Aficionados brasileños y holandeses se lo toman con filosofía y hacen una fiesta del partido

    • Pese a la dura derrota ante Alemania, los brasileños no dudaron en mostrarle todo su apoyo a los jugadores.
Van Persie marcó de penalti ante Brasil
Van Persie marcó de penalti ante Brasil

Los alrededores del estadio Mané Garrincha se tiñeron hoy de amarillo y naranja, los colores de las aficiones de Brasil y Holanda, que ya con sólo el tercer puesto del Mundial en juego parecían decididas a disfrutar juntas de una gran fiesta.

Pese a la tremenda decepción que supuso el varapalo de la eliminación en semifinales ante Alemania, por un contundente 1-7, los brasileños no dudaron en mostrarle todo su apoyo a los jugadores de la Canarinha.

Pero no todo fue cariño para los suyos. Los "torcedores" tienen claro quiénes son sus héroes y quiénes sus villanos.

Por eso, antes de empezar el partido, cuando la Canarinha saltó a calentar, el lesionado Neymar, que presenció el partido junto a sus compañeros desde el banquillo, fue aplaudido por todo el estadio; mientras que el técnico brasileño, Luiz Felipe Scolari, fue recibido con un sonoro abucheo.

Sin embargo, en general, el calor de la grada se hizo patente desde minutos antes de empezar el encuentro, cuando todo el estadio coreo al unísono y llena de orgullo una palabra que sólo los brasileños pueden entonar: "Pentacampeón".

También se pudo notar ese apoyo incondicional tras el tempranero gol de penalti del holandés Robin Van Persie, en el minuto tres, cuando de nuevo prácticamente todo el estadio a coro empezó a cantar los ya habituales "Brasil, Brasil" y "soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor".

Es precisamente por ese sentimiento y por ese cariño que le profesan a los suyos que los "torcedores" no dudaron en acudir en masa al que ha sido el último partido del torneo jugado en Brasilia.

Vestido con la camiseta de su selección, Igor señalaba: "Perdimos una batalla, pero no la guerra. Desgraciadamente ya no vamos a ser campeones, pero el tercer puesto también será bienvenido", añadía.

Evelyn, una joven aficionada que asistió al partido con su padre y su hermana, confesaba a Efe que la derrota frente a Alemania "fue un momento muy difícil", pero afirmó que no ha dudado en ningún momento en venir hoy a "torcer por Brasil".

Y es que "el brasileño no desiste nunca", comentaba Luciano con el orgullo de saberse pentacampeón, al fin y al cabo.

A lo largo de todo el Mundial los "torcedores" han agotado prácticamente todas las casi 68.000 localidades del estadio en cada partido disputado en el Mané Garrincha.

Hoy, con la Canarinha jugando en casa, no podía ser menos. Sin embargo, el ambiente era distinto. Menos eufórico, sí, pero no menos festivo.

Y es que las aficiones de ambas selecciones estaban hermanadas y decididas a vivir una gran fiesta, mucho más allá del resultado final del partido.

Una buena prueba de ello la daba Erika, una holandesa que fue al estadio acompañada de varias amigas brasileñas. "Hoy no importa quién gane, lo importante es la fiesta y los amigos", decía al tiempo que sus amigas coreaban por detrás los nombres de los dos países que hoy se enfrentaban.

Sin embargo, Stefan, un holandés que reside en Brasilia, se mostraba receloso ante el desenlace del encuentro.

"Yo creo que Holanda tiene buenas opciones, pero vamos a ver porque después de lo que le sucedió a Brasil con Alemania creo que van a tener que demostrar un fútbol mucho mejor", comentaba con cierta preocupación en sus ojos.

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