Forlán aleja los fantasmas y los temores del universo rojiblanco

  • El uruguayo Diego Forlán, al marcar los dos goles del Atlético de Madrid ante el Fulham en la final de la Liga Europa, logró alejar los fantasmas del equipo español, que estuvieron acechando a la afición rojiblanca durante todo el partido en el estadio de Hamburgo.
Agencias

Tres finales europeas perdidas no es algo que se encaja con facilidad y la seguridad definitiva no llegó hasta el pitido final, cuando se vio la acostumbrada escena de un equipo celebrando, el Atlético, y otro lanzado al piso hundido en la decepción.

En la primera parte -a menos a partir del primer gol de Diego Forlán en el minuto 32- mucho indicaba que la final tenía que ser del Atlético. La afición rojiblanca así lo entendió y, después del tanto del uruguayo, pareció que desde el fondo sur del estadio empezaba a marcarse el ritmo del compromiso.

El sueño del título europeo para el Atlético se podía tocar con las manos, su afición cantaba y el equipo, contagiado, tuvo una breve fase de seis minutos en la que se mostró mucho más dominante que en la primera hora de juego, como si buscase sentenciar

El partido empezó a ser más rápido, el Atlético, que había tenido algunos problemas para llegar en los minutos iniciales, se hizo más incisivo. Los saques de esquina a favor de los colchoneros empezaron a acumularse y parecía haber un cerco al área contraria.

Sin embargo, el Fulham también puso el pie el acelerador y cuando, en la primera jugada de ataque digna de mención del equipo inglés, Simon Davies logró el empate, el fondo sur guardó silencio desconcertado.

La ilusión había durado poco más de cinco minutos y eran los hinchas del Fulham los que estaban jubilosos, sabiendo tal vez que su equipo suele marcar la mayoría de sus goles en la segunda parte.

Los hinchas del Atlético salieron de su estupor tras el empate, pero en la segunda parte el Fulham salió como transformado y su afición también. Los 'colchoneros' tardaron en sacudirse la presión, como si sintieran que había malos presagios en el ambiente.

En los dos minutos añadidos al tiempo reglamentario, el Atlético presionaba pero era claro que podía pasar todo. Era como estar entre el cielo y el infierno. El pitido del árbitro, que anunciaba la breve pausa antes de la prórroga, también aplazaba la bendición o la maldición del último minuto de las que hay ejemplos suficientes en la historia del Atlético.

El equipo español estaba cerca de la gloria -al final de la primera parte de la prórroga una gran ocasión del "Kun" Agüero hizo sentir el sueño cercano-, pero la tensión aumentaba a medida que pasaban los minutos porque la desilusión también estaba a la vuelta de la esquina.

La tensión se podía cortar con las manos cuando llegó el segundo gol de Forlán -ya faltaban menos de cinco minutos para el final de la prórroga-, que fue recibido con un grito liberador en el fondo sur.

Era un gol que ahuyentaba los fantasmas y que hizo que se volvieran a oír los gritos del comienzo del partido de "uruguayo, uruguayo". En el último instante, la amenaza volvió, cuando el Fulham se perdió una ocasión increíble, pero la suerte -al fin- estaba echada sin tener que llegar a la lotería de los penaltis.

La afición del Fulham -noble- aplaudía de pie y el equipo sorpresa de la Liga Europa se echó al hombro la decepción para ir a saludar y agradecer al fondo norte. Los hinchas del Atlético ahora podrán contar a sus nietos que vieron como el equipo lograba un título europeo, venciendo las amenazas de los fantasmas y de una misteriosa nube volcánica.

Muchos lo había dicho: no importaba la incertidumbre del viaje si era para ver ganar al Atlético.

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