Brasil 1-7 Alemania: del 'Maracanazo' al 'Mineirazo', el fútbol vuelve a castigar a todo un país

    • Siete goles, siete golpes directos al corazón de los brasileños, la sexta estrella tendrá que esperar.
    • Las lágrimas corrieron por el césped y por las gradas, esta vez no funcionaron ni los rezos ni las plegarias.

El fútbol puede llegar a ser el deporte más bonito, pero también el más cruel. E incluso puede llegar a mezclar estos sentimientos tan distantes en un solo partido, en un solo estadio. Y es lo que ocurrió en el Mineirao de Belo Horizonte. Los alemanes reían y los brasileños lloraban después de asistir a la mayor goleada jamás recibida por la pentacampeona en un Mundial.

Los brasileños interiorizaron en sus cabezas que estaban ante la oportunidad de desterrar el fantasma del 'Maracanazo' de 1950. Pero toda esa presión, a veces más entendida, servirá para que a partir de ahora vivan con el 'Mineirazo' de 2014 a cuestas. Las caras de desolación tras el partido mientras pedían perdón a todos los brasileños servían para escribir un poema. Amargo.

Los anfitriones se presentaban al partido empujados por millones de brasileños, representados en el estadio por 55.000 caras de niños, niñas, hombres y mujeres. El verde y el amarillallo hasta en las zapatillas. Las caretas con la cara de Neymar, el grito de guerra y el mensaje emotivo de la plantilla durante el himno poco importó a los alemanes en el momento que el colegiado señaló el inicio.

El impetú y las ganas llevaron a Brasil a dominar en los primeros minutos. Scolari preparó el partido para que los suyos no echaran de menos a Neymar y Thiago Silva. El central es el auténtico líder en el juego aéreo, en el primer córner en contra, primer mazazo. Muller silenció Mineirao con un gol que allanaba el camino para los alemanes.

A este dolor, y como si el destino se hubiera empeñado en hundir a Brasil en Belo Horizonte, Miroslav Klose marcó su decimosexto gol en los mundiales y superó a Ronaldo como máximo artillero. Gol con 'recado' para la historia. Los alemanes se abrazaban con gesto serio, son alemanes. Los ojos de los niños brasileños comenzaban a tomar color rojo.

Y entonces, seis minutos para la historia. Para contar a nuestros nietos cuando se recuerden los mundiales dentro de décadas, salvo si eres brasileño. Recuerdos de orgullo para los alemanes, de admiración para el resto del mundo. Khedira se convirtió en la mezcla perfecta entre Ballack, Effenberg y Gerd Muller. Robó, asistió y marcó.

Del minuto 23 hasta el 29, otros tres goles de Alemania. Kroos firmó un doblete y Khedira puso la guinda a su partido. El cuarto y el quinto fueron dos goles de esos que los niños intentarán recrear en los parques. Nunca lo conseguirán. Toque, velocidad, precisión, definición y los defensas de Brasil por el suelo. Pim, pam, pum, el 'Maracanazo' empezaba quedarse en anécdota.

Las primeras lágrimas de los jugadores brasileños, de camino al vestuario. Julio César quería despertar de esta pesadilla en la que se ha convertido el sueño brasileño de ganar el Mundial. Scolari sacó el orgullo a sus jugadores en el descanso y con un par de cambios -para no recibir más goles, todo sea dicho- intentó cambiar el rumbo del partido.

Y lo cambió por momentos. En los primeros minutos de la segunda mitad Brasil sacó la verguenza torera y la grada respondió con tímidos cánticos. Neuer salvó tres goles para dilapidar aún más las opciones remotas de los anfitriones. Pasado el empujón inicial, 200 millones de brasileños pedían el pitido final. Muchos no se iban del estadio por dos razones: la primera por defender a su nación y la segunda... por el alto precio de las entradas.

La herida podía ser más profunda... y lo fue

Alemania pensó que era el momento de no hacer más sangre a una nación que vive por y para el fútbol. Pero Schurrle es un delantero y a este tipo de personas solo les importa marcar gol en la portería rival. Hizo dos que pudieron ser tres si no llega a ser por Julio César. El portero también salvó otro de Muller y Ozil perdonó en un mano a mano. Visto así, la decena no estuvo tan lejos.

Alemania se regocijaba en Brasil y las jugadas eran coreadas con olés por los aficionados visitantes. Quedaban 10 minutos eternos para los brasileños, que poco a poco iban desfilando hacia sus casas. La 'torcida' no tenía capacidad de reacción, no gritaba, no pitaba, no hablaba. Solo lloraban lágrimas de vergüenza. En Mineirao únicamente se oía a los alemanes, que vibraban con la mayor exhibición de la historia de su selección. El gol de Oscar maquilló el resultado, un 1-7 que pasará a la historia negativa de la selección brasileña.

Con el pitido final, la soledad amarilla. Las lágrimas caían por las mejillas de los jugadores. Luis Gustavo rezaba esperando un perdón que el fútbol le devolverá. Oscar, David Luiz y Bernard se abrazaban buscando consuelo. Thiago Silva ejerció de capitán bajó al césped para, uno por uno, ofrecer el apoyo a sus compañeros. Neymar, en su casa.

La grada mantuvo el tipo en una amarga despedida a unos jugadores que pedían perdón. Era la forma de representar el respeto a los que lucharon hasta las semifinales para mantener vivo la ilusión de un país. Luiz Felipe Scolari intentó mantener el tipo. Hizo un corro en el centro del campo y pidió cabeza alta a sus futbolistas. Pero no había fuerzas. Termina un sueño, se apaga (por el momento) la sexta estrella.

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