Dos países con un mismo idioma y con un mismo objetivo: pasar a octavos. Y un resultado que le podía servir a ambas selecciones: el empate. De esa manera, los dos pasarían de ronda en detrimento de Costa de Marfil. Pero había un problema: Brasil sería primera y Portugal segunda, y éstos se podían cruzar con una España en caso de vencer a Chile.
Así que se vivió lo mismo que en el México – Uruguay, otro de esos partidos en el que un empate valía para los dos. En Durban se vivieron ocasiones desde el primer minuto, entradas duras, durísimas, y tarjetas para varios de los futbolistas. Cristiano no la vio y estará en los octavos de final. En la segunda parte bajó el ritmo, algo normal con el despliegue físico mostrado por ambas selecciones en los primeros cuarenta y cinco minutos.
Tan dura era la batalla que Dunga, con 0-0 en el marcador, retiró a Felipe Melo a un minuto del descanso, tras una brutal entrada sobre Pepe, y con la que sólo vio una amarilla. El entrenador canarinho veía demasiado caliente a su jugador y lo mandó al banquillo antes de tiempo.
Hubo un milagro para las dos selecciones: ningún futbolista acabó expulsado ni lesionado, que a tenor de lo visto en los noventa minutos parece increíble. Portugal abrió el camino para el rival de los brasileños en octavos. Los lusos le jugaron de tú a tú y dejaron entrever que el portero Julio César no está al cien por cien.
Un encontronazo con Meireles hizo que todo el mundo viese el corsé y la protección (incluso con hierros) que el arquero lleva en su zona lumbar. La FIFA no tendrá que investigar el partido pero sí debería hacerlo con lo que sale a jugar el guardameta del Inter de Milán, sobre todo después del lío que hubo con Drogba y su protección en el brazo.
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