Alberto Álvarez, de futbolista despreciado a finalista de triple salto

El mexicano Alberto Álvarez, clasificado este lunes para la final olímpica de triple salto, empezó como futbolista, pero su carrera se estrelló ahí con un entrenador que le sometió a un acoso psicológico que le hizo escapar hacia un deporte individual.

Alberto tenía al principio un sueño y era ser futbolista profesional. Estaba jugando en el Playa del Carmen y estaba cerca de dar el salto a la segunda división del fútbol mexicano, pero se cruzó en su camino un entrenador que cambió para siempre su historia.

Le decía que no valía para el fútbol y que no tenía capacidad para ningún deporte. Le sometió a un acoso psicológico tan importante que Álvarez decidió alejarse del fútbol y emprender un deporte en solitario, donde sólo su esfuerzo diera resultados sin depender de las decisiones de una tercera persona.

"Un entrenador me trataba muy mal, me dijo que me quedara en casa y que me dedicara a venir falluca. Falluca es como le dicen a lo que traen para vender de contrabando. Eso me marcó mucho y me hizo sentir que no iba a conseguir nunca nada en el fútbol, ni en ningún deporte. Eso es lo que más me marcó y cuando me acuerdo de ello me motiva", relató.

Era delantero y se le daba bien cabecear, pero la mala experiencia con ese entrenador le hizo olvidarse del balón.

Este lunes, Alberto Álvarez, que tiene una mejor marca personal de 16,99 metros, consiguió un mejor salto de 16,67, en su segundo intento. Antes había llegado a 16,50 y cerró su papel en la ronda clasificatoria con 16,60.

Le bastó para acabar como el décimo mejor de la ronda clasificatoria y ganarse un sorprendente billete para la final del martes, contra Christian Taylor y el resto de figuras de la disciplina.

Algo que no podía ni imaginar cuando empezó en el atletismo como un autodidacta.

Por su altura le dijeron que podía venirle bien el triple salto, y probó.

"Cuando empecé lo hacía en cuatro pasos porque no sabía como era. Hasta que un día vi en un vídeo que no lo estaba haciendo mal y me deprimí. Mi papá no es entrenador, pero vio en un vídeo cómo se hace el triple salto y me preparó. Siempre confió en mí. Me ha preparado y ha ido aprendiendo conmigo", explicó.

Era 2010 y desde entonces ha ido progresando, contando con consejos de más profesionales y perfeccionando su técnica.

A sus 25 años, los Juegos de Rio son la primera gran competición internacional para este gigante de media melena rizada y entusiasmo contagioso.

"Me sigue encantando el fútbol. No tengo un equipo en especial, pero sí sigo viendo partidos. Aunque si me ponen dos televisores con una competencia de fútbol en uno y otra de atletismo, me voy al del atletismo", afirma.

En décimo semestre de la carrera de Derecho, donde espera pronto titularse, tendrá más complicado ganar una medalla, aunque la simple presencia en la final olímpica es un premio para este atleta que un día soñó con jugar el Mundial de fútbol de Brasil y que ha logrado hacerse un nombre dos años más tarde en los Juegos de Rio de Janeiro-2016.

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