
El escenario no fue el majestuoso Wembley, donde se medirán los pupilos de Ferguson ante los de Guardiola en el partido más espectacular que puede disfrutarse en la actualidad, pero Craven Cottage, el estadio del Fulham, rezuma historia y pasión por el deporte rey por los cuatros costados. Junto al río y abierto por las esquinas (como el Calderón, permitiendo la entrada del frío aunque sea mayo), con vetustas instalaciones que incluyen asientos de madera para los periodistas, un recuerdo a Michael Jackson en las inmediaciones,… pero un espíritu futbolero que embarga.
Sin la repercusión mediática que "la de los chicos", las gradas estaban lejos de estar repletas, pero los pocos centenares de aficionados franceses y alemanes que vinieron para animar a sus equipos se bastaron, junto con algunos seguidores del Fulham que lucían orgullosos las bufandas de este modesto club de Londres, para dar colorido y calentar el ambiente.
El partido no pasará a la historia del fútbol, ni mucho menos, ya que ninguno de los dos equipos realizó un juego brillante, pero sus puntos de interés hubo. El primero, y que sacó varias carcajadas de los asistentes, fueron los tropezones de la árbitro. Fuera de forma, como era evidente al primer vistazo, Dagmar Damkova tuvo muchos problemas para seguir de cerca el juego, y cuando lo logró, en varias ocasiones terminó por el suelo al chocarse con algunas futbolistas.
La jugadora favorita de los hinchas del Lyon, y también de los neutrales, fue Wendie Renard, lateral derecho del equipo francés. Su pelo a lo "afro" llamó la atención de todos los que no la conocían, y terminó convirtiéndose en la protagonista de la final al anotar el gol de su equipo en la primera mitad. En la segunda remató la faena Dickenmann, con un golazo.
Los dos tantos fueron encajados por Sarholz, la guardameta del Postdam, que tuvo una noche aciaga, para olvidar. Aguantó gran parte del partido con muchos dolores en una pierna por un golpe en el primer tiempo al despejar un balón largo. No pudo volver a sacar de puerta, y tuvo que ser una compañera quien lo hiciera por ella. Lo que sí pudo fue hacer un poco más en el tanto que abrió el marcador, una jugada embarullada dentro de su área pequeña en la que le faltó decisión. Los últimos minutos del partido los dolorida e intentar evitar que las lágrimas asomaran por sus ojos. Con el silbido del árbitro, nada las detuvo.
También lloraron las jugadores del Olympique de Lyon, pero de alegría por lograr un título que el año pasado rozaron con las manos, pero se les escapó en la tanda de penaltis.
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