Atención: El medio ambiente vigila los Juegos Olímpicos

  • Londres lucha contra la contaminación para legitimar la cita olímpica. Los Juegos se convierten en una medida de control verde de las ciudades anfitrionas.
Sara Acosta

Por primera vez, Pekín publicó hace escasas semanas datos oficiales sobre su calidad del aire. En esta megaciudad que habitualmente se despierta bajo una espesa capa nublosa por la contaminación, los 27 medidores marcan “bueno” o “ligeramente contaminado” el aire en sus peores días. El diagnóstico no coincide con los datos de la embajada de Estados Unidos, mucho más alarmantes, pero es relevante porque bebe directamente del influjo de los Juegos Olímpicos de 2008.

La cita olímpica puso a Pekín en el mapa de las urbes más contaminadas del mundo. Entonces el debate sobre la calidad de aire sólo balbuceaba en los países más industrializados, pero la presión del escaparate olímpico forzó al Gobierno a tomar medidas drásticas, como sacar de la ciudad las fábricas más contaminantes y reducir el tráfico hacia el centro de la urbe.

“El propio Gobierno atribuye la publicación de sus cifras sobre la calidad del aire a los Juegos Olímpicos, ya está cautivo por haberse expuesto a la valoración de los grupos ecologistas”, explican desde la comisión de Medio Ambiente del Comité Olímpico Español. Esa vigilancia verde se repite ahora en Londres, donde el Gobierno trata de incentivar medidas como el teletrabajo y el uso de la bici ante la escalada de contaminación, que sobrepasa los límites legales y que podría costar al gobierno de David Cameron multas de más de 300 millones de euros.

La cecelebración de los Juegos este verano está alentando a los grupos ecologistas a reclamar medidas más contundentes para frenar las partículas que exhalan los vehículos diésel y que son responsables de enfermedades cardiovasculares. Colectivos como el Clean Air in London aseguran incluso que “los niveles de dióxido de nitrógeno son similares a los juegos de Pekín en 2008”.

Pocos dudan de que la cita olímpica se ha convertido en la prueba del algodón de la ambición medioambiental de las ciudades anfitrionas. Sydney arrebató precisamente a Pekín la organización de los Juegos del año 2000 por sus proclamas verdes, pero había sido fichada mucho antes, en 1993, un año después de que el medio ambiente sellara oficialmente su entrada en la agenda política mundial durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992.

Ese año, Barcelona marcó la senda de lo que todas las ciudades que llegan a la cita olímpica quieren lograr. “Barcelona, que no habló de medio ambiente, puso los juegos al servicio de la ciudad, la mejoró. Eso en Pekín no existió, por eso no se convirtió en ejemplo de nada”, concluyen desde el Comité Olímpico Español.

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