Venezuela, Congo o Pakistán: el cosmopolita independentismo de Cataluña

  • Apiñados en pocos metros cuadrados, decenas de personas levantan en Barcelona una torre humana de siete pisos de altura. Entre ellos, hay venezolanos, ghaneses y bolivianos residentes en esta región española que se dejan seducir por la independencia.

Entre la multitud que levanta este espectacular 'castell' (castillo), una de las principales tradiciones de esta región española, destaca Wilmer González por su tez morena, su rostro indígena y su larga melena negra. "Yo soy indio. Pero un indio catalán", bromea en catalán con acento latino.

Originario de Barquisimeto, en el oeste de Venezuela, se instaló hace seis años con su mujer Leslie Silva en Vic, un municipio rural 100 km al norte de Barcelona, una de las zonas más nacionalistas de la región, donde aprendió el idioma, las costumbres e incluso su folclore más auténtico.

"Para nosotros España era España. De Cataluña sabíamos poco o nada", reconoce Wilmer. "Pero en seguida notas que esto es diferente, por la lengua, el carácter, la cultura...".

La región recibió en el último siglo mucha inmigración, primero del resto de España y en los últimos años de todo el mundo. Un 14,49% de sus 7,5 millones de habitantes son extranjeros y se calcula que solo un tercio de su población tiene origen catalán.

Aun así, su identidad cultural se mantiene: un 95,2% de la población entiende catalán y un 73% lo habla. El gobierno regional hizo de la normalización del idioma, represaliado durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), una de sus prioridades en los 1980 y todavía lo es en sus políticas de integración para inmigrantes.

En las escuelas, los niños aprenden en catalán mientras que la administración regional ofrece cursos gratuitos para adultos y promueve numerosas campañas para fomentar su uso.

Gracias a estos cursos, que también incluían lecciones de historia y cultura catalanas --y en menor grado españolas--, Wilmer y Leslie se unieron al grupo local de 'castells'.

Junto a ellos, acudieron el 11 de septiembre a la gran manifestación independentista celebrada en Barcelona justo el día en que empezaba la campaña para las elecciones del 27 de septiembre, presentada por los nacionalistas como un plebiscito para lanzar un proceso de secesión del resto de España.

Wilmer no puede votar pero simpatiza con el independentismo: "Si hay un grito por la libertad de Cataluña, yo me sumo a ellos por fraternidad y por la dignidad de este pueblo", asegura.

No es el único. Banderas uruguayas, argentinas o marroquíes ondeaban junto a la marea de banderas independentistas en esa manifestación.

"Cataluña tiene recursos suficientes para vivir mucho mejor, pero está atada a lo que decida Madrid siempre", opina Claudio Cipone, un rosarino de 48 años, residente en Tarragona (sur de la región) desde 2001.

Para Javed Ilyas, presidente de una asociación pakistaní en Barcelona y perteneciente a la etnia saraiki, es por coherencia: "En Pakistán soy nacionalista saraiki, pues aquí también".

"Además, en Cataluña somos muchos pakistaníes, en el resto de España no tantos. La independencia nos daría mayor influencia", asegura.

Los independentistas buscan sus votos. La coalición Junts pel Sí, favorita para ganar, sacó dípticos traducidos al urdú, el árabe o el chino.

En la principal asociación independentista, la influyente Asamblea Nacional de Cataluña, tienen un departamento específico de inmigración dirigido por Saoka Kingolo, un congoleño de 54 años.

Llegó a Cataluña huyendo de la República Democrática del Congo, en un periplo que lo hizo pasar por Angola y Portugal. Su destino era Francia pero Barcelona le gustó, así como "ese idioma que le recordaba a una mezcla entre portugués y francés".

"Yo huía de una dictadura feroz y cuando me decían que los catalanes no eran libres me entraba la risa", explica en un perfecto catalán. "Luego entendí que si una nación no se siente libre, eso es un tipo de opresión, aunque mucho menor por supuesto".

Ahora trabaja para la causa. "España nos lo pone muy fácil", dice Kingolo, recordando las firmes políticas del gobierno conservador de Mariano Rajoy en materia de inmigración, como un polémico decreto anulando la atención sanitaria gratuita a irregulares que la administración catalana desobedeció.

"Esto demuestra que un Estado catalán respetaría los derechos de la gente inmigrada", asegura. "Pero además, con la independencia ya no seríamos inmigrantes sino padres fundadores de la República Catalana".

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