"Aquí están las cenizas de mis padres"

Navacerrada: la estación que marcó la vida a tres generaciones de esquiadores

El cierre de un escenario icónico en la historia del esquí alpino español supone un golpe demoledor para quienes construyeron su vida en esta montaña. Ahora se aferran a una última esperanza para evitarlo.

César
César con sus padres en la estación Puerto de Navacerrada en el año 1964.

César recorre sin apenas esfuerzo la agotadora cuesta que conduce hasta la 'Bola del Mundo', el segundo pico más alto de la Sierra de Guadarrama. Asciende a un ritmo endiablado, como si se moviera en su hábitat natural, sin dejar de hablar sobre el cierre por decreto gubernamental de un escenario icónico en la historia del esquí alpino español: la estación del Puerto de Navacerrada. "Detrás de esa cumbre está mi pista favorita: El Bosque", dice mientras gira en redondo y señala la ladera opuesta, coronada por el Alto del Telégrafo. "No es una pista fácil. A primera hora es puro hielo y si llegas tarde solo encuentras nieve papa. Tienes que cogerla cuando mejor funciona, antes del mediodía". Son las 9:00 de una mañana radiante, el sol aún no calienta la cara norte de la montaña y la voz de César transmite el entusiasmo de quien describe el escenario que marcó su infancia. También resignación... y una profunda melancolía.

El Ministerio de Transición Ecológica, gestor del Parque Nacional Sierra del Guadarrama, anunció a principios de marzo que no renovará la concesión de los terrenos en los que se emplazan tres pistas de esquí de la estación (El Bosque, Escaparate y Telégrafo). Son las pistas de iniciación, en las que aprenden cada año alrededor de 190.000 niños de colegios madrileños. También el principal soporte económico de la estación y las que generan más días de nieve en el Sistema Central (cuentan con cañones), según la empresa concesionaria, Puerto de Navacerrada Estación de Esquí. El Ministerio, sin embargo, las considera "inviables" debido al cambio climático -la nieve se ha reducido en la zona un 25% desde la década de los sesenta- y sostiene que pretende evitar las aglomeraciones en un enclave de alto valor ecológico.

"Mis padres estuvieron siempre vinculados a la nieve y yo empecé con tres años. No teníamos coche, así que madrugábamos muchísimo los sábados para coger un autobús en la Estación del Norte. Esquiábamos todo el día, dormíamos en alguno de los clubes que había cerca de la estación y regresábamos el domingo. Me enseñaron a esquiar unos amigos porque no había dinero para pagar un profesor. Tampoco teníamos para el remonte, así que subía andando", cuenta César, quien desestima el principal argumento de la empresa concesionaria, que define Puerto de Navacerrada como el "motor económico de la Sierra del Guadarrama". Para él, las cifras no son comparables a la "enorme carga sentimental" que tiene la segunda estación más antigua de España (después de La Molina, en Girona) para varias generaciones de esquiadores. "El último día (antes del cierre) había muchos chavales. Eran los hijos de los profesores, habían subido a despedirse. Porque en este lugar hay una vinculación de padres e hijos, en algunos casos los abuelos ya esquiaban… Las cenizas de mis padres están en Navacerrada. Sé que es no legal hacerlo, pero he pedido lo mismo a mis hijos", dice.

El cierre, en realidad, se temía desde hace décadas pero no por ello resulta menos doloroso. Al carácter histórico de la estación -'hogar' de los únicos medallistas españoles en esquí alpino, Francisco Fernández Ochoa y su hermana Blanca-, se suma el principal argumento de quienes defienden su continuidad: aquí aprendieron a esquiar casi todos los que han construido su vida alrededor de esta montaña porque aquí acuden cada año miles de niños a través del programa 'Madrid Nieve' para iniciarse en este deporte. Se suman a todos aquellos que no pueden permitirse el forfait de la estación de Valdesquí, ubicada a solo 16 kilómetros. Navacerrada es, por tanto, la única vía de acceso a un deporte caro para los madrileños humildes.

"En este lugar hay una vinculación de padres e hijos, en algunos casos los abuelos ya esquiaban… Las cenizas de mis padres están en Navacerrada"

Sin el Puerto y sus programas para escolares, Jaime Cerrolaza nunca habría esquiado. "Fue el Puerto (de Navacerrada) lo que permitió que un niño de una familia numerosa y humilde descubriese todo esto. Corría el año 1968, los miércoles por la tarde no había clase y los alumnos del Colegio Ramiro de Maeztu subíamos en autobús hasta el Puerto. Me convertí en un adicto, mi única obsesión era que llegará el fin de semana para coger un autobús y volver a subir a esquiar. Al final, metí a mis hijos en la nieve gracias a Navacerrada", cuenta. 

A sus 58 años, Jaime nunca ha dejado de esquiar. Para él, la nieve es tan importante como los valores que transmite un deporte individual que se realiza en condiciones a menudo hostiles: "Solidaridad, empatía y ayuda al prójimo. Te aporta cierta actitud ante una adversidad ajena. Por otra parte, a mí el Puerto me ha enseñado a sufrir como un perro. De pequeño pasabas mucho frío porque los equipos eran muy malos. Yo esquiaba con un anorak de supermercado. Las subidas en los remontes se pagaban con monedas de duro y cuando acababan las clases ya no teníamos dinero, así que desde el mediodía hasta las 17:00 subíamos andando. He tenido lesiones; de hecho mi hijo mayor sufrió una lesión gravísima que casi le deja tetrapléjico, pero sigue esquiando", recuerda. El Puerto, para el que solo tiene "palabras de agradecimiento", también le ha regalado la única actividad que hoy en día comparte con sus hijos. 

@gcanteraz
Jaime Cerrolaza

@gcanteraz

La última esperanza para evitar el cierre

Jaime, como el resto de defensores de la estación, cree que el cierre no evitará la masificación del Puerto ni las aglomeraciones en la Sierra (uno de los argumentos del Ministerio de Transición Ecológica). Sí reconoce que desde mediados de los setenta la nieve ha disminuido notablemente y las temporadas de esquí se han acortado. "En aquellos años había unas nevadas impresionantes. Recuerdo que en el aparcamiento de la Venta Arias (un bar con tienda de alquiler de equipo) un Land Rover se quedó totalmente cubierto por la nieve y no lo encontraron hasta que llegó el deshielo", cuenta.

Para Jaime, César y los apasionados del Puerto la última esperanza reside en la iniciativa de una profesora de esquí segoviana. María Jesús Martín Merino presentó el pasado lunes una instancia ante la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León para declarar el Puerto de Navacerrada Bien de Interés Cultural (BIC), un proceso que paralizaría el desmantelamiento de las pistas y los remontes hasta que haya una resolución. "Cuando me lancé a hacer la solicitud del BIC no solo defendía el valor cultural y deportivo de la estación, también hay valores históricos. En los montes de Navacerrada se lleva esquiando desde 1902. La gente subía en el tren Madrid-Segovia y se bajaba en Cercedilla. Después subía andado con los esquís al hombro y se tiraba por el Ventorrillo", explica Martín Merino, autora del libro 'Hijos del Guadarrama', quien define el sentir de dichos "hijos del Guadarrama" como "si les estuvieran robando algo que les ha formado como personas, como si les hubieran cortado una pierna. Solo tienes que entrar en la plataforma Salvemos Navacerrada y ver sus comentarios".

A la iniciativa de Martín Merino se sumó este jueves una novedad en el tira y afloja entre la Comunidad de Madrid, la Junta de Castilla y León y el Gobierno central por la continuidad del Puerto. La Comisión de Gestión del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama abrió una nueva vía al declarar posible la continuidad de la actividad del esquí "a través de una nueva licitación del uso privativo de los terrenos afectados, sometida al correspondiente condicionado ambiental para garantizar la conservación de los espacios naturales afectados". La Comisión también aprobó una partida de 10 millones destinada a actuaciones para la restauración del medio, desmontando infraestructuras obsoletas y mejorando las ya existentes de uso público. 

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