Philippe Coutinho amaneció este sábado como el nuevo integrante del exclusivo club de los jugadores que ya enlazaron dos jornadas del Mundial como máxima figura de los partidos jugados por sus selecciones, que hasta el viernes habían conseguido Cristiano Ronaldo, Luka Modric y Denís Chéryshev. En una selección brasileña cuyo máximo referente es Neymar, lo de Coutinho impacta.
Primero porque con sus dos goles, uno en cada partido, ha sacado a Brasil del atasco, y ha dado muestras de que su poder va desde los letales remates a distancia, como lo hizo ante Suiza, hasta la puntada final que da a las jugadas colectivas. Y cuidado, porque en cualquier momento da pruebas de su facilidad para convertir en jugadas de balón parado. El jugador que debutó como profesional en el Vasco da Gama en 2009 se ha convertido en la figura que mejor hace fluir el juego ofensivo. Su parcela preferida es el centro de la cancha desde la que dicta el ritmo y el volumen de juego.
El futbolista azulgrana, que en territorio ruso cumplió 26 años el 12 de junio, llegó en principio para abrir los espacios para Neymar y dejar a Gabriel Jesús en el camino al gol. En apenas cinco días, Philippe Coutinho cambió las tendencias. No obstante, nada diferente a lo que ya demostró en el Barcelona no solo con los goles que lo dejan atrás de la producción de Lionel Messi y Luis Suárez.
En el Mundial de Rusia la secuencia como figuras de los dos encuentros ya jugados pertenece al portugués Cristiano Ronaldo, el croata Luka Modric, el ruso Denis Chéryshev y ahora el brasileño que luce la camiseta número 11. El primero se encargó de empatar él solo ante España, Modric dejó mirando al suelo a Messi y a un país en conmoción absoluta, al borde de la catástrofe futbolística. Justo la sensación contraria a la que tiene una anfitriona, Rusia, que empieza a meter miedo.
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