La fractura social llegó al Wanda: los pitos no pueden con el canto sevillista

  • La política volvió al fútbol, pero esta vez la pitada esperada fue ahogada por los cántitos mientras sonaba el himno de España.
Aficionados del Barcelona en las gradas del estadio Wanda Metropolitano, en Madrid (EFE/Ballesteros)
Aficionados del Barcelona en las gradas del estadio Wanda Metropolitano, en Madrid (EFE/Ballesteros)

La fiesta del fútbol, la fiesta previa, el amor por los colores y el respeto al rival imperaron en las horas previas al partido de Copa con el dispositivo de seguridad más importante de la historia del fútbol español. La armonía reinó entre las aficiones... hasta que llegó el turno de los himnos. La policía había requisado antes, según un vídeo de TV3, camisetas políticas, que no banderas provocando las quejas de la ANC. Al final no pasó lo de siempre: hubo pitos sí... pero también cánticos y seguidores del Barcelona con la bandera española. La fractura social se vio en el Wanda. Los aficionados del Sevilla tararearon el himno y acallaron los pitos iniciales. El duelo empezó en las gradas. 

Una paradoja que el Barcelona sea el Rey de Copas y que, sin embargo, haya protagonizado un abandono el 24 de abril del año 2000 en el Camp Nou, por no disponer de jugadores suficientes y ahora, portadas que nada tienen que ver con el fútbol. Pitos al Rey (que sonrió más relajado que en otras ocasiones) que da nombre a un título y a un país cuya Liga se celebra con alborozo. El Barça es más que un club, ya se sabe, pero también más allá de Cataluña. Su afición no tiene fronteras y no es unánime. Y se vio en el campo con banderas españolas, senyeras y esteladas. El Barcelona salió al campo, de hecho, con su equipación blaugrana y con 'Barça, Barça, Barça' como mensaje. Y no, no hubo una sonora pitada protagonista. Se escucharon esta vez más los cánticos.

Bartomeu, junto al Rey, ya dijo en los días previos que pitar no era una falta del respeto sino libertad de expresión por el trato dado al pueblo catalán. Hasta Iceta se lo echó en cara. Tan equidistante intenta ser el presidente del Barcelona que se lleva la pitada de todos.

La historia se repite mientras el Barcelona pierde adeptos aunque Messi e Iniesta fascinen a todos. Y todo en una final que siempre ha sido una fiesta del fútbol, tal vez la única competición que muchos equipos sueñan con ganar al comienzo de la temporada.

La politización del partido era inevitable desde que el Camp Nou se ha convertido en un manifestódromo de sentimientos, con ese minuto dedicado a la independencia o a la libertad de los que una parte de la afición considera presos políticos. Con Guardiola sustituyendo el lazo por la flor amarilla para ser un rebelde sin causa allí en Gran Bretaña. Su órdago fue menos tras la sanción.

Albiol fue de los primeros en dejar claro que la pitada al himno no era un acto de paz sino un insulto. No habló, pese a todo de delito, sino solo de falta de respeto y de educación. Le siguieron Arrimadas y otros líderes. Un amplio dispositivo de seguridad integrado por 3.200 efectivos estuvo preparado para evitar incidentes, 700 efectivos más que en la Copa de hace dos años.

Messi ya dejó claro al firmar su nuevo contrato que lo importante era el balón... y que en una Cataluña independiente no le verían en el Camp Nou. Tal vez en la próxima final de Copa del Rey con el Barcelona de protagonista no se oigan pitos. Sería un gol por la escuadra que diría que la fractura en Cataluña y en resto de España se ha cerrado.  Pero esta vez, algo cambió. Por primera vez los cánticos ahogaron a los pitos. 

La rivalidad dentro del campo no fue tal. Un genial Iniesta comandó un torbellino blaugrana. Pero ahí también, en la derrota, la afición sevillista cantó, ondeó sus banderas y dio una lección. El fútbol ganó la partida a todo cuando el campo al unísomo, en una imagen inolvidable, aplaudió a Iniesta en su adiós. El de Fuentealbilla demostró que lo importante era el fútbol.

Mostrar comentarios