Camisetas blancas por camisetas amarillas, el Camp Nou por El Madrigal, miércoles por domingo y Real Madrid por Villarreal. El Barcelona arrancó los primeros 45 minutos del partido como terminó el Clásico de Copa del Rey, aplicando su propuesta futbolística a medias y recibiendo más zarpazos que heridas causaron los de Guardiola al equipo de Castellón.
Messi, intermitente todo el partido, tiró del equipo en los últimos instantes y sorprendió por su desacierto de cara a gol. Un mano a mano con Diego López en cada parte, dos ocasiones perdidas, la primera por una vaselina que acabó fuera, la segunda por un despeje providencial del portero lucense.
El Barcelona se acuesta a siete puntos del Real Madrid por el buen hacer defensivo de los hombres de José Francisco Molina. El trabajo colosal de Borja Valero y Marcos Senna en el centro del campo acabó con el madrileño recibiendo los vítores de la grada y con el brasileño reventado, sentado sobre el césped, incapaz de continuar. Los pulmones fundidos de tanto esfuerzo. Entre los dos desorientaron a un Xavi desaparecido al que Cristian Tello ofreció un oportuno recambio.
Gonzalo rodríguez marcó en fuera de juego y la grada inició la primera de sus múltiples protestas hacia Teixeira Vitienes, igual de mediocre que su hermano el miércoles y que acabó por enfadar a todos, incluso al normalmente calmado Guardiola. El panorama del segundo tiempo hizo reaccionar al técnico culé desde el banquillo.
Era todo o nada y Alexis, dolido en su hombro pero infiltrado para dar respiro a la mermada plantilla del Barcelona, entró para revolucionar la delantera. Su movilidad abrió espacios para que Messi y Cristian Tello buscaran la victoria. Diego López y el larguero dictaron la suerte azulgrana.
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