Un día entre agresiones, amenazas, o robos: trabajar en el centro de Hortaleza

Centro de menores de Hortaleza
Centro de menores de Hortaleza

Dicen que su trabajo es como cualquier otro, pero en todos los empleos no puedes volver a casa con la nariz rota, una amenaza de muerte o sin el móvil porque te lo han robado. Es a lo que se enfrentan los trabajadores del centro de menores de Primera Acogida de Hortaleza, que esta semana ha sido noticia porque fue asaltado por una banda de latinos pero que desde hace tiempo es la principal queja de los vecinos de este distrito madrileño que continuamente soportan robos en la zona a cualquier hora del día. La Información ha hablado con alguno de estos empleados de un centro que en ocasiones puede llegar a duplicar -o triplicar- su capacidad.

No todos los MENA (menores extranjeros no acompañados)  que allí residen son igual de conflictivos. La mayoría no protagonizan ningún altercado y se preocupan de asistir a sus clases y convivir en el centro sin alterar el orden. Pero hay otro grupo que sí. En el centro son conocidos como los del "club del pegamento o el disolvente". A estos jóvenes se les puede ver esnifando en bolsas de plástico en las calles colindantes. "El turno que más puede sufrir es el de la tarde y noche". Después de todo el día entrando y saliendo del centro cuando llegan al final del día "son más violentos".

Cuentan estos trabajadores, que no quieren revelar su identidad, que algunos compañeros se han tenido que coger una baja. La presión que viven de puertas para dentro solo lo saben ellos "y no todo el mundo lo soporta igual". Relatan algunas escenas de violencia por parte de los internos "que pueden tirar una silla o una mesa" en un momento de ira. Así hablan de algún compañero que acabó su turno o con la "nariz o con un brazo roto", además de alguna paliza que ha sufrido algún vigilante que ya ha recogido la prensa en otras ocasiones.

También escuchan amenazas. Relatan que "muchos de ellos vienen con la lección aprendida" y cuando se les recrimina algo "lo que dicen es no me toques que soy menor", seguido de un "cuida de tu vida". Los trabajadores fueron los encargados de llamar a la policía la noche del pasado domingo cuando en la calle empezó una revuelta entre los MENA y una banda de latinos que después se trasladó al centro. Entraron con palos destrozándolo todo porque uno de los jóvenes allí internado habría robado a un dominicano.

Fue un día más para los vecinos que saben lo que es que les tiren al suelo para robarles la cadena, sin respetar ni la edad, que te acorralen para pedirte el bolso o que te claven un machete en la pierna para pedirte la cartera. Tanto dentro como fuera del centro piden más medidas de seguridad.  Más presencia policial de puertas para afuera y para dentro más manos. 

Especial cuidado deben tener con sus objetos personales: móviles, bolsos, mochilas... "todo guardado bajo llave". Es lo que más roban a los vecinos de la zona. Una mujer de 90 años ha tenido que dejar de ir a misa porque no se atreve a pasa por delante de la puerta del centro desde que le dieron un tirón en el cuello para robarle la cadena. "Ya vamos sin joyas", asegura y sus hijos les piden que no saquen el bolso. Es raro que algún vecino no declare que cambia su itinerario si a lo lejos los ve venir incluso cuando sacan a pasear al perro.

Los MENA entran y salen de un centro en régimen abierto al que acuden profesores y hay instalaciones para hacer deporte. Hay veces que no abren ni la puerta, sino que saltan la pequeña vaya que los separa de la calle sin un destino concreto. "Se les ve merodear en manada", aseguran los vecinos. No son todos. Según datos ofrecidos por los Mossos d'Esquadra, el 18% de los MENAS que llegaron a Barcelona pueden caer en la delincuencia. Los datos en Madrid rozaría el 20%. 

Es en los últimos cuatro años cuando sus fechorías se incrementan. Además de móviles y joyas, su botín suele ser el dinero. Con él muchos consiguen ese disolvente que compran -o roban- en las tiendas colindantes, según recogía El Pera en un reportaje. El parque que rodea el centro estaría lleno de esas latas. Otro 'modus operandi' que tienen para conseguir el dinero es acercarse hasta el cajero automático que hay a escasos metros de una de las dos puertas del centro y asaltar a los que están sacando dinero. 

Al centro llegan sin nada. "En alguna ocasión alguno ha llegado hasta dos veces diciendo cada vez una edad diferente". Es habitual ver a coches de la policía aparcados a las puertas mientras gestionan el ingreso de alguno nuevo. En este centro están unas semanas, y luego se les destina a otros. Aquí se les suministra ropa, zapatos, todo lo necesario para el aseo así como desayuno, comida, merienda y cena. Tienen unos horarios que cumplir "pero si llegan tarde también se les atiende, por lo que pueda pasar".  Los trabajadores de este centro entienden a los vecinos que insisten en que no se trata de un tema de racismo, sino de poder vivir tranquilos y sin robos constantes. 

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