a la puerta, son la imagen del miedo de sus ciudadanos: "Duermo casi vestida, con la bolsa de emergencia preparada por si debo salir. Sé que tengo que volver a casa, hace mucho frío en la roulotte y tengo miedo de encender una estufa por si se quema algo".La tierra tembló por última vez el 19 de octubre, lunes, la intensidad fue de 3,5 grados. "El miedo lo tenemos en el cuerpo, pero nunca, ni siquiera el día del terremoto pensé en irme. Aquí he nacido, y aquí tengo que morir. Ha sido una tragedia grande, pero haremos todo lo posible para seguir adelante".Fotogalería: Tras el terremotoVídeo:Después del temblorGráfico: Las réplicas del terremotoFotografía:Una niña juega con un globo en uno de los campamentos | Flickr, Robclimbing

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