Como en la crisis de 2008

Malvender oro para poder comer: la crisis por la Covid-19 ya desvalija los joyeros

  • Las tiendas de compraventa han levantado el cierre para encontrarse más ventas que empeños y muchas abuelas buscando dinero para sus hijos y nietos.
Venta de Oro
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Heraldo

Las tiendas de compraventa de oro han empezado a levantar el cierre. También trabajan con cita previa y a sus clientes habituales empiezan a sumarse los abuelos y padres de familia que venden lo que haga falta para subsistir ante la pérdida de empleos, los ERTE que todavía no han podido cobrar o la ausencia de ingresos entre unos autónomos que siguen pagando sus facturas. Son los mismos perfiles que ya acudían en la crisis de 2008 a estas tiendas de compraventa, un sector que teme que ya no quede mucho oro en los joyeros de las familias, que ya quedaron vacíos hace doce años. En sus mostradores se depositarán estos días anillos o colgantes, joyas de familia cuyos dueños jamás pensaron vender pero "en estos momentos hay poca mentalidad de que la situación pueda mejorar", relata uno de los compradores a La Información. Al menos es un buen momento: la cotización del oro subió este jueves un 2%, superando los 1.720 dólares por onza (este 2020 ha subido ya un 14%).

Eva lleva un año y medio comprando oro en un local de Vigo al que esta semana acudió una mujer de 60 años. Padecía una bronquitis crónica y estaba dispuesta a empeñar todo el oro que posee para evitar que su hijo trabaje durante la pandemia. "Es solo oro y lo que importa es mi salud y mi familia", decía, consciente de que probablemente tenga que volver a la tienda de compraventa. "Este mes traigo esto y el que viene Dios dirá...". Cobra una pensión y, dada su enfermedad, teme que la incorporación de su hijo de nuevo al entorno laboral suponga un contagio fatal. La dueña del local asegura que durante el confinamiento varias personas han llamado al teléfono que luce en la fachada de la tienda, pero hasta hace dos días no empezaron a dar cita: "No sabíamos las condiciones en las que se podía abrir". 

Eva teme que estos días los clientes lleven joyas 'especiales' -como aquellas que llegaban a su mostrador en 2008- que el coronavirus fundirá para siempre: "La gente está en alerta... y ya no es solo por lo que sucede. Temen lo que vendrá". En estos últimos cuatro días los clientes "llegan compungidos". Eva no es psicóloga, pero a veces lo parece. Mientras pesan el oro -dependiendo de los quilates el precio en esta tienda oscila entre los 26 y los 40 euros- casi todos los clientes acaban contando qué les ha llevado hasta allí. Por ahora, pagar facturas de la luz o el agua, el alquiler o poder hacer una compra son los motivos por los que se acercan hasta unos locales que ante las cifras del paro -la crisis sumó 282.891 más en abril y ha destruido ya 947.896 empleos- auguran que estas primeras ventas serán solo la punta del iceberg.

En otro 'Compro Oro' de Santander, ubicado en la calle Isabel II, se han encontrado el mismo escenario en las primeras cuatro llamadas que han recibido para pedir cita. Hasta allí llegó una abuela con unas pulseras para conseguir dinero para sus nietos. Tras la crisis de 2008, entre la clientela habitual había muchos que llevaban las joyas "porque no las querían, no por necesidad, como va a suceder estos meses". También esperan que "en las casas tengan oro para ayudar, porque por desgracia la gente que no tiene ahorros tampoco tiene joyas". Los dueños del establecimiento no son optimistas: "Llevo mucho ya en este negocio... es cuestión de tiempo que la gente venda oro para pagar facturas".  

En Madrid, los locales de compraventa de oro están abriendo tímidamente, a la espera de que la desescalada avance y los clientes puedan llegar hasta las tiendas sin dificultades. Ahora mismo, quien a llama para pedir una cita obtiene el justificante de asistencia por si le paran las fuerzas de seguridad. En un local cercano a la estación de Atocha recuerdan cómo en 2008 muchos empresarios entraban en el local para "tener dinero con el que pagar las nóminas de los empleados". En aquella época empezaron a ser clientes habituales los jubilados que vendían sus alianzas o sus pulseras de pedida de mano a cambio del único dinero que entraba en la casa de sus hijos. Aquí apelan al refrán "que mis remedios me quiten mis males" para intentar que el doloroso momento que supone desprenderse de algo por necesidad sea más llevadero. "Por lo menos tienes algo para conseguir dinero", dicen, "ojalá quien lo necesite tenga (oro) para vender". 

En el sector cuentan que, cuando les toca dar malas noticias a personas que llegan a la tienda desoladas porque días antes les han negado un crédito, algunos clientes se echan a llorar. Creen que poseen joyas de mucho valor "solo porque llevan mucho tiempo en la familia", pero olvidan que "antes la ley no era como ahora, que todo está contrastado por laboratorios. A veces pensamos que tenemos una cantidad de oro importante y luego resulta que los quilates son más bajos y el precio es menor de lo previsto", lamenta Eva desde su tienda en Vigo. "Es cierto que la gente está concienciada de que una vez se compra una joya cuando quiere venderla su valor es mucho menor, pero hasta que no ven su peso y lo que supone en euros no son verdaderamente conscientes", puntualiza.

La mayoría de los que se han acercado a este local gallego en los últimos días con una joya en su bolsillo ha sido para despedirse de ella para siempre. Antes de que llegara el coronavirus "muchos venían a empeñar sabiendo que en cuestión de meses podían recuperarlas". Pero la Covid-19 lo ha cambiado todo y Eva no recuerda a nadie que quisiera empeñar sus joyas para superar el bache económico de estos días de confinamiento y enfrentarse "a lo que venga". El virus ha cambiado hasta las explicaciones de quienes estos días acudirán a unas tiendas que, en breve, también servirán de termómetro de esta crisis. 

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