El arrebato de Tito contagia al Barça

  • Seis victorias y un empate en la Liga, un arranque exacto al de los mejores entrenadores de la historia del Barcelona, han evidenciado los arrebatos de Tito Vilanova en el banquillo, capaz de sortear partidos en contra y lesiones, así como ante los micrófonos, donde ha dejado a un lado su temple y no ha dudado en plantar cara al Real Madrid o a los árbitros.

Álex Cubero

Barcelona, 10 oct.- Seis victorias y un empate en la Liga, un arranque exacto al de los mejores entrenadores de la historia del Barcelona, han evidenciado los arrebatos de Tito Vilanova en el banquillo, capaz de sortear partidos en contra y lesiones, así como ante los micrófonos, donde ha dejado a un lado su temple y no ha dudado en plantar cara al Real Madrid o a los árbitros.

El hombre a la sombra de Pep Guardiola en los últimos cinco años se ha destapado como un continuista con rupturas, cuyo sosiego y timidez contrastan con su discurso directo y sin tapujos, más natural y menos retórico que su predecesor. Un estilo en ruedas de prensa que ha contagiado al juego de su equipo sobre el césped.

Entre el traspiés inicial en la Supercopa de España ante el Real Madrid a finales de agosto y el empate ante este mismo equipo el pasado domingo, el Barça ha sido capaz de abrir una brecha de ocho puntos con su máximo rival, un hecho inédito en tan pocas jornadas.

En este tiempo, seis victorias consecutivas han situado al equipo de Tito a la altura de los mejores arranques ligueros de la historia del club, como James Bellamy (1929-30), Johan Cruyff (90-91), Louis Van Gaal (97-98) y Pep Guardiola (09-10).

Como un guiño del destino, la racha de todos ellos finalizó con un empate, el mismo resultado que cortó la senda triunfal de Tito el pasado fin de semana ante el Real Madrid. Aún así, su equipo sigue siendo el único de Europa invicto en Liga y Liga de Campeones.

Pero a excepción de las claras goleadas ante Real Sociedad (5-1) o el Getafe (1-4), el técnico ha tenido que estrujar su pizarra para remontar marcadores adversos ante Osasuna (1-2), Sevilla (2-3) y Madrid (2-2), imponerse con sufrimiento en los últimos minutos al Granada (2-0) o tumbar por la mínima al Valencia (1-0).

Tampoco le ha ayudado el rosario de lesiones que ha azotado a su equipo, especialmente en defensa. Toda la zaga titular de la era Guardiola ha caído (Alves, Piqué, Puyol y Abidal, éste por enfermedad), a lo que se han unido lesiones de Adriano, Alba, Cuenca, Iniesta, Alexis y, hasta en dos ocasiones, Thiago.

El Barça ha aprendido a fluir en el caos y avanzar con el viento en contra, aunque eso le ha hecho perder pomposidad. Menos 'aguardiolado', el equipo ha vuelto a sus orígenes, retomando el 4-3-3 germinal y desterrando la defensa de tres para casos de imperiosa necesidad. Ha retrocedido para volver a evolucionar.

Con menos retórica, del dogma incuestionable de la posesión de balón se ha pasado a un equipo que no desdeña del juego directo, vertical y los chispazos individuales. Para seguir ganando, el Barça ha pasado del ballet a la salsa, de Beethoven a Miles Davis, del orden al arrebato. Más imprevisible, en sus vicios y virtudes.

Una metamorfosis respecto al estilo de los últimos años, donde del dominio incuestionable se pasó a que varios equipos le tomaran la medida, como la pasada campaña ante Chelsea y Real Madrid.

Más difícil es tomar la medida a Tito fuera del campo, con un estilo distinto a Guardiola. En pocos días ha criticado el arbitraje de Mateu Lahoz ("me desconcierta, porque te modifica el juego", dijo), no dudó en responder a las acusaciones de Pepe contra sus jugadores ("podríamos -afirmó- hacer un vídeo con sus patadas") y fue irónico con Mourinho ("para no querer hablar de los árbitros, ha hablado", aseguró).

De Bellcaire d'Empordà (Girona), un pueblo de 664 habitantes, su origen sencillo se denota en un estilo siempre franco y directo, espontáneo, poco redundante, menos ortodoxo. Tanto como este nuevo Barça de Tito.

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