Un laboratorio para probarse cuerpos

    • Científicos muestran la flexibilidad del cerebro para adaptarse a nuevas realidades corporales.
    • Las últimas pruebas revelan que cambiar de avatar virtual conlleva un cambio de comportamiento.

Tu cerebro es un tránsfuga en potencia. Cada mañana despierta, dirige la vista hacia abajo y comprueba que todo sigue allí, pero si despertara con el cuerpo de una bailarina, o un forzudo, no tardaría mucho en adaptarse. En el Laboratorio de Ambientes Virtuales de la Universidad de Barcelona (EventLAB) investigan cómo se adapta nuestro cerebro a los entornos de realidad virtual y han descubierto que este cambio corporal es mucho más sencillo de lo esperado.

El laboratorio de Mel Slater y Mavi Sánchez-Vives es una especie de probador de cuerpos virtuales en el que se utilizan las últimas tecnologías para investigar la forma en que percibimos. Desde hace unos años, su equipo pone a prueba lo que conocemos sobre la percepción corporal en entornos de realidad virtual, que permiten al sujeto sumergirse en todo tipo de situaciones y escenarios. En el último experimento de Slater, que se publicará en unos días en el Congreso de Realidad Virtual IEEE 2013, ha ido un paso más allá y ha descubierto que el comportamiento de las personas varía en función del avatar en el que se encarnan y que esta capacidad podría tener nuevas e interesantes aplicaciones.

Manos de goma, barrigas cerveceras

Para entender lo flexible que es nuestro cerebro en materia de percepción corporal, conviene remontarse al conocido como 'experimento de la mano de goma'. La prueba consiste en colocar al sujeto un brazo falso y ocultar a su vista su propio brazo. Al cabo de unos segundos, mientras el experimentador estimula de forma táctil el brazo verdadero y el falso, el cerebro del sujeto asimila que la extremidad de goma es suya y se sobresalta cuando el experimentador la dobla, o la pincha, por sorpresa.

En sus investigaciones, el equipo de Slater repitió esta prueba en realidad virtual y no solo vieron que funcionaba, sino que se podían introducir muchas otras variables. Así, por ejemplo, descubrieron que el cerebro admite que el brazo se estire hasta tres veces su longitud sin dejar de sentirlo como propio (siempre que se mantenga la estimulación multisensorial - ver vídeo), que un varón puede sentirse en el cuerpo de una niña pequeña y que un individuo delgado puede verse en el interior de un persona con una enorme barriga y sentirla como real y propia.

'Cada vez tenemos más evidencias de que el cerebro tolera muchos de estos cambios con bastante facilidad', explica Sánchez-Vives a lainformacion.com. 'A pesar de que nuestro cuerpo nos parezca que es algo firmemente establecido e inamovible, parece que el cerebro lo está recalibrando casi continuamente y que hay un 'refresco' continuo de la representación corporal'.

Uno de los factores más importantes en esta adaptación está en el gesto de mirar hacia abajo y ver nuestro propio cuerpo, indica Sánchez-Vives. En los experimentos, el sujeto se pone las gafas de realidad virtual y cuando abre los ojos tiene un cuerpo nuevo. 'Cuando miras y ves tus piernas y tus manos', explica, 'el cerebro interpreta que es tu cuerpo, porque esa señal en el mundo real siempre ha sido así: nunca ves el cuerpo de otra persona, tu cuerpo siempre está ahí'.

Cambio de cuerpo, ¿cambio de mente?

En la mitología griega, el dios Proteo cambia de forma y se transforma en león, serpiente, leopardo o cerdo antes de que Menelao lo atrape. Es por esto que se bautizó como 'Efecto Proteo' la versatilidad de las personas para comportarse de distinta manera en escenarios virtuales en función de sus distintos avatares (algo especialmente notable en videojuegos como el World of Warcraft, por ejemplo). Los primeros trabajos con avatares en dos dimensiones mostraron que tener una cara más atractiva o un cuerpo más alto afectaba al estado emocional de los sujetos en su interacción con otros. Encarnarse en un individuo de otra raza, por ejemplo, modificaba los prejuicios raciales. 'Si le dabas a alguien un avatar de una persona alta', relata Sánchez-Vives, 'la gente negociaba de forma más agresiva que si su avatar era más bajito. Nuestro aspecto físico tiene un impacto en nuestro comportamiento'.

La siguiente cuestión para los científicos de la Universidad de Barcelona era conocer si sucede lo mismo cuando nos introducimos en la realidad virtual y el sujeto se encarna en un cuerpo. 'Hemos visto en varios experimentos que no es difícil hacer creer al cerebro que tu cuerpo virtual es tu cuerpo', relata Slater, 'pero, ¿cambia tu comportamiento? ¿Cambia tu manera de ver las cosas con un cuerpo que es diferente del tuyo?'

Avatares con tambores

Para el experimento, que se publicará en unas semanas en la revista IEEE Transactions on Visualization and Computer Graphics, el equipo de Slater seleccionó a 36 sujetos de raza caucasiana y los dividió en dos grupos. A todos ellos les colocaron en un escenario virtual donde debían tocar el Yembé(un instrumento de percusión africano) acompañando a un personaje que aparece en la escena frente a ellos y frente a un espejo. A los miembros del primer grupo se les proporcionó el avatar de un joven de color, con peinado de rastas y vestido de manera informal. Al segundo grupo se les puso a tocar con el avatar de un blanco vestido de traje.

'Lo que vimos', resume Slater, 'es que aquellos con el cuerpo virtual más casual realizaban más movimientos físicos que aquellos que tocaban con el cuerpo formal con el traje. Cada participante tenía solo una condición y no sabía de la existencia de los otros, así que era algo espontáneo. Nuestra conclusión es que esto aporta pruebas de que el tipo de cuerpo que tú tengas influye en tu comportamiento y eso puede tener muchas aplicaciones interesantes'.

Estos resultados, concluye el estudio, demuestran que la inmersión en un cuerpo virtual pueden conducir a variaciones de comportamiento y posibles cambios cognitivos en función de la apariencia del cuerpo virtual. Y esto, apuntan, podría aplicarse en terrenos como el aprendizaje, el entrenamiento o la rehabilitación. 'Si le das a alguien la impresión de que tiene un cuerpo diferente', explica Mel Slater, 'entonces su comportamiento cambiará para adaptarse a ese cuerpo. Esto también implica que en lugar de ser una sola persona puedes aprender cómo es ser otra persona distinta, a ponerte en el lugar del otro'.

Para Slater, la posibilidad de conseguir de manera sencilla que alguien se ponga en el lugar del otro abre un mundo de posibilidades. Uno podría meterse en la piel de una persona de otra raza, de una persona maltratada o de alguien con distinto estatus social. 'Si aprendes cómo es ser una persona anciana', dice el investigador, 'puedes cambiar de actitud respecto al envejecimiento, por ejemplo. O si eliges a una persona muy rica y le pones en el cuerpo de alguien pobre, quizá aprenda algo sobre cómo es ser ese tipo de persona'.

Las posibilidades de esta tecnología no se limitan a desarrollar una especie de laboratorio de empatía o probador de vidas, sus implicaciones en programas de rehabilitación de fobias o trastornos perceptivos ya se están estudiando. El equipo de Sánchez-Vives, por ejemplo, indaga en el efecto que puede tener una de estas excursiones virtuales en el dolor crónico o en el miedo a las alturas. Y, dada la flexibilidad del cerebro, admite, no parece tan disparatado un escenario como el de la película 'Avatar', en el que personas con discapacidades físicas - como una tetraplejia, puedan moverse con avatares robóticos. En cualquier caso, advierte, aún queda un mundo por descubrir. 'El impacto que esto pueda tener', concluye, 'es algo completamente novedoso y que estamos empezando a intuir'.

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