Los travestis de la Ciudad Santa zarandean las normas

En el patio trasero de un bar, una tropa de drag queens con tacones de aguja y sombras de ojos vistosas fustigan, micrófono en mano, los tabúes políticos y religiosos de la muy conservadora Jerusalén.

Todo está permitido para "Allah Nash", como se llama la tropa. Un nombre formado a partir de la palabra árabe "Dios" y la hebrea "travestirse".

Su objetivo: reírse del ejército israelí y de los palestinos, parodiar las oraciones judías, interpretar a la cantante Barbra Streisand pegando una estrella amarilla a su vestido, burlarse de la sexualidad de los ultraortodoxos...

La anfitriona de la noche, Yosale, ve entre el público a un espectador con aspecto de yerno ideal. "Es lindo, de los que se pueden presentar al rabino", espeta el joven de peluca rubia y minifalda centelleante.

El video, con su sala pequeña, es el único bar gay de la ciudad santa. Se encuentra a unos cientos de metros de la Explanada de las Mezquitas, del Santo Sepulcro y del Muro de las Lamentaciones.

Una treintena de personas asisten al desenfrenado espectáculo musical que Allah Nash ofrece desde hace dos años, con una periodicidad que varía en función de la disponibilidad de los artistas y de su motivación.

Esta noche, Yosale, Fatma y Super Nova interpretan a chicas malas. Dicen palabrotas, escupen, beben y provocan al espectador.

En el espectáculo anterior, dos drag queens con uniforme del ejército israelí levantaban las piernas y disparaban al público con fusiles de plástico, al son de una canción militar en hebreo.

"Me gusta este humor muy negro, me gusta leer estupor en la cara del público que se pregunta hasta dónde vamos a llegar, me gusta introducir tensión política y religiosa. Hay que convertirlo en algo gracioso, no tenemos elección, o reímos o lloramos", explica Michael, alias Fatma, un aprendiz de actor de 23 años.

"Yo también soy un extremista en la ciudad de los extremistas y lo que me gusta por encima de todo es jugar con las fronteras morales", dice.

El joven creció en una de las ramas más ortodoxas del judaísmo (la lituana, en la que los hombres visten un sombrero de piel y un largo caftán), pero él nunca se ha sentido religioso y tiene la impresión de haber sido travesti toda su vida.

Michael y Yosi, alias Yosale, que también se crió en una familia ortodoxa, aparcaron la religión, hicieron pública su homosexualidad y cortaron los puentes con una parte de su familia.

Para la tercera componente del trío de esa noche, Super Nova, eso es impensable.

Super Nova es un árabe israelí que realiza el servicio militar en una base cerca de la ciudad cisjordana de Ramala. Su vestido ceñido resalta aún más su musculatura.

Le aterroriza la idea de que su familia o sus comandantes se enteren de que es homosexual. Bajo sus guantes de satén, el anillo de compromiso le recuerda constantemente que debe casarse con una joven musulmana.

Israel es un país pionero en el respeto de los derechos de los homosexuales, sobre todo en materia de adopción para las parejas del mismo sexo y en prevención de las discriminaciones. En Tel Aviv, los homosexuales gozan de libertad.

Pero a 40 km de allí, en Jerusalén, la realidad es muy distinta.

Las drag queen de la Ciudad Santa vivieron su era dorada al comienzo de los años 2000, en el centro gay Shoushan, que estuvo a punto de cerrar por un incendio criminal en 2005.

En julio de 2015, un ultraortodoxo mató a una adolescente de 16 años a puñaladas durante la Gay Pride de Jerusalén.

Una vez terminado el show, desafiando las amenazas, Yosi viste un abrigo de piel de leopardo sintética sobre su minifalda y sale del bar. "Lo peor que me puede pasar es que un taxista intente ligar conmigo", bromea.

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