Razones y sinrazones para amar y odiar al Bayern

  • El Bayern de Múnich, que ayer se proclamó en Wembley ganador de la Liga de Campeones tras batir (2-1) al Borussia Dortmund, es uno de esos equipos que despierta amores y odios y para ambos sentimientos hay un buen número de razones y sinrazones.

Rodrigo Zuleta

Berlín, 26 may.- El Bayern de Múnich, que ayer se proclamó en Wembley ganador de la Liga de Campeones tras batir (2-1) al Borussia Dortmund, es uno de esos equipos que despierta amores y odios y para ambos sentimientos hay un buen número de razones y sinrazones.

Pese a ello, incluso entre sus detractores hay quienes tienden a ver como más fuertes los motivos que hay para amar al Bayern.

"Uno sólo puede atacar al Bayern si recurre a argumentos arbitrarios. Si uno se atiene a la objetividad, la cosa se pone difícil", dijo el líder del grupo de rock "Die tote Hosen", Campino, quien además es hincha y mecenas del Fortuna Düsseldorf -equipo que acaba de descender a Segunda- y, como tal, odia al Bayern.

El escritor bávaro Albert Ostermeier, que ama al Bayern, intenta desmontar en un ensayo, publicado en el suplemento especial sobre la final del "Süddeutsche Zeitung", las razones que algunos aducen para odiar al Bayern.

El argumento más habitual apunta a la capacidad económica del Bayern que le permite mejorar el equipo a base de talonario cuando se lo propone y, según sus detractores, debilitar a sus rivales quitándoles a uno u otro jugador.

El último caso fue el fichaje de Mario Götze, una especie de puñalada en el corazón del Borussia Dortmund, su principal rival en esta temporada en Alemania y en Europa.

El Bayern tiene dinero pero, dice Ostermeier, no pertenece a ningún jeque, aunque su balance parezca sacado de un cuento de las mil y una noches, ni a un consorcio ruso ni a un oligarca ni a un multimillonario.

"Todavía tiene más alma que la mayoría de los otros clubes", agrega el escritor bávaro.

De hecho, el Bayern no empezó como un club rico -ni se ha hecho rico con la aparición de algún mecenas- sino que empezó a crear su riqueza en los años setenta, a fuerza de éxitos deportivos que atrajeron patrocinadores y que le han dado una posición única en el fútbol alemán.

"La riqueza del Bayern es hecha en casa", sentencia Ostermeier.

Hace poco, el presidente del club, Uli Hoeness, dijo algo parecido al afirmar que si el Bayern a veces podía mostrarse agresivo en el mercado de fichajes era por sus propios méritos.

"El dinero nos lo hemos ganado y no nos lo ha regalado ningún tío rico", dijo Hoeness en una tertulia de la plataforma digital "Sky".

Hoennes encarna buena parte de las razones que existen para amar u odiar al Bayern. Ahora, con el escándalo de la presunta evasión de impuestos en la que está metido, ha dado una razón más para el odio y muchos ven en ello un ejemplo de que el Bayern se siente por encima de la ley.

Como jugador, Hoennes fue clave en la conquista de la primera Copa de Europa al marcar dos de los cuatro goles de la final en la que el club bávaro derrotó al Atlético de Madrid por 4-0.

Más tarde, tras tener que poner fin a su carrera a los 27 años por una lesión, pasó a ser el manager del Bayern, cargo que no abandonó tres décadas después para convertirse en presidente.

Hoennes ha sido durante todo ese tiempo algo así como el alma y el rostro del Bayern.

Casi todo el mundo le admira, por su eficacia y su excelente gestión basada en la idea de que, mientras hay clubes que cuando quieren fichar a alguien van al departamento de crédito de los bancos, el Bayern sólo realiza los fichajes que puede pagar con la cuenta corriente.

Muchos lo odian por su arrogancia ante los rivales y ante los medios. Y otros -empezando por la mayoría de jugadores que han pasado por el Bayern- adoran a Hoennes por el rostro que suele mostrar sólo en privado pero que se puede adivinar en muchas de las cosas que ha hecho como dirigente.

El Bayern, y Hoeness ha contribuido a ello, es hoy un consorcio con una facturación de más de 300 millones de euros al año. Pero Hoeness suele insistir en que el Bayern es también una familia y su comportamiento tiene mucho de líder de un clan que se preocupa por los suyos hasta el extremo.

De los héroes de las tres Copas de Europa de los años de setenta hay -además de los inevitables Franz Beckenbauer y Paul Breitner- dos nombres inolvidables: Gerhard Müller y Georg Schwarzenbeck.

Schwarzenbeck, autor del gol del empate agónico contra el Atlético de Madrid que forzó el segundo partido en el que Hoeness marcó sus dos goles, tuvo durante mucho tiempo una papelería. Su principal cliente era, por decisión de Hoeness, el Bayern Múnich.

Müller, tras sus éxitos como su jugador, cayó en el alcoholismo del que nunca hubiera salido si no hubiera sido por la intervención de Hoeness y Beckenbauer que se ocuparon de su rehabilitación. Hoy Müller es entrenador de las categorías inferiores del club.

De aquel equipo de los años setenta, en el que todos eran bávaros, muchos siguen relacionados con el club. A la cabeza están Beckenbauer, como presidente de honor, Hoeness, como presidente, y Karl-Heinz Rummenigge, presidente del Consejo Directivo. Haciendo honor así a una canción del Bayern que dice: "a los buenos amigos nadie los puede separar".EFE.

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