Los nuevos especialistas preferidos

El acento argentino se extiende por el mundo del rugby y se asienta en España

Todos los clubes de la División de Honor de este deporte en España se han hecho con los servicios de jugadores venidos del otro lado del charco, que a menudo eligen el país por la cercanía cultural y el idioma. 

El argentino Juanchi Pérez, del Ciencias Universidad Pablo de Olavide, en un partido.
El argentino Juanchi Pérez, del Ciencias Universidad Pablo de Olavide, en un partido.
Jesús León

La liga de División de Honor de rugby destila un inconfundible sabor argentino. España parece un destino muy apetecible para muchos jugadores que antaño soñaron con vestir algún día la camiseta de Los Pumas. Los datos que recoge un medio especializado en rugby como Revista 22 son concluyentes. Todos los clubes se han hecho con los servicios de jugadores venidos del otro lado del charco. Es curioso que, además, la mayoría los hayan fichado para ocupar puestos tan específicos como son los de la primera línea (pilieres y talonadores). 

Así, por ejemplo, los dos clubes vallisoletanos que dominan la competición liguera desde hace más de una década cuentan con, al menos, cuatro argentinos, mientras que Aparejadores de Burgos, Lexus Alcobendas o el Barça Rugbi tienen ocho o más. Sin duda, el actual campeón de Copa es el que más apuesta por la globalización. Al margen de los españoles, tiene en su plantilla a jugadores originarios de trece países (Argentina, Cuba, Chile, Colombia, Brasil, Italia, Gran Bretaña, Colombia, Holanda, Bélgica, Samoa, Sudáfrica y Nueva Zelanda). 

La llegada de argentinos no es solo un capricho de los clubes españoles. Al contrario, su presencia es masivamente solicitada en competiciones del máximo nivel competitivo. La ya histórica victoria ante los All Blacks ha sido la guinda al pastel para el comienzo de un nuevo éxodo. A Australia llegarán la próxima temporada varios jugadores que han vestido la camiseta de Los Pumas. Cinco a Western Force (Medrano, Miotti, Lezana, Cubelli y Montoya), mientras que Santiago Carreras podría ir a Warathas, y Santiago Chocobares suena con fuerza para la franquicia neozelandesa de los Blues. A Francia emigrarán otros seis (Kremer, Deelguy, Petti, Montagner, Paulos y De la Fuente), además de los que ya lo habían hecho con anterioridad como Pablo Matera, Facundo Isa o Nicolás Sánchez, y otros tres a Inglaterra (Orlando, Alemanno y Moroni). 

Así que el acento argentino se escuchará con más fuerza durante 2021 en los dos hemisferios. Filomeno Mariano, un pilier argentino de 29 años, aterrizó esta temporada en Getxo. Ya conocía la competición porque a través de un amigo llegó a A Coruña en 2016 para jugar en el CRAT. "Allí arrancó todo", afirma. En realidad, su vinculación con el rugby comenzó a los 17 cuando se enroló en el Club Argentino de Rugby (CAR) de Avellaneda de la segunda división de la URBA ubicado en su ciudad natal de Buenos Aires. 

Debe ser el único argentino al que no le gusta fútbol. "No tengo ningún equipo ni sigo nadie", señala. Eso sí, cuando hay un partido interesante procura verlo. "En Argentina el fútbol es el número uno, pero ahora ya es muy normal que la gente practique rugby". En su aventura gallega coincidió con Robbie Harlow, un jugador neozelandés al que le ofrecieron un puesto de preparador físico en un equipo de Krasnodar (Rusia). "Al final de mi segunda temporada allá me comentó que necesitaban un pilier y decidí irme con él", recuerda. La experiencia fue "linda" en un país que le pareció "complicado" porque al desconocer el idioma "me di cuenta de que quería hablar con todo el mundo y que no lo podía hacer con nadie". 

En España, sin embargo, tiene muchos amigos argentinos. Con alguno llegó a coincidir en un seleccionado argentino como el apertura del Lexus Acobendas Juan Cruz González, Joton. La barrera del idioma, viajes en avión de tres o cuatro horas o el hecho de que nunca se llegara a cruzar con un compatriota o con un español le hicieron replantearse su estancia en Rusia. "Creo que era el único argentino perdido por allí", dice con cierta sorna. Esa sensación de soledad y que no hubiera terceros tiempos hicieron el resto. Aquello de que al acabar el partido todos se fueran para su casa le sorprendió "y claro, me tuve que volver", añade sonriendo. 

Y regresó a Argentina, donde pensaba jugar esta temporada "pero estaba todo bastante parado por el coronavirus". De repente, le surgió la posibilidad de venir a Getxo. Su entrenador Juan Carlos Bado, Quicho, le conocía de su etapa gallega y cuando le ofreció incorporarse al club vasco no se lo pensó dos veces e hizo las maletas. Todo lo que ha visto en Euskadi le parece "muy lindo". Los pinchos de los bares son su auténtica debilidad. Sin duda, lo que menos le gusta es el clima, y eso que en A Coruña se acostumbró "a ver cómo llovía todos los días". Tampoco lleva muy bien lo de entrenar. "Para eso soy bastante vago porque si fuera por mí, solo jugaría los partidos los sábados".

O lo de entender y hablar el euskera. "Es igual de complicado que el ruso, pero por los menos ahora sé decir algunas cosas en euskera porque después de estar un año en Rusia me fui sin saber una sola palabra", se excusa también entre risas. 

Otro que cruzó el charco, y parece que para quedarse, es Juan Ignacio Pérez, Juanchi. "Conocí a una chica en La Vila…", dice este pilier bonaerense de 29 años. Llegó a España hace un lustro procedente del Pucará, un club muy conocido que milita en el Top 12 de la URBA y de donde han salido jugadores como Rimas Álvarez o Lucas Borges, dos de los integrantes del combinado de Los Pumas que quedaron terceros en el mundial de 2007 en París. En estos cinco años, tal y como él mismo reconoce, más que vivir del rugby ha conseguido "sobrevivir", en una actividad que se toma como un trabajo porque "el día de mañana se acaba" y, por tanto, tendrá que buscarse otra vez la vida. 

Su primer destino fue La Vila (Alicante). Como en la mayoría de los casos unos amigos que habían jugado en España le convencieron para venir. "La idea era estar un año y vivir una experiencia", precisa. De La Vila le gustó todo, incluida una chica "que ahora es una auténtica experta en el rugby". Para Juanchi no es casual la presencia de tantos pilieres argentinos en la liga española. "En Argentina se cría a los jugadores de primera línea a base de esfuerzo y de mucho trabajo", explica. Tan es así, que se establece una especie de relación amor-odio en el juego de melé "y los pilares argentinos son de los que aman la melé, y eso yo también lo noto". 

A diferencia de los primeras líneas samoanos o de otras islas del Pacífico, que les gusta más el juego abierto, Juanchi señala que en su país están más acostumbrados al juego cerrado porque "para los argentinos todo pasa en la melé". Tras un año en Santander, Juan Ignacio Pérez fichó por el Ciencias Universidad Pablo de Olavide de Sevilla donde en la actualidad comparte vestuario con otros cinco compatriotas. Fuera de los terrenos de juego mantiene también contacto con los argentinos de otros clubes. "Siempre nos intentamos quedar charlando en los terceros tiempos porque eso te hace estar un poco más cerca de casa". 

Su preocupación, como la de cualquier otro deportista, es evitar el contagio con el coronavirus "algo que te puede suceder en una gasolinera o en un terreno de juego". Sin embargo, comenta que "a nosotros, y a los otros equipos también, se nos obliga a hacer test todos los jueves, así que en teoría estamos bastante controlados, pero no descarto la posibilidad de que en algún momento pueda coger el virus". 

El sueño de Santiago Ovejero de jugar con Los Pumas nunca se pudo cumplir. Era una fijación para el talonador del Lexus Alcobendas cuando a los 13 años empezó a jugar con el Tucumán Rugby Club (TRC). Y eso que llegó a estar presente en varias concentraciones con la selección sub-18. Al ver que no le volvían a llamar, a los 19 años vino a Europa para empezar su carrera profesional con la vista siempre puesta en Francia. Pese a al tiempo transcurrido desde su marcha, nunca olvida sus orígenes tucumanos, una ciudad de un millón y medio de habitantes donde se respira rugby por los cuatro costados. "Un equipo de Tucumán llegó a ganar a Francia y perdió solo por tres puntos contra Nueva Zelanda", dice con orgullo. Ya de paso cita algunos nombres de jugadores ilustres que han salieron de su club para triunfar en Europa como el pilier Omar Hassan, el apertura Nicolás Sánchez o el ala Ramiro Moyano. Se enroló primero en el Cascais de Portugal. "Ganamos la liga de segunda división y subimos a la División de Honra (División de Honor)", evoca. 

Con el objetivo entre ceja y ceja de competir en Francia, se estableció en Valladolid para jugar en el VRAC. Allí tuvo como entrenador a Lisandro Arbizu, otrora figura del combinado argentino. Ganó la Liga y la Supercopa. Mientras, su sueño seguía intacto. "Es que en aquella época se solía convocar en la selección a la gente que había decidido hacer el camino solo", señala Ovejero. Fue su propio técnico quien le consiguió una prueba en el Union Bodeaux Bègles, donde había jugado tiempo atrás. Año y medio en el TOP 14 codeándose con la élite no fue suficiente para que le llamaran Los Pumas. Luego vino una lesión de hombro "muy jodida" y sus objetivos cambiaron.

Hizo el camino a la inversa para regresar a Portugal y al poco tiempo establecerse de nuevo en su país. Solo seis meses en Argentina y se decide a cruzar el charco por segunda vez. En esta ocasión, para enrolarse de nuevo en el VRAC y fichar esta temporada por el Lexus Alcobendas. "Y aquí me quedo, porque me siento muy bien con gente que me trata fenomenal", admite. En Madrid ya se ha matriculado en la universidad para estudiar Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y en su tiempo libre es también entrenador personal a domicilio. Su objetivo "principal", no obstante, sigue siendo los estudios sin aparcar nunca su nuevo sueño que es poder jugar con Los Leones a corto o medio plazo. 

Sobre las diferencias de juego entre Argentina y España afirma que en su país el rugby es "más técnico" y se practica con más "destreza". En cambio opina que en la liga española el nivel de contacto es "mucho mayor" porque juegan "isleños" como Mikaele Tapidi, Afa Tauli o Kalo Gavidi "que son gente con un nivel de contacto físico enorme que no te cruzas en la Liga de Tucumán". Y con respecto al futuro del rugby español es optimista aunque todo pasa por reforzar el deporte de base y fomentar competiciones, como ocurre en Argentina, entre comunidades para formar un "semillero" de jugadores jóvenes. En su opinión, también sería necesario potenciar más la liga sub 23 para que sea más "competitiva" y que los más jóvenes puedan llegar a División de Honor sin notar el cambio.

Mostrar comentarios