La carrera perfecta: 19.72 en el Olímpico de México

  • Pietro Mennea, fallecido hoy en Roma a los 60 años, pertenece a la estirpe de los atletas que en la cúspide de su carrera deportiva protagonizaron uno de esos momentos mágicos que jalonan la historia del rey de los deportes.

José Antonio Diego

Madrid, 21 mar.- Pietro Mennea, fallecido hoy en Roma a los 60 años, pertenece a la estirpe de los atletas que en la cúspide de su carrera deportiva protagonizaron uno de esos momentos mágicos que jalonan la historia del rey de los deportes.

Dotado de un físico poco propicio para el 200, Mennea compensó su inferioridad morfológica (1,77 de estatura) con una potencia fuera de lo común en un cuerpo de torso reducido y largas piernas que movía más velocidad que sus contrincantes. Su escasa corpulencia contrastaba con la de sus sucesores en el libro de los récords: Michael Johnson media 1,85 y pesaba 77 kilos, y Usain Bolt, 1,95 y 94.

Nacido en Barletta (sur de Italia) en 1952, Mennea coqueteó con el fútbol y con la especialidad atlética de marcha antes de comprobar, en un test de 80 metros que cubrió en 9.0, que estaba predestinado para hacer grandes cosas en el reino de la velocidad.

A las órdenes del maestro Carlo Vittori desarrolló una progresión asombrosa que le condujo, con 20 años, a la medalla de bronce olímpica en Múnich'72 pese a correr por la calle interior.

Pero su gran día de gloria llegaría siete años después, en la Universiada de México'79, tras haber superado una crisis anímica que tres años antes le había puesto al borde de la retirada.

Once años antes, durante los Juegos Olímpicos de México'68, el estadounidense Tommie Smith había dejado el récord mundial en 19.83. Cuando subió al podio para recoger la medalla, mientras los altavoces propagaban las notas del himno estadounidense, inclinó la cabeza y levantó el puño derecho con el guante negro característico del Black Power.

El gesto reivindicativo, que compartió en el cajón con su compañero John Carlos -bronce-, les costó a los dos la expulsión de los Juegos. A su regreso a Estados Unidos recibieron tratamiento de delincuentes y durante años lucharon inútilmente por encontrar un trabajo.

El 12 de septiembre de 1979, en la misma pista del estadio de la Ciudad Universitaria, Pietro Mennea escribió una leyenda del atletismo pese a que desde principios de año arrastraba una campaña renqueante, con una lesión en el muslo derecho.

Pero, recuperado físicamente, las marcas que en el curso de diez días precedieron a esa carrera mágica presagiaban la explosión: 19.8 manuales, 10.01 en 100 (récord de Europa), 19.96 (otra plusmarca continental) y 20.04.

A la hora de la final de 200, el día 12, las condiciones eran ideales en el estadio Olímpico de México: la altitud (2.248 metros sobre el nivel del mar), el viento (+1,8 metros por segundo) y el tiempo meteorológico. El cielo empezaba a despejarse después de la tormenta que había descargado a primera hora de la tarde.

Entonces no se medían los tiempos de reacción al disparo de salida, pero ha quedado constancia de que Mennea ejecutó un viraje magistral en la curva (con un crono parcial de 10.34) y voló sobre el tartán para cubrir el segundo hectómetro, lanzado, en 9.38.

Mennea cruzó la línea como un meteoro y siguió corriendo hasta detenerse a media curva. Fue entonces cuando se giró para mirar el tablero electrónico que marcaba esos 19.72 que todavía no supo interpretar. Tuvo que ser Primo Nebiolo, el fallecido presidente de la IAAF y entonces presidente de la Federación Italiana y del atletismo Universitario,, quien le advirtiera de que había batido el récord del mundo. "¡Cristo!", fue su único comentario.

Minutos después fue más explícito: "Creía que había agotado mis energías después de los 19.96 en series y los 20.04 en semifinales, pero en la final me he lanzado a fondo, he virado sin esfuerzo y he alcanzado la velocidad máxima al entrar en la recta. He evitado crisparme, manteniendo los hombros rectos, y he acelerado la frecuencia de zancada. Tenía la sensación de ir muy, muy rápido, pero una marca de 19.72 no se me había ocurrido jamás".

El récord de Mennea permaneció 17 años imbatido, hasta que el 23 de junio de 1996 Michael Johnson ganó las pruebas de selección olímpica estadounidenses con un registro de 19.66 y, seis semanas después, en el mismo estadio de Atlanta, conquistó el título olímpico con 19.32.

Mennea se lleva a la tumba el récord de Europa, pero el récord mundial pertenece a Usain Bolt, que lo ha batido dos veces: primero en la final olímpica de Pekín 2008, con 19.30, y al año siguiente en la final de los Mundiales de Berlín con 19.19.

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