Jenna Evans y su novio Bobby Howell se encontraban huyendo de unos ladrones en un tren. Entonces, a él se le ocurrió que para proteger el anillo de boda de Evans lo mejor es que ella se lo tragase. Pues dicho y hecho. Con un vaso de agua, lo engulló sin pensar.
Esta breve historia es el sueño de Evans. Todo, menos lo último. Porque cuando la mujer, natural de San Diego (California) despertó, se dio cuenta que el anillo no estaba en su mano. Se lo había tragado de verdad.
Lo que en principio parecía una divertida anécdota entre ambos, se tornó en un asunto más serio cuando el anillo le comenzó a provocar molestias en el estómago.
La pareja acudió al hospital, donde una radiografía mostró que efectivamente el anillo se encontraba en el interior de ella. Los especialistas no esperaron a que el objeto saliera de forma natural, por lo que le practicaron una endoscopia superior. Finalmente, el anillo volvió a su dueña.
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