Suele pasar en todos los torneos en que hay una selección claramente inferior. La gente, sabedora de sus pocas posibilidades de sorprender al rival, se posiciona claramente a su favor y se dedica a animarla y aplaudirla durante todos los partidos como si fuese su equipo de toda la vida. Al rival, por contra, le silban y abuchean. Primero, para meterle presión y, segundo, para dejarles claro que no apoyan una posible goleada.
España sufrió en sus propias carnes lo que significa jugar en un campo teóricamente neutral y recibir una sonora pitada. Los culpables de la música de viento fueron los brasileños que se congregaron en el mítico estadio de Maracaná. Como ya hicieran los espectadores del Tahití-Nigeria, ellos también se pusieron del lado de los oceánicos. Les aplaudieron y agasajaron en casi todas las acciones positivas de las que eran protagonistas.
Cuando era España la que tocaba, una tromba de abucheos y silbidos inundaban el campo, con el objetivo de descentrar a la campeona del mundo. Ni siquiera los goles de la 'Roja' eran aplaudidos por algun aficionado que no fuera español.
La gran diferencia, eso sí, entre los pitos a Nigeria y a España es que los del Maracaná llevaban un mensaje cifrado para los hombres del Del Bosque. Si sus oídos ya habían sufrido al soportar unos cuantos decibelios jugando en un estadio que no se llenó y ante un rival neutral, como la 'Roja' llegue a la final de la Confederaciones ante Brasil, el ambiente será ensordecedor; un auténtico infierno auditivo.
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