La polémica sobre la gestión de la crisis nuclear sigue viva en Japón

  • A punto de cumplirse un año del accidente en la planta de Fukushima, la polémica sobre la gestión de la crisis nuclear no ha cesado en Japón y el país intenta todavía delinear un plan energético para reducir su dependencia de las centrales atómicas.

Maribel Izcue

Tokio, 10 mar.- A punto de cumplirse un año del accidente en la planta de Fukushima, la polémica sobre la gestión de la crisis nuclear no ha cesado en Japón y el país intenta todavía delinear un plan energético para reducir su dependencia de las centrales atómicas.

Este domingo los habitantes de la provincia nororiental de Fukushima conmemorarán el aniversario de la catástrofe con la vista puesta en la central de Daiichi, donde unos 3.000 operarios trabajan aún para intentar cerrar la crisis que se desató el 11 de marzo.

Aquel día, tras saltar la alarma nuclear, el Gobierno ordenó evacuar un radio de 3 kilómetros en torno a la planta; un día después lo ampliaba a 10 kilómetros y a continuación a 20, mientras la confusión y el temor a la radiación se extendían y llegaban hasta Tokio, a más de 200 kilómetros.

El sentimiento de confusión, especialmente en los primeros momentos, es una de las cuestiones que más se recuerdan todavía en Tokio y por la que se critica al ex primer ministro Naoto Kan, quien dimitió el pasado septiembre para dejar paso al actual jefe de Gobierno, Yoshihiko Noda.

"No sabíamos realmente el nivel de gravedad de las plantas nucleares", recuerda un año después el consultor mexicano Rodolfo González, uno de los residentes en la capital que, aquellos días, lo que más temió fue una posible "estampida en masa de la región de Kanto y sobre todo de Tokio, lo que afortunadamente no pasó".

Ahora se sabe que en los peores momentos de la crisis el Gobierno llegó a sopesar una evacuación de la urbe, con más de 30 millones de habitantes en su área metropolitana, según el estudio que un comité independiente publicó a finales de febrero.

Los expertos concluyeron además que el propio Naoto Kan causó una "confusión innecesaria" al involucrarse activamente para gestionar la situación en la planta, lo que pudo agravar la situación.

Hasta hoy, las 80.000 personas que tuvieron que abandonar la zona de exclusión de 20 kilómetros en torno a la central aún ven lejano o imposible su regreso, mientras la descontaminación avanza con lentitud y en Fukushima todavía no hay consenso sobre asuntos como el almacenamiento de los residuos radiactivos.

En una reunión con responsables municipales, el Gobierno instó hoy a tres localidades de Fukushima -Okuma y Futaba, adyacentes a la central, y la cercana Naraha- a acoger los residuos contaminados con la promesa de sacarlos de la provincia antes de 30 años, sin lograr llegar a un acuerdo, según la agencia Kyodo.

Al reto de cerrar definitivamente la crisis nuclear y desmantelar los reactores -algo que se calcula puede llevar hasta 40 años- se suma el de diseñar un nuevo plan energético para Japón, que antes del accidente en Fukushima obtenía un tercio de su electricidad de las centrales nucleares.

Ahora solo 2 de los 54 reactores nipones están en funcionamiento mientras se estudia la seguridad de las centrales y para verano, si ninguno se reactiva, podrían estar todos paralizados, aunque el Gobierno prevé tomar una decisión esta primavera.

En medio de la crisis, el Gobierno nipón se ha comprometido a avanzar hacia una "menor dependencia" de la energía nuclear con el impulso de otras fuentes de energía, pero por el momento no ha cuantificado sus objetivos ni definido un plan concreto.

El cierre definitivo de las plantas es lo que solicita el movimiento antinuclear de Japón, que para mañana ha convocado protestas en todo el país, la principal de ellas una gran marcha en Tokio que desembocará en una cadena humana alrededor del Parlamento.

También está prevista una concentración, aunque minoritaria, frente a la oficina de Tokyo Electric Power (TEPCO) en la capital nipona, mientras será a su vez escenario de protestas la ciudad de Koriyama, en Fukushima y donde se refugian parte de los desplazados por la radiactividad.

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