Cancellara y Sagan se miden en los adoquines centenarios de la París-Roubaix

El pavés, mito centenario de la París-Roubaix, espera un nuevo campeón el domingo, en una clásica ciclista que verá por última vez al suizo Fabian Cancellara y recibirá por primera vez al eslovaco Peter Sagan, campeón del mundo y vencedor de la Vuelta a Flandes.

La más anacrónica de las carreras busca espantar el aburrimiento y multiplicar las emociones. Sobre sus viejos caminos de carretas desfondados, o rehechos por los municipios y los escolares de la región, el pavés revela caracteres, ocasiona dramas y forjan una carrera única, formidable e incomparable.

"La primera vez, los adoquines se rieron de mí. Después aprendí a no abandonar jamás", recuerda Cancellara para explicar sus lazos con la "reina de las clásicas" que ha ganado tres veces, la última en 2013.

"Estoy en forma y eso me da confianza", prosigue el suizo del equipo Trek a sus 35 años, soñando con un adiós triunfal, diez años después del primero, que le permitiría igualas el récord que ostentan los belgas Roger de Vlaeminck y Tom Boonen, que todavía tiene la esperanza de dar la campanada en el "Infierno del Norte".

"Creo que tengo una buena oportunidad", sostiene el flamenco, que valora su experiencia (35 años y 12 participaciones). Pero, Boonen tiene sobre todo a su favor correr en el equipo Etixx, en el que están muchos aspirantes.

El checo Zdenek Stybar, que el año pasado perdió el esprint final ante el alemán John Degenkolb (este curso baja por lesión), comparte responsabilidades con el ganador de 2014, el holandés Niki Terpstra.

Stybar se siente muy cómodo bajo la lluvia y Terpstra es un gran oportunista si el tiempo es seco.

A su lado estará un debutante con mucho nombre, el alemán Tony Martin, gran rodador, tres veces campeón del mundo de contrarreloj y vencedor de la etapa de pavés en el último Tour de Francia.

Frente a este colectivo, que se ve favorecido por su superioridad numérica, como el Sky con sus dos líderes británicos Luke Rowe y Ian Stannard, Sagan parece aislado.

Pero el eslovaco sabe tomar la iniciativa. En la Vuelta a Flandes tampoco tenía un gran equipo, pero eso no fue un obstáculo para que se impusiera en la primera de las dos grandes clásicas de pavés.

Para convertirse en el primer campeón del mundo en ganar en Roubaix desde Bernard Hinault en 1981, Sagan también tendrá que batir a algunos ciclistas ambiciosos que, pese a partir en un segundo plano, esperan al acecho.

Por ejemplo el holandés Lars Boom (Astana), el belga Sep Vanmarcke (Lotto NL) y también los rodadores-velocistas, como el noruego Alexander Kristoff (Katusha) y el alemán Andre Greipel, cuya fuerza sobre el pavés puede invalidar todos los pronósticos.

Para disputar la victoria sobre el velódromo de Roubaix, al final de un exigente recorrido de 257,5 kilómetros, el pelotón deberá superar 27 sectores de pavés (52,8 kilómetros).

Los ciclistas deberán estar atentos para salir indemnes del paso de Arenberg, donde el peligro ronda en cada metro, llegar en buena posición a Mons-en-Pevele, otro lugar de perdición y sobreponerse a las amenazas del temible Carrefour de l'Arbre, el tercer sector "cinco estrellas" a solo 12 kilómetros del final.

La meteorología, que promete un tiempo seco tras la lluvia de las horas precedentes y que previsiblemente embarre las carreteras, añade más incertidumbre.

Una más en una carrera que parece una "locura", según las palabras del antiguo organizador Jacques Goddet, una película giros constantes.

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