La hegemonía española continúa en tierras francesas

  • En ciclismo y en tenis. La superioridad del deporte español frente al francés, en las dos últimas décadas y en su propio territorio, es abrumadora.
Lorenzo gana el Gran Premio de Francia de MotoGP
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N. Díaz
N. Díaz

No hay peor cosa que un anfitrión no gane un torneo en su país, y que además se alce con el trofeo alguien del país vecino. Habida cuenta es que, históricamente, los franceses nunca han profesado demasiado cariño a los españoles. En deportes eso se ha agravado en los últimos años, y culpa de ello es la cantidad de victorias que la Armada española ha ido cosechando en tierras francesas.

No es raro ver como en las pistas de Roland Garros, gran parte del público francés anima al rival que sea cuando un tenista español disputa partidos. Incluso en la última edición del Grand Slam, Rafael Nadal llego a quejarse por el comportamiento de la afición, afirmando que no entendía porque la gente se alegraba de su eliminación ante Soderling. Que un español profane la Central de París es algo que no perdonan en Francia.

Pero es que hay que echar una ojeada al palmarés de las últimas dos décadas del torneo para poder entenderlo. Desde el año 1993, nueve trofeos han volado para España y ninguno se ha quedado en Francia. Sergi Bruguera rompió una sequía de 21 años. La anterior victoria databa de 1972, cuando Andrés Gimeno venció en la final a un francés, Patrick Proisy.

Bruguera repetiría al año siguiente. Carlos Moyá, Albert Costa y Nadal en cuatro ocasiones culminarían una época dorada para el tenis español. Por su parte, la última victoria de un francés en París fue en 1983, gracias a Yannick Noah. Cinco años más tarde casi lo logra Henri Laconte, pero se encontró con el sueco Mats Wilander.

La era de Indurain

Después de un periodo prolífico a finales de los setenta y principios de los ochenta, con Bernard Hinault y Laurent Fignon copando el cajón más alto del podio del Tour de Francia en hasta en siete ocasiones, comenzó el ocaso de los franceses. Y unos años después, podríamos decir que comenzó a brillar el ciclismo español. En 1988, Perico Delgado saboreó las mieles del triunfo en los Campos Elíseos. La afición había tenido que esperar 15 años para volver a celebrar un triunfo en París. La última había sido con el malogrado Luis Ocaña.

Delgado, como coloquialmente se dice, abrió el melón. Tres años después surgió la figura de Miguel Indurain. Y el navarro le cogió gusto al maillot amarillo de la ronda gala porque consiguió cuatro Tours más de manera consecutiva. Ni siquiera los organizadores, que cada año aumentaban el número de etapas de montaña y la dureza de la prueba, fueron capaces de tumbar a Indurain.

Tras una década sin triunfos, con los siete seguidos del americano Lance Armstrong, el gallego Óscar Pereiro se alzó con la victoria. No fue posible verle en París celebrarlo. Floyd Landis, expulsado por dopaje, agotó todos los plazos posibles para recurrir su expulsión. Pereiro recibió el maillot definitivo en Madrid. Contador, en dos ocasiones con la de ayer, y Carlos Sastre el pasado año, han seguido la senda de triunfos para España. La época dorada continúa.

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