Murió a los 72 años esta semana

J.J. Williams, el galés que hizo a la gente levantarse del sofá para poner la tele

El mítico ala de los dragones rojos se convirtió en el estandarte de una generación que dominó el rugby en las islas británicas durante los setenta y que restituyó el orgullo de su país frente a la poderosa Inglaterra.

El ala galés JJ Williams saluda a un rival durante un partido de su selección de rugby.
El ala galés JJ Williams saluda a un rival durante un partido de su selección de rugby.
WRU

Un western visto muchas veces y la familia echando la siesta son los ingredientes necesarios para cambiar el canal de televisión. Son principios de los setenta. Hay que levantarse del sofá. No queda otra. ¿Qué es un mando a distancia? Tocas la tecla donde pone UHF y aparecen multitud de rayas. Un golpe mágico con la mano abierta en el lateral derecho del aparato hace que las 625 líneas se pongan en orden. De fondo, la voz del guipuzcoano Celso Vázquez hablando de los dragones rojos de Gales en la época del blanco y negro televisivo. 

Se distinguen tipos gordos, flacos, altos, delgados, melenudos o calvos peleándose por un balón bastante extraño. Vázquez relata heroicas gestas de galeses frente al enemigo inglés. Solo guarda un respetuoso silencio cuando el público, cerveza en mano, entona en Arms Park su himno de guerra: "Tierra de mis padres". Pasado un buen rato coge el balón un señor bajito de delgadas piernas y grandes patillas. Corre como un gamo por la banda derecha sin mirar a nadie. En el horizonte, una raya blanca donde tiene que posar el balón. El narrador se emociona, y quien está en su casa viendo por primera vez un partido de rugby, aplaude la jugada sin saber muy bien por qué. 

Hoy en día, ese niño sería tildado de friki por sus gustos extravagantes, pero ese mismo niño nunca borrará de su memoria el nombre John James Williams, que falleció este pasado jueves a los 72 años. Las noticias de las muertes son siempre tristes y en el caso de los Williams se han producido por partida doble en las dos últimas semanas. Su hermano Peter, uno de los entrenadores galeses con más éxito, había fallecido nueve días antes

Ambos compartieron durante su adolescencia su otra pasión: el atletismo. Lo hicieron mientras estudiaban en Maesteg Grammar School. Peter ganó algún que otro título a nivel regional en el triple salto y J. J. llegó a representar a Gales en los juegos de la Commonwealth en 1970. Un año más tarde se convirtió también en el galés más rápido en recorrer los cien metros. En un país que no olvida a sus personajes ilustres como, entre otros, los actores Anthony Hopkins y Richard Burton, el escritor Ken Follet, el cantante Tom Jones o el explorador Lawrence de Arabia, los jugadores de rugby pasan a ser personajes legendarios. 

Sus increíbles historias circulan de voz en voz en los pubs y son amplificadas a medida que se acercan las 23:00 horas, el instante en que hasta principios de siglo se hacía sonar la campana, señal inequívoca que desde 1915 significaba que había que apurar la última pinta. Gales, que en la actualidad cuenta con tres millones de habitantes, ha sido una de las regiones más desfavorecidas económicamente de Reino Unido donde prima el sector servicios e históricamente es uno de los territorios de la isla con mayor tasa de paro. Tal vez la furia que emplean los jugadores galeses cuando se enfrentan a los ingleses tenga algo que ver con saldar viejas cuentas del pasado. 

Esas leyendas de pub relatan cómo en cierta ocasión, "allá por 1977", el capitán Phil Bennet hizo formar a sus jugadores un círculo alrededor de él para su habitual arenga que era la antítesis del buen rollito. No hay constancia sonora de aquello, pero más a o menos vino a decir lo siguiente: "Mirad lo que esos bastardos le han hecho a Gales. Han cogido nuestro carbón, nuestra agua y nuestro acero. Compran nuestras casas y solo viven en ellas un par de semanas al año. ¿Y qué nos han dado a cambio? Nada, nada en absoluto. Hemos sido explotados, violados, controlados y castigados por los ingleses, esos mismos contra quienes jugáis esta tarde".

Durante la charla del apertura galés todos contuvieron el aliento al tiempo que apretaban sus puños. Allí estaba el número 11 de los dragones rojos, que a sus 29 años todavía le temblaban las piernas al oír a su capitán. Y Gales ganó 14-9. Consiguió la Triple Corona (ganar a todos los equipos británicos en el V Naciones) y los ingleses mordieron otra vez el polvo en un campo para ellos maldito. Un ensayo del medio de melé Gareth Edwards y otro casi al final del partido del zaguero con las patillas más famosas de la historia en el mundo del rugby, JPR Williams, les dio la victoria. El público enloqueció en las gradas y saltó al campo (de forma educada como siempre se hacía antes) para festejar la hazaña por todo lo alto. 

No hay una estadística fiable, pero seguro que en los pubs se agotaron los barriles de cerveza. Esa generación de jugadores nacida en la época post-Beatles de los Williams, Bennet o Edwards, dominó el rugby en las islas durante la década de los setenta. Tenía como principal seña de identidad común unas enormes patillas al estilo de John Lennon. Había nacido una generación mágica de jugadores. Hay quien se atreve a decir que irrepetible, pero nadie duda de que fue inolvidable. 

La pena para J. J. Williams es que no pudo disputar en 1973 aquel legendario partido en que los Barbarians (una selección de jugadores de varios países) derrotaron a los All Blacks en Cardiff. En su puesto jugó su compañero de selección, John Bevan, junto a otros cinco compatriotas más. Nadie se olvida del 'That Try', tal vez el mejor ensayo que se haya visto jamás. El balón recorrió casi todo campo, pasó por las manos de tres galeses y Edwards tuvo el privilegio de poder lanzarse en plancha y posar el balón tras la línea de cal. Para hacerse una idea de lo que significó este jugador de apenas 80 kilos de peso y 175 centímetros de estatura, basta con señalar que el viernes hasta The Times le dedicó un obituario. 

Hay incluso una autobiografía suya a la venta en Amazon escrita por Peter Jackson de 248 páginas. Su selección tampoco le olvida. Lo demostró el sábado en su partido contra Escocia luciendo todos los jugadores un brazalete negro. Ese mismo día, el actual capitán galés Alun Wyn Jones, logró batir el récord mundial de partidos internacionales.

J. J. Williams despuntó en la élite con el Llanelli, una ciudad costera situada al sur de Gales. Venía de conseguir 99 ensayos en cien partidos con el Bridgend, un lugar muy cercano a Nantyffyllon, su lugar de nacimiento. Estaba a gusto, pero si quería jugar con los dragones rojos tenía que abandonar aquel modesto club. En su primera temporada con Llanelli le llegó la llamada del seleccionador galés y, aunque saliendo desde el banquillo, logró estrenarse a nivel internacional en París contra Francia. 

Fue la primera y la única vez que chupó banquillo. Llegó a jugar con Gales como titular en otros 29 partidos para un total de 12 ensayos, incluido un 'hat trick' contra Australia en 1975. Formó parte de la polémica expedición que los British Lions (una especie de selección de los mejores jugadores británicos) hicieron por Sudáfrica en 1974 en plena época del apartheid. A nivel deportivo las cosas le fueron bien. Su equipo ganó la serie a los Springboks y él logró dos ensayos en otros tantos partidos, algo que nunca había conseguido hasta entonces ningún jugador de los British Lions. 

A nivel personal, tal y como reconoce en su autobiografía, la experiencia le resultó inolvidable. J. J. Williams recuerda que hasta recibieron los ánimos de un grupo de presos políticos recluidos en Robben Island, en el que estaba Nelson Mandela, porque vieron en aquella derrota de su selección que vetaba la presencia de negros como una victoria para la gente que luchaba contra la segregación racial. "Se suponía que yo era uno de los jugadores favoritos de Nelson Mandela", comenta el mítico ala galés. 

Según él mismo confiesa, su mejor recuerdo de aquella gira fue cuando posó el balón bajo palos en Port Elisabeth. "No porque lo hiciera yo –cuenta J. J. Williams-, sino porque ver la reacción de la gente negra con su sonrisa en los labios, levantando sus brazos en señal de victoria, es algo que todavía me maravilla". 

Antes de retirarse tuvo la oportunidad de realizar en 1977 otra gira por Nueva Zelanda con los turistas (apodo con que se conoce a los British Lions cuando hacen una gira por sus antiguas colonias), donde solo recibió halagos. Hasta su retirada en 1983 conquistó con Gales dos Grand Slam (ganar todos los partidos del V Naciones) y con su equipo logró 163 ensayos en los 227 partidos. Su club, además, tuvo la satisfacción de dar un sonoro revolcón a los All Blacks en su famosa victoria por 9-3 en Stradey Park el 31 de octubre de 1972. 

Después de colgar las botas, J. J. Williams se convirtió con bastante éxito en comentarista televisivo de partidos de rugby, al mismo tiempo que dirigía en Pyle una empresa de pintura industrial. Fue su hijo James quien hizo saber a los aficionados galeses a través de Twitter que su progenitor había muerto: "Nuestro increíble padre falleció en paz esta mañana", escribió el jueves en su cuenta. Para el recuerdo queda también su empeño de crear una sala en el nuevo Millennium Stadium dedicada a la organización benéfica WREX que agrupaba a ex jugadores internacionales de Gales.

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