Azafatas, extras en la tele, donantes de semen... así sobreviven los universitarios

Estudiantes universidad
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"Se alquila habitación por 400 euros en un piso compartido". La oferta se ha convertido en un habitual para los estudiantes de carrera que quieren instalarse en Madrid y, el encarecimiento de los alquileres, ha sido el suelo fértil en el que han fructificado los trabajos precarios, con gran atractivo para las empresas, pero también para unos universitarios que obtienen de ellos la única opción que les permite compaginar sus estudios con una vida laboral que les aporte cierta independencia económica. El objetivo, en la mayoría de los casos, consiste en evitar los números rojos a final de mes y aligerar los costes de un hijo fuera de casa. Así, la temporalidad y la flexibilidad horaria son las características más frecuentes de las ofertas en las que se inscriben los estudiantes españoles y que van de las agencias de azafatas, a las de extras de televisión, pasando por los donantes de esperma.

Eva tiene 23 años y estudia el cuarto curso de Odontología en la Universidad Complutense. Sostiene que si su carrera no fuese presencial podría haber aceptado algún puesto de auxiliar en una clínica: "Allí lo que te ofrecen es ir en los picos de trabajo o una jornada de ocho horas y, en ambos casos, la remuneración es entendida como una propina". Al tercer año de estar en la universidad, entró como dependienta en una tienda del centro: "Mi jornada empezaba a las ocho de la mañana con la primera clase y acababa a la una de la madrugada cuando volvía del trabajo". Con este ritmo, sus resultados académicos se resintieron y no pudo avanzar al mismo ritmo que el resto de su promoción. 

Desde entonces, ha trabajado un verano a jornada completa seis días a la semana en un restaurante y conseguido tres meses de domingos en un Súpersol al módico precio de 4,5 la hora: "No renové porque creí que mi tiempo valía algo más". Desde hace unos meses, compagina las guías turísticas en el Santiago Bernabéu, por las que les pagan un plus por su conocimiento de inglés, francés y portugués; con sus 'cameos' de azafata en el IFEMA donde explica que "pagan mejor pero tengo tantos contratos que a veces no sé lo que firmo", y asegura, "hay que apuntarlo todo porque al ser tan puntual es difícil llevar un control". Habla del momento en que podrá dejar la casa de sus padres y reconoce que, en estas condiciones, "parece que no llegará nunca". 

El caso de Eva, que firmó hasta cinco contratos el pasado noviembre, refleja la dificultad de los alumnos de grado para optar a un puesto dentro del sector para el que se están formando, y así lo recogen las cifras del SEPE. El organismo detalla que hasta un 24,9% de los contratos que firman los estudiantes de entre 19 y 24 años están vinculados al sector de la hostelería, un 14,2% al comercio y otro 13,5% a la agricultura. Y ni rastro de sanidad, comunicación o I+D+i en el pódium.

A sus 21 años, Juan lleva a sus espaldas trabajos de todo tipo. Es de Huelva pero se instaló en Madrid para estudiar Derecho y define la capital como "una ciudad que te envuelve", con unos precios muy elevados donde, "cuando te quieres dar cuenta te has quedado sin dinero y tienes que hacer cosas que no quieres". El joven relata uno de sus momentos más  duros en la ciudad cuando tuvo que vender oro, concretamente una esclava y un anillo, "para poder pagarme la comida". Los padres de Juan cubren el alquiler pero la manutención queda de su cuenta, por ello, también ha trabajado como camarero en un McDonald's  y de cajero en un supermercado. Además, este estudiante relata que incluso hubo un tiempo en el que se convirtió en donante de esperma por 30 € la visita: "Me inscribí en la clínica Ividono donde podía ir a donar una vez por semana".

Ramón es un alumno de Historia de 19 años que se pasa los domingos llevando comida de puerta en puerta montado en una vespa. Antes de compartir piso con otros tres estudiantes en la capital, vivía con sus padres en Montilla, y son ellos los que pagan el alquiler pero, la experiencia de todo un año de estrecheces, le ha llevado a buscar un trabajo de fin de semana con el que sacar un extra para pasar el curso:  "Básicamente consiste en repartir pollos durante cuatro horas muy intensas aunque bien pagadas". Así, afirma que logra ganar alrededor de 50 euros cada fin de semana, a los que hay que sumar las propinas de los clientes "que se portan muy bien". 

A pesar de que en España la tasa de matriculación en estudios de grado no para de crecer, el caso de este montillano marca la regla y no la excepción. En septiembre de 201,  el porcentaje de jóvenes que abrieron expediente en la universidad fue del 33%, frente al 23,7% de 2008 y según las cifras del Ministerio de Educación y Formación Profesional, sin embargo, la mayoría de los contratos que firman los estudiantes cada mes no tienen nada que ver con su carrera. Con 19 años, Lautaro cuenta que, cuando se matriculó en el grado de Periodismo, nunca pensó que su primera oportunidad en la televisión consistiera en ir de público a los platós: "Mi verdadera carrera en la televisión empezó cuando fui de 'extra' al debate de las Elecciones del 28-A". Antes ya había pasado por las butacas de 'Gran Hermano', 'La Voz' y 'Got Talent'. El joven relata que el tiempo estaba bien pagado aunque se cobrase a mes vencido pero que "no es suficiente para vivir porque con 8 o 9 euros la hora tendría que ir todos los días como mínimo a dos programas".

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