Gulbis, el hombre que quiere que París sea una fiesta

  • El letón Ernests Gulbis es el invitado sorpresa de las semifinales de Roland Garros, tras haber sido durante años un objeto no identificado en el mundo del tenis, excéntrico, polémico y excesivo, reconvertido ahora en un jugador particular capaz de derrotar a cualquier rival.

Luis Miguel Pascual

París, 5 jun.- El letón Ernests Gulbis es el invitado sorpresa de las semifinales de Roland Garros, tras haber sido durante años un objeto no identificado en el mundo del tenis, excéntrico, polémico y excesivo, reconvertido ahora en un jugador particular capaz de derrotar a cualquier rival.

Así lo sufrió en tercera ronda el suizo Roger Federer, el hombre con mayor palmarés de la historia del tenis, que a sus 32 años se despidió del público que le adora en París víctima del tenis potente e inteligente del número 17 del mundo, de 25 años.

Y así podrá suceder mañana en las semifinales del Grand Slam de arcilla contra el número dos del ránking, el serbio Novak Djokovic, que busca levantar el único grande que todavía no ha conquistado.

Tras años de haber desperdiciado su talento tenístico en un océano de excesos, Ernests, a quien sus padres bautizaron con ese nombre por Hemingway, pretende ahora que París sea una fiesta.

"Si tienes la suerte de haber vivido en París de joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida", escribía el genio estadounidense en la novela autobiográfica sobre su paso por la capital francesa, "París era una fiesta".

Eso mismo debe pasarle a Gulbis, que salió del anonimato en Roland Garros en 2008 cuando, en contra de todo pronóstico, alcanzó con 19 años los cuartos de final de un grande.

El público descubrió un tenista de un talento de excepción, un revés potente y una derecha particular, única, al que la elite del tenis abrió las puertas de par en par.

Pero el joven letón apenas se asomó a un mundo por el que, de inicio, no se vio atraído, demasiada disciplina y horas de entrenamiento, demasiado esfuerzo para este "diletante" que viaja a los torneos en el "jet" privado de su padre, un oligarca letón especializado en reflotar empresas que decidió dar a su hijo el capricho de jugar a la raqueta.

Tras su gesta de París llamó a las puertas del "top 20", donde cayó ante Djokovic, para sumergirse poco después al 150.

"No me preocupaba de entrenar ni de cuidarme. Mis intereses eran otros", recuerda ahora el tenista, que incluso pasó por una prisión sueca en 2009 después de que la policía le arrestara en compañía de una prostituta.

"Fue una experiencia increíble, todo el mundo debería pasar al menos una vez por la prisión", asegura el jugador, que pese a haber enderezado su entrenamiento sigue asumiendo el papel de "enfant terrible" del tenis.

El punto de inflexión fue a finales de 2012, cuando el hombre al que la prensa había encumbrado como una promesa del tenis mundial se vio disputando el diminuto torneo de Eckental, un pueblo perdido en Alemania, "en medio de ninguna parte, en invierno, con un cielo permanentemente cubierto", según recuerda.

"Era deprimente, me dije que tenía que reaccionar", asegura. Su amor propio se vio dañado, sobre todo porque su ego no aceptaba que él se viera obligado a acudir a competiciones de segunda fila mientras "en el 'top 100' hay jugadores que, francamente, no saben jugar al tenis".

Gulbis se puso en manos del entrenador austríaco Günther Bresnik, el hombre que dirigió a Boris Becker -actualmente entrenador de Djokovic- y reputado por su disciplina de entrenamiento.

Sin abandonar el descaro de sus palabras, Gulbis comenzó a tomarse en serio su carrera de tenista.

Comenzaron a llegar los títulos -San Petesburgo y Delray Reach en 2013- y el letón escaló puestos en el ránking. Al final de Roland Garros se convertirá en el primer letón que integra el "top 10".

Este año, que ganó en Marsella un torneo bajo techo, el fruto de su nueva forma de encarar el tenis se ha dejado ver sobre todo en tierra batida.

Semifinalista en Barcelona, cuartofinalista en Madrid y octavofinalista en Roma, antes de que en la semana previa al inicio de Roland Garros ganara en Niza su primer título en arcilla.

Desde entonces no ha perdido ningún encuentro, con una serie de diez triunfos consecutivos antes de que se mida a Djokovic.

Gulbis hasta ahora solo ha sacudido la jerarquía del tenis con sus palabras, como cuando criticó a los "aburridos" Djokovic, Nadal y Federer por su "excesiva" amabilidad que le hacían echar de menos la era de los McEnroe.

A partir de ahora, además, pretende también amenazarlos en la pista y romper su dominio. No por ambición ni por dinero. Solo para que, fiel a su alma de "bon vivant", París siga siendo una fiesta.

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