Bombas emocionales contra el furor yanqui

  • Un golfista español, José María Olazábal, un tipo pétreo en apariencia pero repleto de valores y sensibilidad en su interior, tiene el encargo más comprometido de su vida deportiva: guiar a los doce jugadores que representan a Europa hacia la defensa en campo ajeno de la Ryder Cup.

Antonio Tomás

Madrid, 26 sep.- Un golfista español, José María Olazábal, un tipo pétreo en apariencia pero repleto de valores y sensibilidad en su interior, tiene el encargo más comprometido de su vida deportiva: guiar a los doce jugadores que representan a Europa hacia la defensa en campo ajeno de la Ryder Cup.

Hace dos años, en la Ryder Cup disputada en Gales, Europa propinó otra "bofetada" a los Estados Unidos. La gran potencia golfística, generadora a su vez de una formidable industria, facturó de vuelta a casa el embarazoso equipaje del equipo perdedor.

Aquella derrota cayó como lluvia sobre terreno mojado. De las ocho últimas Ryder Cup, los estadounidenses tan solo han sonreído en dos. Pero la gran potencia ha proclamado un "¡basta ya!".

Consumidos los más de 700 días desde aquel correctivo en Gales, Estados Unidos se ha propuesto que desde el viernes Europa deje de ser como un palo enredado en una de las ruedas de su enorme maquinaria.

Olazábal (Fuenterrabía), de 46 años, es consciente de todo este cúmulo de frustraciones al otro lado del Atlántico. También sabe que el escenario de este duelo singular entre los mejores golfistas será incómodo y hostil.

Chicago y su campo de Medinah, ubicado a las fueras de la gran urbe, están preparados para elevar la temperatura ambiental probablemente hasta puntos antes desconocidos.

En medio de tanto furor yanqui y ante un campo facilón, preparado para festejar y gritar por los 'birdies' (el sinónimo de goles en fútbol), el capitán europeo penetrará en el intrincado mundo de las emociones para contrarrestar tanta adversidad.

Olazábal, reconocido catedrático en golf, desnudará en la sala de los jugadores europeos sus propias entrañas. El objetivo será llegar a la zona del cerebro en donde las emociones duermen. Poca técnica y estrategia, la justa.

Sus doce jugadores ya están entre los mejores del mundo (McIlroy, Donald, Rose, Westwood, Poulter, García...) y solo hay un neófito en asuntos de Ryder Cup, el belga Nicolas Colsaerts.

"El público de Chicago es de los más ruidosos, eso ya lo sabemos; y siempre habrá algún patoso que intente perjudicarnos. Espero saber inspirar al equipo para que se aisle de todo eso", comentó hace meses el jefe de filas del equipo europeo.

"Intentaré traspasar la piel de los jugadores", comentó también hace semanas Olazábal. Para ello, el vasco recurrirá a vídeos, charlas, emociones vividas y la fuerza que otorga el espíritu de su amigo Seve Ballesteros, con el que formó la mejor pareja de la historia de esta competición.

"Es la primera vez que Seve no está entre nosotros físicamente, aunque sí estará en espíritu", dijo Olazábal.

En el otro bando, el capitán Davis Love trabaja en la progresiva unión entre sus doce estrellas y el 'chip' del juego por hoyos ('match play').

Love (48 años) está empeñado en evitar ese pecado capital de los norteamericanos, de tal forma que el domingo todos peleen como un equipo y se sacudan el concepto más individual del juego por golpes ('stroke play').

Los veteranos Tiger Woods, Phil Mickelson, Steve Stricker o Jim Furyk formarán junto a los nuevos valores, como Webb Simpson, Bubba Watson, Brandt Snedeker o Keegan Bradley. Todos como un equipo, y hermanados el domingo decisivo con los más de 40.000 seguidores que tienen una consigna oficial: vestir todos de rojo para generar una marea monocolor que influya en la tremenda batalla deportiva que se avecina.

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