Los dos goles del Valencia en el comienzo del choque tuvieron un efecto contrario al que se esperaba. Antes de que se cumpliera la media hora, Aduriz y Piatti habían terminado de finiquitar la clasificación de los de Emery con dos buenos tantos, pero los granotas no bajaron los brazos. El problema es que en muchas ocasiones confundieron intensidad y contundencia con acciones que rozaron la violencia.
El conjunto de Juan Ignacio Martínez se sintió frustrado ante su gente, y este sentimiento nubló su cabeza. Olvidó todo lo bueno que está haciendo esta temporada, las virtudes que le han llevado a ser una de las revelaciones de la Liga, y muchos de sus jugadores optaron por dar patadas y entrar en guerras personales con futbolistas del Valencia, en lugar de intentar jugar al fútbol. Algo que hacen realmente bien.
Del Horno, Ballesteros, Iborra,… fueron muchos los jugadores del Levante que optaron por una brusquedad innecesaria. El mismo Óscar Serrano, futbolista que debutaba con la camiseta azulgrana, acabó expulsado por doble amarilla. El objetivo de la mayoría de las patadas y empujones fue Piatti. Vivió un infierno el argentino, fue el futbolista que más golpes recibió, y gran culpa la tuvo Ballesteros al marcarle como su objetivo. Se resarció con el tercer gol, cuando el encuentro espiraba.
Y tras el derbi de la ciudad del Turia, al Valencia le toca ahora enfrentarse a otro conjunto azulgrana. El Barcelona será su rival por un puesto en la gran final de Copa.
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