El Real Madrid mantiene su sequía de éxitos continentales

  • Tras una espera que se había hecho eterna para los aficionados blancos, el Real Madrid, el club más laureado del baloncesto continental, volvió a disputar, dieciocho años después, la final de la Euroliga, su torneo fetiche.

Jorge E. Peris

Londres, 12 may.- Tras una espera que se había hecho eterna para los aficionados blancos, el Real Madrid, el club más laureado del baloncesto continental, volvió a disputar, dieciocho años después, la final de la Euroliga, su torneo fetiche.

El rival era, curiosamente, el mismo que en 1995: el Olympiacos de El Pireo, pero el resultado fue muy diferente (100-88). El vigente campeón llegó a la final sin hacer ruido, pero redondeando un torneo impecable; siempre guiado a la perfección por el genial Vassilis Spanoulis, MVP de la competición y de la fase final.

El base griego ordenaba, dirigía y asistía sobre el parqué del O2 Arena con la precisión de un relojero suizo. Spanoulis, nacido en Larissa en 1982, estuvo desaparecido en el primer cuarto, pero, al igual que sucede con los dioses de la mitología griega, siempre acaba apareciendo.

El heleno, que coronó una fase final majestuosa (22 puntos, 2 rebotes y 4 asistencias en 32 minutos de juego), fue un martillo para el Real Madrid, al que destrozó a base de triples.

El nuevo dios de El Pireo campó a placer sobre la pista del emblemático coliseo londinense, lleno hasta la bandera con los pasionales aficionados de Olympiacos, ataviados con camisetas y bufandas rojiblancas, y que superaban en número a los pocos más de mil hinchas madridistas que se desplazaron a la capital británica.

El conjunto blanco, uno de los clásicos del baloncesto continental, se presentaba en la final con la vitola de teórico favorito, después de barrer al Maccabi Electra Tel Aviv en los cuartos de final y de superar al Barcelona Regal (67-74) en semifinales.

Seis años, un mes y dos días después de conquistar su último título europeo: la Copa ULEB, en el Spiroudome de Charleroi (Bélgica), tras derrotar al Lietuvos Rytas lituano por 75-87, los hombres de Laso confiaban que repetir, esta vez en Londres y ante el Olympiacos, éxitos pasados en la Copa de Europa.

Mucho dinero ha invertido el Real Madrid en las últimas temporadas para hacer realidad el sueño de sus aficionados de volver a codearse con la elite del panorama baloncestístico europeo.

Fichajes de relumbrón, como los españoles Rudy Fernández o Jorge Garbajosa, los estadounidenses Louis Bullock y Elmer Bennett, el argentino Pepe Sánchez, el esloveno Marko Milicic, el serbio Marko Jaric, el serbo-griego Dragan Tarlac o el griego Lazaros Papadopoulos, son algunos de los ejemplos de la política de contratación que ha llevado el conjunto madridista en los últimos años.

Dos temporadas después de su última presencia en una Final a Cuatro, el Real Madrid llegó a la capital británica con más experiencia y con la que muchos consideraban como la mejor plantilla de Europa; en la que había exjugadores NBA, como Sergio Rodríguez y Rudy Fernández, futuros NBA, como Nikola Mirotic, o leyendas de este deporte, como el sempiterno Felipe Reyes, único miembro del plantel que levantó la Copa ULEB en 2007.

El eterno capitán blanco, 'El relojito', como lo llama su técnico, Pablo Laso, es el único integrante de aquella plantilla; en la que habían nombres como los de Charles Smith (MVP de la final), Axel Hervelle, Louis Bullock, Álex Mumbrú, Raúl Lópz, Blagota Sekulic, Kerem Tunçeri, Marko Milicic, Nedzad Sinanovic o Marko Tomas.

Ni el técnico -Joan Plaza-, ni el presidente -Ramón Calderón-, son los mismos, en un club en el que muchas cosas han cambiado desde entonces.

El duro trabajo del actual entrenador, integrante de la plantilla que consiguió la última Copa de Europa, en Zaragoza, y de Alberto Herreros, director técnico de la sección de baloncesto, está dando sus frutos en las últimas temporadas.

Pese a la derrota de ayer en la final de la Euroliga, la apuesta por un sólido bloque nacional y por la juventud ha devuelto al club blanco al sitio que merece: a pelear y competir hasta el final por todos los títulos.

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