'La Roja' no completó su mejor partido en Brasil, pero aún así venció. Supo apelar a la fortuna de de los campeones y a la suerte de la noche más mágica del año, la de San Juan. Ni las mejores ocasiones de Nigeria, aquellas que parecía goles cantados acabaron en goles en contra.
No necesitó una hoguera la selección española para llamar a la buena suerte de la fiesta de San Juan. En el minuto tres ya había abierto el marcador, Jordi Alba tuvo mucha fortuna. Avanzó a trompicones, llevándose siempre el rebote y cuando parecían que la iba a perder, hizo un caño sin querer a Omeruo que le dejó en una posición franca para anotar.
Cuando llego el dominio africano, 'la Roja' volvió a estar acompañada por la suerte. El dominio nigeriano acababa en centros no rematados, en tiros que golpeaban en jugadores españoles y en faltas de entendimiento. Hasta los errores en la zaga de Arbeloa, muy exigido por Musa, se solucionaban solos. La suerte llevaba los balones a los pies de los defensas españoles.
Akpala sufrió en sus propias carnes la varita de San Juan que había tocado a España. El delantero centro de Nigeria tuvo dos ocasiones claras, de esas que cuando se fallan merecen señalar sin compasión al ariete y efectivamente las marró. Pero está vez más que recordar sus propios fallos el delantero debía asumir que era imposible hacer algo ante la fortuna infinita española de la noche más corta del año.
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