Kvitova, la campeona introvertida

  • La checa Petra Kvitova ha tardado tres años en asumir los cambios que sufrió su vida al conquistar su primer Wimbledon, en 2011, y recuperar su mejor nivel para repetir la victoria en Londres.

Londres, 5 jul.- La checa Petra Kvitova ha tardado tres años en asumir los cambios que sufrió su vida al conquistar su primer Wimbledon, en 2011, y recuperar su mejor nivel para repetir la victoria en Londres.

La presión de los focos dirigidos hacia ella en cada partido y la exigencia de demostrar su calidad en todos los torneos minaron el juego de una tenista que admite sentirse incómoda con algunas de las exigencias de la fama y el deporte de elite.

Tras derrotar con 21 años a la rusa Maria Sharapova en la pista central del All England Club, la checa no había vuelto a pisar una final de Grand Slam hasta hoy.

Ante la canadiense Eugénie Bouchard, una tenista de personalidad expansiva, que no trasluce dudas sobre sí misma, Kvitova se reivindicó, con 24 años, como una de las jugadores de referencia en el circuito.

Con su segundo Wimbledon, Kvitova ha dado un paso más en el camino que le sirve de referencia en su carrera: los nueve títulos que conquistó en Londres su compatriota -nacionalizada estadounidense- Martina Navratilova.

Con el juego de su heroína en la retina, Kvitova ha hecho de su saque con la zurda un arma temible.

La checa es una de las más brillantes alumnas la escuela de Prostejov, la misma donde entrenan sus compatriotas Tomas Berdych y Lucie Safarova -a quien tumbó en semifinales-, de la que ha salido con un estilo de juego plano y agresivo, con gran variedad de golpes que ejecuta con precisión y potencia.

La joven tenista contrarresta su falta de velocidad con su fuerza para cruzar bolas desde el fondo de la pista y, sobre todo, con su capacidad para asumir riesgos en el saque, tanto en el primer como en el segundo servicio.

La checa ganó el primero de sus 12 títulos individuales en 2009 (Hobart), pero su carrera estalló realmente en 2011, cuando conquistó cinco títulos, uno de ellos Wimbledon, el que cambió su vida y añadió sobre ella una presión por ganar que la ha frenado más que muchas de sus rivales.

"Sé que mucha gente esperaba más de mí en estos tres años, pero no ha sido fácil. He hecho todo lo que he podido", reflexionaba la checa durante este torneo.

La exigencia por mantenerse en el "top 10" del ránking le llevó tras su éxito de 2011 a contratar a un nuevo equipo de preparadores físicos para pulir sus deficiencias en ese terreno.

Bajo la dirección técnica del también checo David Kotyza, Kvitova ha hecho hincapié asimismo en los últimos años en la preparación psicológica para mejorar su respuesta a las situaciones de presión, que le han jugado malas pasadas en más de un encuentro.

"Es difícil afrontar cada partido con la obligación de ganar, saltar siempre a la pista con esa presión. Eres la favorita en casi todos los partidos. No es nada fácil", ha reflexionado la jugadora.

El potencial de la joven tenista hizo que Kotyza dejara de entrenar al equipo de Copa Federación checo en 2012 para dedicarse en exclusiva a la carrera de su pupila.

Esos esfuerzos han dado fruto tres años después, cuando Kvitova, hija de los checos Jiri y Pavla, nacida en la pequeña localidad de Bílovec, de apenas 8.000 habitantes, ha vuelto a llegar a lo más alto en el Grand Slam londinense.

Su padre, profesor, fue quien le introdujo en el mundo del tenis cuando era una niña. Con Navratilova siempre en su retina, Kvitova jugó a nivel local hasta los 16 años, cuando un instructor le animó a tratar de alcanzar un nivel profesional.

La joven checa accedió por primera vez a la lista de las diez mejores tenistas del mundo en abril de 2011, cuando conquistó la final del Masters de Madrid frente a la bielorrusa Victoria Azarenka.

Era la sexta tenista de su país que alcanzaba ese nivel en el tenis, tras su admirada Navratilova, Hana Maldikova, Helena Sukova, Jana Novotna y Nicole Vaidisova.

Kvitova, de un metro y ochenta y dos centímetros de altura, y 70 kilos de peso, habla checo con su familia, domina el inglés y mantiene algunas nociones del ruso que aprendió en el colegio.

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