El gallego que soñó hacerse futbolista en La Bombonera y triunfó en San Lorenzo de Almagro

    • Antonio García Ameijenda, nacido en Galicia, es uno de los futbolistas más laureados del Ciclón, con cuatro títulos argentinos.
    • Su familia emigró a Argentina cuando él no había cumplido un año huyendo de la miseria de la España franquista.
    • "Nos pasábamos en el potrero todo el día del sábado, desde que amanecía hasta que se hacía de noche", recuerda.
    • Cuando era adolescente, ayudaba en la carnicería de sus padres y hacía muebles, hasta que le llamó la Primera de San Lorenzo.

Como miles de familias que huyeron de la España franquista, los García Ameijenda buscaron la prosperidad en Argentina a finales de los cuarenta. Abuela y madre cruzaron el charco escapando de la miseria de la Galicia de la época y soñando con un futuro mejor para sus dos hijos, la niña y el pequeño Antonio, que apenas tenía siete meses cuando llegó a Buenos Aires. Antonio García Ameijenda hoy tiene 66 años, vive en el barrio de San Telmo y fue una pieza clave del mejor San Lorenzo de Almagro de todos los tiempos, el que ganó cuatro campeonatos nacionales en los sesenta y los setenta. La prensa de la época bautizó a ese plantel como 'el equipo computadora'. "La diferencia con los demás, era que teníamos once buenos en el campo", rememora Ameijenda. "El resto tenían cuatro o cinco y los demás eran jugadores solo de lucha o correr".

La pasión de este joven de sangre española pero espíritu porteño por el fútbol hay que buscarla en los potreros bonaerenses donde forjó su calidad. Todo giraba en torno a una pelota. "Era lo único que había. Había canchitas de fútbol en todo el barrio, era todo potrero", cuenta. "Estábamos todo el día jugando. Con una pelota de goma, de papel o de tela. Nos pasábamos en el potrero todo el día del sábado, desde que amanecía hasta que se hacía de noche, sin comer siquiera". Como el genio de Maradona, la calle fue el mejor campo de prácticas para Ameijenda. Sólo cuando se juega de sol a sol puede desarrollarse una habilidad y pasión imposibles de inocular ni en la mejor escuela del mundo. "La suerte era que no teníamos televisión. Ahí coges la destreza. Y aprendes a quitar los miedos, porque a veces te toca jugar contra chicos más grandes".

Una de las primeras visitas del pequeño Antonio a la Bombonera, la cancha de Boca Juniors, terminó de prender la mecha del fútbol en el niño. "Me impactó tanto ver a los jugadores, cómo les aplaudía la gente, que con cinco o seis años me dije, 'yo voy a ser jugador de fútbol'".

Mientras en la cabeza y el corazón del crío empezaba a bullir el fútbol, las cosas, aunque mejor que en España, también eran complicadas en la Argentina de mediados de los cincuenta. El 16 de junio de 1955, un bombardeo sobre Buenos Aires perpetrado por militares contrarios a Perón se cobró la vida de 156 personas después de que cayeran proyectiles sobre la Plaza de Mayo y la Casa Rosada. "Recuerdo que yo estaba con mi abuelo y le pregunté '¿con quién estamos en guerra'?, y me explicó que eran argentinos que querían voltear a Perón".

En ese clima convulso, la familia iba saliendo adelante. La madre de Antonio se casó de nuevo cuando él tenía cinco años y nunca faltó comida en la mesa, algo que no pudieron tener en la España que les empujó a emigrar. "Íbamos con la misma ropita, pero siempre había para comer", explica Ameijenda. En cuanto tuvo edad, Antonio tuvo que ayudar en lo que fuera, bien cortando filetes en la carnicería de su padre, o siguiendo los pasos del abuelo como carpintero. "Empecé a estudiar ebanistería en una escuela-fábrica donde hice muebles y todo", recuerda. El fútbol seguía siendo el motor de un adolescente que estudiaba, trabajaba y entrenaba persiguiendo el sueño. "Quería llegar y no me importaba nada, ni pensaba en el cansancio".

Con 16 años, una llamada terminó con su pluriempleo y le permitió enfocarse exclusivamente en el fútbol. "Me citó la Primera de San Lorenzo y largué todo a la mierda. 'Yo me dedico a esto, buenas noches'. Tenía en la mente y en el corazón que quería ser futbolista y lo dejé todo". En el primer equipo del Ciclón, Ameijenda estuvo entre 1967 y 1975, en los que consiguió cuatro campeonatos argentinos en un equipo en el que también jugó algunas temporadas Ratón Ayala, exjugador del Atlético de Madrid. "Fue un equipo adelantado a su tiempo. Cuatro o cinco años antes, los equipos pasaban el balón de aquí para allá, pero los partidos no se ganaban. Nosotros éramos más prácticos. Teníamos la pelota lo justo y necesario para hacer ocasiones y goles", explica. "En ese momento era difícil jugar a un toque, pero nosotros lo hacíamos".

Terminada su época en San Lorenzo, Ameijenda jugó en el Salamanca entre 1975 y 1978. La atmósfera aperturista de una España que por fin empezaba a mirar hacia un futuro esperanzador, contrastaba con el periplo más oscuro de la historia moderna de Argentina: la capciosa dictadura de Rafael Videla, que había accedido al poder por la fuerza en 1976. "Un desastre", dice con pesadumbre. "Aquello fue un genocidio. La gente simplemente desaparecía. Querían limpiar toda la izquierda y a los que eran peronistas se los llevaban. La Junta Militar mataba gente, chicos, mujeres embarazadas…".

Todavía hoy, Antonio Ameijenda lamenta que el fútbol no hubiera tomado partido contra el régimen, y en el fondo, fuera un cómplice silencioso. "Los jugadores debieron plantarse y no jugar el Mundial del 78. Se estaba cayendo ya el régimen y se inventaron esto". Celebrado en Argentina, el título de la albiceleste liderada por Mario Alberto Kempes fue instrumentalizado por la dictadura para exportar al mundo una imagen de pujanza, como se explicó en el genial programa 'Informe Robinson'. "Los periodistas ni nos preguntaban por cuestiones políticas. Y aunque uno sea futbolista, tiene una conciencia social. Parece que la gente con el fútbol se olvida de todo, pero no es así la historia".

Expectante ante el comienzo del Mundial de Clubes para su equipo, Ameijenda disfruta recordando el camino recorrido. "Nosotros no le dimos tanta importancia a lo que hicimos con San Lorenzo hasta que nos retiramos", dice. Ahora, a sus 66 años, sigue su matrimonio con la mujer que se casó con veinte años y tiene varios nietos, uno con muy buenas maneras para el fútbol. Sigue luchando el gallego a quien el hambre llevó a Argentina, la Bombonera le hizo soñar con ser futbolista y San Lorenzo le convirtió en leyenda.

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