Estambul pone su riqueza histórica y geográfica al servicio de los Juegos

  • Un estadio en forma de herradura se abre hacia el Bósforo. Aquí, sobre el agua, explotan los fuegos artificiales y suenan los tambores, en una inauguración olímpica celebrada en un estadio en Asia pero que podrá ser vista por cientos de miles de personas también en la orilla europea del Bósforo.

Ilya U. Topper

Estambul, 31 ago.- Un estadio en forma de herradura se abre hacia el Bósforo. Aquí, sobre el agua, explotan los fuegos artificiales y suenan los tambores, en una inauguración olímpica celebrada en un estadio en Asia pero que podrá ser vista por cientos de miles de personas también en la orilla europea del Bósforo.

Esa imagen de unos Juegos realizados a la vez en dos continentes es la punta de lanza del despliegue visual de la candidatura de Estambul 2020, que ha puesto gran parte de su peso en la riqueza histórica y la hermosa ubicación geográfica de la ciudad.

Un concepto resumido en el eslogan de la candidatura: "Bridge together", Unir cual Puente.

De momento, a la espera de que el 7 de septiembre el COI anuncie en Buenos Aires qué ciudad acogerá la edición 23 de los Juegos Olímpicos, no se ve gran cosa de las múltiples instalaciones que promete la candidatura.

El "cluster" asiático cuenta por ahora con un estadio de fútbol y uno de voleibol. La zona costera donde se ubicarán una cancha de voley playa, un campo de tiro con arco, un espacio de remo y el mencionado Estadio del Bósforo, para ceremonias y maratón, es aún un puerto comercial con febril actividad de grúas.

Pero esto cambiará a corto o medio plazo: hay que "devolver la orilla a las ciudadanos", proclaman los responsables de Estambul 2020, con la idea de que revalorizar esa zona, ubicada junto a los barrios más populares y de mayor vida nocturna y comercial.

En la orilla europea de este círculo central, el viejo estadio de fútbol del Besiktas está siendo reformando ya para acoger las competiciones de rugby.

Algo más alejados quedarán los estadios de balonmano y atletismo, el primero ya construido, el segundo en planificación, situados junto a las impresionantes murallas otomanas de la ciudad y cercanas a la costa del Mar de Mármara, donde se construirán las instalaciones de natación.

La siguiente parada, siguiendo la orilla, es la marina de Ataköy, ya operativa, que acogerá las competiciones de vela, a tiro de piedra de las canchas de baloncesto, judo y esgrima (ya existentes) y la de ciclismo, bajo planificación.

Nunca antes, aseguran los responsables de la candidatura, el espacio de vela ha estado tan cerca -apenas 15 kilómetros en línea recta- de la Villa Olímpica.

El resto de las disciplinas se ubicarán en el bosque de Belgrado, en la periferia norte de la ciudad, donde se construirá un estanque para canoa, un campo de tiro y una pista de bicicleta de montaña, todos cercanos al flamante estadio de fútbol del Galatasaray.

Finalmente, algunos espacios verdes -golf y hípica- se crearán cerca de la Villa Olímpica, en la periferia noreste de Estambul.

Ahí también se ubica el Estadio Atatürk, recién completado, 76.000 asientos, techo móvil, destinado a atletismo y pentatlón.

Por ahora se trata de una arena rodeada por zonas deshabitadas. Pero ya tiene metro: desde julio pasado funciona una línea con la parada final "Olimpiadas".

Este metro es la pieza fundamental de una de las bazas más repetidas por la candidatura: que el tiempo máximo de desplazamiento entre la Villa Olímpica y cualquier espacio de competición no pasará de 35 minutos.

Hoy día, esa promesa suena demasiado optimista, teniendo en cuenta que el trayecto entre el estadio de Kadiköy (fútbol), en la parte asiática, y el de Atatürk, en Europa, no baja de dos horas y media en autobús, barco, tranvía, tren y metro.

Los atascos son habituales en Estambul y su red de transporte urbano es complicada y escasa en comparación a Madrid.

Pero esto cambiará: este otoño se inaugurará el Marmaray, el túnel ferroviario bajo el mar de Mármara que acortará los viajes entre la parte europea y la asiática y acabará, al menos en parte, con la eterna congestión de los dos puentes sobre el Bósforo.

Lo bueno de estos grandes proyectos es que no dependen del sí del Comité Olímpico Internacional: gran parte de las reformas urbanísticas y de infraestructuras tendrán lugar con o sin Juegos.

Así se conjura uno de los mayores riesgos de las ciudades anfitrionas: el de quedarse, tras los Juegos, con un inmenso conglomerado de obras sin utilidad ninguna, como ocurrió en Atenas tras el 2004.

No ocurrirá en Estambul, confía la candidatura: las instalaciones que quedan por construir serán muy bienvenidas en una ciudad que ya ahora cuenta con trece millones de habitantes pero carece de grandes zonas de ocio o deporte para los ciudadanos.

En esta visión, los Juegos simplemente formarían parte de la evolución natural de la metrópolis del Bósforo.

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