Mal comportamiento, una tradición en el tenis de EEUU

  • Serena Williams no es la única estadounidense que ha hecho gala de mala educación en una pista de tenis.
Serena Williams grita a la juez de línea durante el US Open | Efe
Serena Williams grita a la juez de línea durante el US Open | Efe
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Mark Starr | GlobalPost
Mark Starr | GlobalPost

Serena Williams con un árbitro no es la primera tenista estadounidense en mostrar un temperamento excesivo en la pista. Jimmy Connors, John McEnroe y posteriormente un joven Andre Agassi recurrieron a insultos, golpes de raqueta e improperios en pleno campeonato.

A comienzos de la década de 1960, cuando era un adolescente aspirante a jugador de tenis, acudí a ver mi primer campeonato nacional, del que extraje unos cuantos apuntes prácticos y, sobre todo, una lección sobre los límites del patriotismo, o al menos de mis límites en el mundo del deporte.

Esto ocurrió en los días en que los partidos de dobles eran un evento diferenciado de los partidos individuales, y casi igual de importante, que atraían a las grandes estrellas. Los australianos habían estado dominando el torneo en los últimos años, y varias de sus parejas habían ganado el título masculino en la década de 1950.

Mi padre me había explicado que esta vez íbamos a animar a la ascendente pareja de estadounidenses, la extraña combinación de un pequeño y feroz texano, Chuck McKinley, y de un californiano alto con pinta de pijo, Dennis Ralston.Aunque podían parecer diferentes, los dos compartían un rasgo común: un temperamento feroz que llevaba a discusiones y berrinches explosivos (McKinley fue llegó a ser suspendido durante cuatro meses por tirar su raqueta a las gradas durante un partido de Copa Davis).

Pese a la insistencia de mi padre y al éxito de las estrellas estadounidenses (ganaron tres títulos de dobles a comienzos de los años 60), su comportamiento adolescente me pareció desagradable. Me recordaban a un jugador irascible de mi grupo a quien le habíamos puesto el poco halagador sobrenombre de "la comadreja".

Yo no estaba dispuesto a animar a ninguna comadreja, especialmente cuando la alternativa era una sarta de elegantes, caballerosos y agradables australianos como Rod Laver, Ken Rosewall, Roy Emerson, Neale Fraser, Fred Stolle, John Newcombe y Tony Roche.

Una larga historia

Esa fue la primera vez que mi padre y yo chocamos por nuestro concepto de patriotismo. En esos años, la diferencia se volvió a manifestar durante los campeonatos nacionales de dobles, cuando yo iba en contra de McKinley y Ralston.

No eran los primeros estadounidenses en mostrar un temperamento excesivo en la pista. Pero parecían ser el prototipo a seguir por otras estrellas que venían detrás, un hatajo de malcriados en el que estaban figuras como Clark Graebner y Cliff Richey.

Efectivamente, una década más tarde ese estilo impertinente estuvo en plena ebullición, liderado por Jimmy Connors, más tarde refinado por John McEnroe y posteriormente adoptado por un joven Andre Agassi.

Todas las herramientas que utilizaban (tirar las raquetas, palabrotas, insultar a los árbitros) se justificaban porque constantemente se veían perjudicados por decisiones erróneas y fallos que, al no poder contar entonces con el respaldo de la tecnología, aumentaban su sensación de agraviados y, posiblemente, impulsaba sus juegos.

No se puede generalizar

No todas las estrellas del tenis de EEUU se comportaban de ese modo. Stan Smith, Arthur Ashe, Pete Sampras y, en su madurez, un agradable Agassi reformado, todos jugaron con clase. Pero con la excepción de la figura loca del rumano Ilie Nastase, el mal comportamiento era prácticamente exclusivo de los tenistas estadounidenses, a quienes les animaban unos seguidores que veían sus payasadas como virtudes, el reflejo de la pugnacidad y el valor frente a la adversidad de los EEUU.

El género femenino, más educado

Cualquiera que fuese el origen (o el gen) de este comportamiento rebelde en lo que en su día fue considerado un juego de caballeros, las mujeres de EEUU parecían inmunes a la plaga. Por mucho que sufriesen (y había mucho estrés, abuso paterno y otros problemas en el juego femenino), las grandes tenistas de EEUU se comportaron bien dentro de las pistas y era fácil animarlas.

Supongo que se podría interpretar como una especie de avance de género, pero para mí fue una regresión el que la número uno de EEUU, Serena Williams, se comportase como una absoluta malcriada al perder la final de US Open.

No sólo rompió una raqueta; entró en un terreno desconocido. Penalizada en un momento inoportuno del partido por cometer una falta de pie, Williams atacó verbalmente a la juez de línea, amenazándola aparentemente con hacerle daño físico y, para rematar, apuntando a la joven con su raqueta.

 Posteriormente, Williams no pudo ni siquiera expresar una disculpa clara. Explicó a sus seguidores que su comportamiento fue simplemente el reflejo de su extraordinaria pasión por el juego y por ganar.

Necesidad de sanciones

Un día más tarde, sin embargo, después de ganar el Open de dobles con su hermana, Serena se disculpó "sinceramente", primero ante la juez de línea y después ante todo el mundo, por su "reacción inapropiada".Las autoridades que regulan el tenis han dicho que investigarán el incidente.

 Aunque Williams ha sido generalmente un ejemplo como ganadora, imponerle sólo una multa (aunque sea monstruosa) sería un gesto vacío para la millonaria campeona.Un comportamiento tan desmandado y vil requiere una suspensión, incluso la exclusión del Open del próximo año.

Pero en tiempos económicos difíciles, en los que los deportes, especialmente los de mujeres, están sufriendo, la posibilidad de apartar voluntariamente a la mayor atracción del juego no parece una opción muy alentadora.

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