Francia y la extraña balsa de aceite: Sudáfrica pasa a mejor vida

  • Sudáfrica ya no existe en las cabezas de los jugadores de la selección francesa. El torneo más polémico de los que nunca disputó pasó a mejor vida. Cuatro años después de aquel batacazo, con insultos entre jugadores y el técnico Raymond Domenech, Brasil es una extraña balsa de aceite.

Juan José Lahuerta

Porto Alegre (Brasil), 14 jun.- Sudáfrica ya no existe en las cabezas de los jugadores de la selección francesa. El torneo más polémico de los que nunca disputó pasó a mejor vida. Cuatro años después de aquel batacazo, con insultos entre jugadores y el técnico Raymond Domenech, Brasil es una extraña balsa de aceite.

Didier Deschamps ha conseguido espantar todos los fantasmas de Sudáfrica. En aquellos tiempos, por estas fechas, el diario francés L'Equipe publicaba, después de los dos primeros partidos mundialistas en el que sólo sumaron un punto, que Nicolás Anelka había insultado gravemente a Domenech durante el transcurso del descanso del choque ante México.

La Federación Francesa de Fútbol no dudó en expulsar al atacante francés un día después. Sin embargo, no llegó la calma. Patrick Evra tuvo un altercado durante una sesión con el preparador físico Robert Duverne. A consecuencia de ello, los jugadores decidieron redactar una carta en defensa de Anelka y se negaron a entrenar. Francia perdió el tercer encuentro con Sudáfrica y, después de hacer el ridículo, se marchó a casa en la primera fase.

Todo eso ha quedado atrás. Deschamps ha conseguido unir a sus jugadores, que no están a salvo de las críticas del público. Hasta la serie de amistosos en el mes previo a la competición, en el que mejoró el juego y los resultados de "Les Bleus", siempre había alguna voz discordante con el grupo.

Pero ha llegado la hora de la verdad y a un partido de su estreno, todo está en orden en Francia por primera vez en mucho tiempo. Y eso, a Deschamps le encanta. En la rueda de prensa previa al encuentro ante Honduras se mostró relajado, sonriente y amable. Todo lo contrario que Domenech, que saltaba de una bronca a otra.

"No debemos nombrar Sudáfrica. Estamos en otra Copa del Mundo. No se nos va a juzgar por lo que hicimos hace cuatro años. Es maravilloso disfrutar del buen ambiente de aquí. Esto es algo muy agradable, lo que necesitamos. Lo más importante es lo que va a suceder mañana a las 16:00", indicó Deschamps.

El ambiente es bueno porque el técnico y ex capitán de la selección lo promueve. Si los futbolistas de 2010 se comunicaban con su entrenador por carta y para criticar situaciones bochornosas, ahora es el entrenador de Francia quien busca a sus hombres.

"Hablo con los jugadores de forma regular. Creo que sí, es bueno hablar con ellos, comunicarme. No sabemos como van a reaccionar en una Copa del Mundo. Muchos son jóvenes y no sabemos. Los de más experiencia lo han vivido antes y lo van a manejar mejor", declaró.

Hasta el público se ha apuntado a una especie de optimismo que no comienza a despertar de su letargo. La comunión empieza a ser buena. Algunos aficionados se acercaron al hotel en el que se aloja la selección gala para saludar a sus jugadores. Deschamps se atreve a pedir su apoyo cuando antes Domenech casi tenía que agachar la cabeza.

"Si hay franceses aquí están más cerca de nosotros. Si vienen al estadio, estupendo. Necesitamos el apoyo de los aficionados. Esta mañana hemos visto aficionados. Es importante. Por favor, que nos apoyen e intentaremos mostrar nuestro mejor rostro".

Deschamps no deja de calificar la preparación y el ambiente como "agradable", "bueno", "interesante" y otros muchos más adjetivos que hace cuatro años no se escuchaban. Todo era horrible, desastroso e incomprensible.

La hora de la verdad ha llegado. Honduras será la primera selección que pruebe a un equipo que en el último momento ha conseguido alejarse de todos sus males. Francia, un grupo que parecía condenado a vivir en ambientes enrarecidos, es por fin una balsa de aceite. Pero es extraña. Hacía mucho que no disfrutaban de una.

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