Entrevista al actor

Antonio Resines: "Llegué al rugby por casualidad y por no despuntar al fútbol"

El artista recuerda sus años como jugador profesional hasta que tuvo un accidente y admite que ha tenido suerte en la vida: “He tenido todas la papeletas para matarme y me he librado siempre de milagro”.

Antonio Resines (tercero por la derecha en la fila de abajo), con el equipo del Colegio Santa María del Pilar.
Antonio Resines (tercero por la derecha en la fila de abajo), con el equipo del Colegio Santa María del Pilar.
La Información

Más conocido por su faceta de actor, Antonio Resines tiene un pasado en el mundo de rugby para nada desdeñable. Jugó con el CAU Madrid en Primera División. Incluso disputó y perdió una final de Copa contra Arquitectura. Como muchos jugadores de rugby, el fino ala del equipo hoy rebautizado como Pozuelo Rugby Union toma parte activa este mes en la campaña Movember dejándose bigote, una señal inequívoca de su compromiso en la lucha contra el cáncer de próstata. Sabe por lo que pelea. Hace años le diagnosticaron un cáncer de colon. 

Pregunta-. Aspirante a abogado, periodista, actor, escritor, rapero y jugador de rugby. Si publicita su curriculum en Linkedin seguro que no le falta trabajo. 

Antonio Resines-. Macho, no has dado ni una. Empecé a estudiar derecho, hice Ciencias de la Información pero la rama de Imagen Audiovisual, que no periodismo, y no he sido rapero en mi vida. 

P-. Una vez sí rapeó en una gala de los Goya…

A.R-. Bueno, pero fue solo una vez. 

P-. ¿Y del resto del resto de actividades?

A.R.- Pues verás, tengo una biografía que la ha escrito mi mujer. Vamos, que te has lucido. Ahora bien, en lo de actor y lo de jugador de rugby, lo has clavado. La verdad es que no uso Linkedin ni sé cómo funciona, pero si dices que es fácil encontrar trabajo así, seguro que tienes razón.

P-. ¿Cómo surgió lo de jugar un deporte apenas conocido en España en una época en la que el franquismo agonizaba? 

A.R.-. Es cierto que en aquella época el rugby era minoritario en España, pero te recuerdo que tiene una trayectoria histórica anterior al fútbol. Empezamos a jugar en el colegio Santa María del Pilar porque Celso Vázquez, uno de los periodistas que retransmitía los partidos de rugby en “La 2”, montó varios equipos. Uno de ellos fue en nuestro colegio, donde había gente bastante grande. Debe ser porque estaban bien alimentados. 

P-. ¿Así de sencillo?

A.R.-. Al menos es como yo lo recuerdo. Llegué un poco por casualidad. En el colegio se practicaban otros deportes como el balonmano o el fútbol y como aquello nos gustó, algunos nos quedemos después de hacer el primer entrenamiento. Posteriormente hubo un grupo de gente que empezó a destacar en las ligas colegiales y se fueron a otros equipos. Yo, por ejemplo, me fui al CAU y también jugué en el equipo de la facultad. 

P-. O sea, que como no jugaba bien a fútbol le pusieron con los brutos.

A.R.-. ¡Qué va, si jugaba bastante bien al fútbol! Lo que pasa es que había otros que eran mejores. Hubo una época en que era bajito y se exigían determinadas características. En un momento dado te das cuenta que no estás entre los titulares y poco a poco te vas apartando. Si a eso le sumas que alguien te dice un buen día de practicar un deporte donde caben altos, bajos, gordos y flacos y encima se me daba bien, pues la decisión fue sencilla. 

P-. Llegó a jugar en División de Honor e incluso disputaste una final de Copa. Vamos, que tenía un buen nivel. 

A.R.-. Era Primera División porque en aquella época no había División de Honor. Y nivel, si te refieres al que tienen las bestias que juegan hoy, pues la verdad es que no. Eso sí, teníamos un equipo duro que no estaba nada mal. A nivel individual me llegaron a preseleccionar con Madrid y hasta hicimos los tres cuartos un stage en Biarritz con gente muy buena como Jack Cantoni que era un mito allí y jugaba con la selección francesa. En mi club hubo varios compañeros que jugaron con la española y algunos nos quedamos a punto de estar en una preselección. 

P-. ¿Y qué ocurrió? 

A.R.-. Pues que en 1976 tuve un accidente de coche en Italia y me rompí el fémur por mil sitios. Tenía 21 años y ya nunca fue lo mismo. Jugué muy pocos partidos más. Después del hostiazo que me pegué tuve miedo y no estaba cómodo.

Antonio Resines, con el equipo de división de honor. Es el cuarto por la izquierda en la fila de abajo.
Antonio Resines, con el equipo de división de honor. Es el cuarto por la izquierda en la fila de abajo.

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P-. ¿Guarda relación con la gente del CAU?

A.R.-. Sí claro. Sigo siendo socio. Además, tengo un muy buen amigo que es Iñigo Pérez Solero que está en la directiva y me mantiene bastante informado. También voy a ver algún partido de vez en cuando, aunque cada vez menos. Eso sí, cuando nos vemos va rápido el reencuentro 

P-. ¿Estará al corriente de las cuotas?

A.R.-. Por supuesto, de toda la vida además. 

P-. ¿Mantiene también contacto con el compañero que le puso el mote de Muñones porque se le caía mucho el balón de las manos?

A.R.-. No tengo ni idea de quién me lo puso pero seguro que sería algún cabronazo en tono cariñoso. Yo era un ala finísimo, lo que pasa es que hay mucho cabroncete por ahí suelto. 

P-. Menos mal que cuando le entregaron el Goya al mejor al actor no se le cayó.

A.R.-. Efectivamente, menos mal que aquel día no ocurrió nada porque hubiera sido algo espantoso. 

P-. Más que fuerte, ¿se consideraba un jugador técnico?

A.R.-. Lo que ocurre es que antes pesaba 78 kilos, corría bastante rápido y hacía contrapiés. También tenía buenas manos a pesar de lo de El Muñones. Era un tres cuartos competente. No digo que fuera un genio, pero sí que lo hacía decentemente. No tenía miedo a placar, iba recto y, a veces, no les era fácil pararme. Es cierto que había gente que se toma más en serio la parte física, pero date cuenta que ahora no se concibe como antes irse a tomar cerveza entre semana porque algunos son profesionales o semiprofesionales 

P-. Aproveche si quiere que no hay material gráfico de la época para rememorar su partido contra los argentinos de la universidad de Pucará. 

A.R.-. Aquel partido no lo llegué a jugar porque estaba de linier. Sí me acuerdo que eran unos cerdos de mucho cuidado, y nosotros también. Lo que ocurrió fue que alguien soltó una mano y de repente había gente subiendo por la grada repartiendo mamporros. Lo de las melés fue tremendo. La verdad es que dieron muchas hostias, sobre todo los delanteros, pero es que en aquella época se jugaba así. A los árbitros se les respetaba mucho, pero claro, no lo podían ver todo. 

P-. ¿Pudo ver el otro día la histórica victoria de Los Pumas frente a los All Blacks? 

A.R.-. No. Estaba de viaje de trabajo pero pienso hacerlo en cuanto pueda. Sí me han comentado la reacción del capitán argentino cuando le estaban pegando a un compañero. Esa parte de la solidaridad de los equipos de rugby siempre me ha gustado mucho. En mi época, si alguien te paraba con malas artes para hacerte daño, se decía el número y en la siguiente jugada le pasaban ocho tíos por encima. Así, se lo pensaba dos veces antes de volver a hacerlo. Digamos que no es muy correcto pero, repito, estamos hablando de otra época que no tiene nada que ver con la de ahora.

P-. Contra una selección maorí sí llegó a jugar, ¿no?

A.R.-. No te puedo contar mucho porque apenas les vi. Nos pasaron por encima y lo poco que recuerdo es que me tuvieron que sacar del campo de las hostias que me habían dado. Ellos ya era profesionales como los de ahora y nosotros unos críos que, al tener 20 años, estábamos bien físicamente por la cosa de la juventud. Ahora bien, si te pasa cinco veces por encima una apisonadora, ¡ya me contarás! De aquel partido salimos todos machacados, incluidos los más duros. A partir de entonces la gente empezó a darse cuenta de que, como todo en la vida, hasta junio hay clases y que nosotros éramos repetidores y, además, de los malos.

P-. ¿Esta historia estará recogida en su libro autobiográfico “Pa´ habernos matao. Memorias de un calvo”? 

A.R.-. No de forma concreta porque la reflexión del título del libro es que nos podíamos haber matado todos muchísimas veces. Yo he tenido todas las papeletas para matarme y me he librado siempre de milagro. Con todas las oportunidades que hemos tenido, sobre todo algunos, de haber hecho algo de cierto provecho en la vida era como para habernos matado también.

P-. Muchos deportistas, sobre todo los jugadores de rugby, celebran este mes Movember dejándose bigote para recaudar fondos en la lucha contra el cáncer de próstata. Vd. que padecido cáncer de colón, ¿suele ser solidario con estas campañas?

A.R.-. ¡Claro que colaboraré como he hecho otros años¡ Cuando salió el libro cuento que justo ese año hubo recortes en Sanidad por lo que se dejaron de hacer una especie de seguimientos del cáncer colono-rectal, el que tiene más incidencia en los varones. Se había puesto en marcha una campaña fuerte para que los tíos mayores de 50 años se hicieran una revisión anual y se paró. Lo que sé es que me libré de milagro y que si me hubiera hecho una colonoscopia dos años antes no hubiera tenido cáncer. Bueno, no es así de exacto como lo cuento. Quiero decir que muy probablemente no lo hubiera tenido. Aun así, tuve mucha suerte porque estaba en el principio del recto con el colon y estaba muy localizado en una pared de muy difícil reproducción. Vamos, que no me puedo quejar porque no me dieron ni radio ni quimio. 

P-. Ya por último, ¿tiene jugador y selección favorita?

A.R.-. Ahora veo menos partidos. Hace poco sí pude ver Francia contra Irlanda y la verdad es que me gustaron mucho los franceses, a pesar de que no conocía a nadie. Y, por supuesto, me encantan los All Blacks. Mi hijo y yo seguíamos mucho a Jonah Lomu cuando se retransmitían pocos partidos y por decir algún jugador mítico el mismo Jack Cantoni o el barbudo ese que parecía un neanderthal (Sébastien Chabal) que era una especie de mezcla entre elegancia y brutalidad.

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