Isco, venganza mágica

  • Isco Alarcón no estaba invitado para participar en uno de los encuentros más importantes del Real Madrid este curso. Estaba destinado a ocupar un hueco en el banquillo. Ese era el destino que le había reservado Carlo Ancelotti. Sin embargo, una gastroenteritis de Ángel Di María le permitió entrar en el once del técnico italiano. Lo aprovechó con un partidazo, se reivindicó y se vengó del Dortmund, su verdugo particular.

Juan José Lahuerta

Madrid, 2 abr.- Isco Alarcón no estaba invitado para participar en uno de los encuentros más importantes del Real Madrid este curso. Estaba destinado a ocupar un hueco en el banquillo. Ese era el destino que le había reservado Carlo Ancelotti. Sin embargo, una gastroenteritis de Ángel Di María le permitió entrar en el once del técnico italiano. Lo aprovechó con un partidazo, se reivindicó y se vengó del Dortmund, su verdugo particular.

El mejor Isco de las primeras jornadas prácticamente había desaparecido. Aquel jugador que deslumbró en la Liga y que provocaba casi cada domingo los cánticos del público del estadio Santiago Bernabéu se fue diluyendo como un azucarillo con el paso del tiempo. La suplencia se había convertido en marca de la casa para el futbolista del Real Madrid.

Fue Ángel Di María uno de los culpables de su situación. La electricidad y el compromiso del argentino gustan mucho a Ancelotti, que no duda en alinearle siempre que lo tiene disponible. Isco, todo lo contrario, se había convertido en un habitual entre los suplentes, en un jugador que, hasta la lesión de Jesé Rodríguez, no era ni el número doce, una categoría de la que se había adueñado el canterano del Real Madrid.

Pero la adversidad de Di María y la rodilla maltrecha de Jesé dieron una gran oportunidad a Isco. Ancelotti podría haber apostado por Asier Illarramendi, una opción más conservadora, pero colocó al malagueño en el hueco del argentino.

Cumplió con creces. Demostró que todavía tiene muchas cosas que hacer en el Real Madrid, que posee un gran futuro por delante. No se arrugó ante la inactividad que supone no jugar noventa minutos seguidos habitualmente. Tampoco acusó la presión, todo lo contrario. Se echó al equipo encima y fue uno de los grandes culpables de la victoria de su equipo.

Mostró casi todo su repertorio: regates en una baldosa, cambios de ritmo explosivos, asociaciones vertiginosas, pases con criterio y, además, un gol con el que se coronó en una noche desapacible y lluviosa.

Su tanto, en el minuto 27, marcó su cima. Se encargó de culminar un contraataque de manera brillante, con un fino golpeo de balón desde fuera del área que no pudo salvar el portero Roman Weidenfeller. Él sólo fabricó el 2-0 del Real Madrid, que devolvió los cánticos del Bernabéu dedicados a su figura.

En la víspera del partido, el entrenador del Borussia de Dortmund, Jürgen Klopp, mostró todos sus respetos y miedos por tres jugadores, uno de ellos Di María, al que nombró hasta en un par de ocasiones como uno de los hombres más peligrosos del bloque madridista.

Seguramente se frotó las manos cuando vio que el internacional argentino no podía jugar. Esa victoria momentánea se convirtió en una gran derrota de la que en parte fue culpable Isco, que se vengó del que fue seguramente su peor momento como profesional.

Aquel encuentro de la temporada pasada en Dortmund con el Málaga que le apeó de la competición en los cuartos de final, le marcó. El 3-2 que dejaba fuera de la Liga de Campeones al cuadro andaluz fue un golpe muy duro para un jugador joven que tuvo que vivir una clasificación germana con un tanto agónico de Felipe Santana en el minuto 92.

Un año después de aquello, Klopp, que fue categórico en rueda de prensa hablando de "cojones" (la única palabra que sabe en español, dijo) para ganar al Real Madrid, se olvidó de que hay otras formas de intentar doblegar a un rival. Isco mostró el camino al técnico alemán. Desplegó su arte sobre el césped para culminar una venganza mágica.

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