Griezmann escala un nuevo peldaño en una carrera guiada por la ambición

  • El joven delantero francés Antoine Griezmann, la última gema de la inagotable cantera de la Real Sociedad, llega al Atlético de Madrid para ingresar en la elite del fútbol mundial guiado por su indiscutible calidad técnica y, sobre todo, por su firme determinación e indisimulada ambición.

Rafael Herrero

San Sebastián, 28 jul.- El joven delantero francés Antoine Griezmann, la última gema de la inagotable cantera de la Real Sociedad, llega al Atlético de Madrid para ingresar en la elite del fútbol mundial guiado por su indiscutible calidad técnica y, sobre todo, por su firme determinación e indisimulada ambición.

Nacido en Macon (Francia) el 21 de marzo de 1991, el equipo de sus primeros amores, el Olympique de Lyon, no lo quiso porque era pequeño. También lo descartaron, por el mismo motivo, otros equipos franceses, pero Antoine Griezmann ha alcanzado la elite porque ha sabido esperar las oportunidades que le ha abierto la vida, que siempre ha tenido la capacidad de aprovechar, de la misma manera que se conduce en el área.

Lo vio en un torneo de niños, en París, el ojeador Eric Olhats, el que peina el mercado francés para la Real Sociedad, y con 13 años se lo trajo a San Sebastián, donde su adaptación se vio allanada por la posibilidad de seguir viviendo en Francia, concretamente en el domicilio del propio Olhats en el País Vasco francés.

Desde allí se desplazaba para entrenarse en Zubieta con sus nuevos compañeros, con los que fue quemando etapas hasta que una casualidad le abrió la gran oportunidad de su carrera. Era el verano de 2009, con la Real en Segunda y el uruguayo Martín Lasarte al mando.

Lasarte pidió a los técnicos de Zubieta un zurdo de los equipos inferiores para completar la pretemporada, de modo que pudiera enfrentar dos onces en los entrenamientos.

El elegido, un chaval llamado Bingen Erdozia, se lesionó y Lasarte tuvo que "tirar" del rubio francés, un juvenil que se ejercitaba con el Sanse, el segundo equipo de la Real.

Griezmann, con 18 años, vio una puerta entreabierta y decidió tirarla abajo: cinco goles en la pretemporada pusieron su nombre en boca de toda la afición txuriurdin y, lo que es más importante, en la agenda de Lasarte, que decidió contar con él toda la temporada.

El atacante galo jugó 40 partidos y marcó 6 goles en esa temporada, en la que la Real logró el título de Segunda y regresó a la elite del fútbol español con un nuevo ídolo en sus filas.

A partir de ahí, su presencia en el primer equipo de la Real ha sido fija y sus números cada vez mejores, hasta alcanzar los 50 partidos jugados y los 20 goles marcados la pasada temporada, en la que, además, debutó con la selección francesa absoluta y jugó el Mundial de Brasil.

Rápido, listo, oportunista, con excelente golpeo y buen remate de cabeza, capacidad de sacrificio defensivo y versatilidad para jugar en banda, de media punta o como "nueve", su juego no ha pasado desapercibido y su ambición por acceder a clubes con mayores posibilidades hizo saber a la Real Sociedad que ya no podría retenerle.

Su aspiración por marchar a un club más grande no es nueva ya que al poco de su eclosión deslizó varias declaraciones en ese sentido que exasperaron a la afición donostiarra, del mismo modo que tampoco gustaban demasiado algunas de las estrafalarias celebraciones de sus goles.

En la Real también se trabajó ese aspecto con el jugador, hasta conseguir un Antoine Griezmann mucho más centrado y maduro en las últimas temporadas.

Su progresión en las selecciones inferiores de Francia marchaba acorde a su desarrollo en la Real, hasta que otra de sus chiquilladas le costó un importante paso atrás, al ser sancionado durante un año sin jugar en ningún equipo nacional galo por escaparse de una concentración de la sub-21 para irse de juerga a una conocida discoteca de París.

"He aprendido mucho de aquello, creo que la sanción me vino bien, ahora soy otra persona y otro jugador", reconoció el propio Griezmann en marzo de este año, en vísperas de debutar con la absoluta.

En el Mundial de nuevo se le abrió una puerta, esta vez a través de la lesión de Franck Ribéry, y otra vez, como en aquel agosto de 2009, la volvió a atravesar con decisión, con una actuación convincente que le sitúa ya como una de las estrellas del fútbol europeo.

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